La crisis argentina golpea fuerte en los sectores populares del país. El pasado lunes primero de mayo, la UTEP y la CTA Autónoma juntaron miles de personas en la 9 de julio con un reclamo puntual: dejar de seguir los lineamientos del FMI y declarar la emergencia alimentaria en el país, a partir de la difícil situación que se vive en los barrios. En ese marco, unas semanas atrás la Secretaría de Extensión de la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación (FaHCE ) de la UNLP publicó un preocupante informe con los resultados de un relevamiento llevado a cabo entre junio y octubre del 2022. Durante esos meses, un equipo de la FaHCE relevó un total de 73 Sitios de Distribución de Alimentos (SDA), con el apoyo del Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación en el marco del Programa “Ciencia y tecnología contra el hambre”. El resultado fue el mencionado informe, titulado “Elaboración, disponibilidad, acceso y consumo de alimentos en barrios populares del Gran La Plata”.

Para el relevamiento, el Consejo Social de la UNLP seleccionó los 73 SDA de un total de 524 sitios pertenecientes a 18 organizaciones sociales, teniendo en cuenta criterios de representatividad tanto del territorio como de las organizaciones. Los 73 SDA elegidos están ubicados en los barrios de Melchor Romero, San Carlos, Abasto, Olmos, Villa Elvira, Altos de San Lorenzo, Los Hornos, El Peligro, Arturo Seguí, Tolosa, Villa Elisa, Gonnet, Gorina, (Villa Argüello, El Carmen) Berisso, Ensenada. A su vez, el estudio recuperó otros dos anteriores también realizados por la UNLP en 2018 y 2019, a partir de identificar una situación de déficit alimentario que se vivía en los barrios producto de las políticas neoliberales de los años de Cambiemos y la gestión local de Julio Garro.

Según los resultados provisorios del censo 2022, la región del Gran La Plata, incluyendo Berisso y Ensenada tiene una población de 917.656 habitantes. De esa población, un 25% de los hogares (85.675) y un 34,8% de las personas (319.317) se encuentran bajo la línea de pobreza, mientras que el 5,9% de los hogares (19.502) y el 9% de las personas (82.439) están debajo de la línea de indigencia (EPH INDEC 2023). Por otro lado, unas 45.000 de familias habitan los 199 barrios populares de la región según el Registro Nacional de Barrios Populares, territorios en los que se presentan graves déficits de acceso a la red de agua corriente, gas en red, electricidad domiciliaria y alumbrado público, redes cloacales, pavimento, veredas, alcantarillado, recolección de residuos, transporte público y conectividad, entre otros.

AUMENTO DE LA EMERGENCIA: UNA TENDENCIA PERMANENTE DESDE 2015

Los Sitios de Distribución de Alimentos en el Gran La Plata tuvieron un crecimiento importante desde que Cambiamos asumió el gobierno del municipio. “Los informes anteriores ya señalaban el crecimiento exponencial de los SDA en la región a partir del 2015 y el aumento constante de las personas que asistían a esos sitios. Sobre eso, la pandemia contribuyó  a agravar esta situación socioeconómica que ya era crítica para el período 2015-2019” explica a Diagonales Soledad Balerdi, doctora en Ciencias Sociales, docente de la Facultad de Humanidades de la UNLP, miembro del equipo de investigación y una de las autoras del informe. “Durante el 2020 y 2021 parte de este equipo estuvo en una comisión de monitoreo y de seguimiento de los barrios populares durante la pandemia y allí nuevamente emergió la urgencia de atender la emergencia alimentaria” agrega Candela Díaz, socióloga y también autora del informe que expuso los resultados de la investigación.

De los 73 sitios relevados por el equipo de la UNLP, 11 surgieron antes del 2004, 7 entre el 2005 y el 2009, 12 entre el 2010 y el 2014, 26 entre el 2015 y el 2019, y por último 17 se crearon desde el 2020 en el marco de la pandemia. El informe señala que de esos SDA, un 26% recibe entre 25 y 50 asistentes, un 26% entre 51 y 100 asistentes, un 26% entre 101 y 150 asistentes y el 22% restante atiende a más de 150 personas. De esa forma, la mitad de los SDA recibe 100 comensales o más, y entre todos ellos se contabilizó un total de 8000 personas que asisten a los centros, marcando un aumento significativo desde 2019. “A los sitios concurren personas de todas las edades, no solo niños o jóvenes” comenta Balerdi.

En esa clave, el informe destaca que “el dato más relevante es que casi en el 60% de los SDA se señala que la cantidad de asistentes se incrementó con relación al año previo (2021)”. A su vez, la frecuencia también es un indicador de la magnitud de la problemática. La mitad de los SDA relevados ofrece alimentos entre 3 y 5 veces por semana, un tercio lo hace 2 días a la semana, seis sitios reciben gente 6 días y solamente cuatro lo hacen un día a la semana.

La merienda (51 SDA) y el almuerzo (30 SDA) son las dos comidas más ofrecidas y la combinación entre ambos es la más frecuente entre los SDA que ofrecen más de una comida al día. En 17 centros se brinda la cena y en 14 el desayuno. Fideos y arroz son los alimentos más utilizados en los almuerzos y las cenas, mientras que los desayunos y las meriendas recurren a la harina, el azúcar y aceite para la elaboración de panificados.

INSUFICIENCIA EN LA ENTREGA DE ALIMENTOS

Un aspecto interesante que evidencia el informe de la Secretaría de Extensión de la FaHCE es la relación entre los alimentos más utilizados y la insuficiencia en su suministro. De los 73 SDA relevados, el 97% reciben donaciones de alimentos y recursos. Sesenta de ellos reciben alimentos por parte de las distintas instancias gubernamentales: 42 del Gobierno nacional, 36 de la provincia y tan solo 7 SDA reciben asistencia alimentaria del gobierno municipal de Julio Garro. Esa tendencia se marcó con fuerza durante la pandemia y fue un reclamo permanente de las organizaciones y los Comités Municipales y de crisis a la intendencia por una mayor provisión de alimentos.

Sólo 24 SDA reciben alimentos de más de una jurisdicción, evidenciando lo precario de la ayuda sobre la que se sustentan, al tiempo que 19 reciben donaciones por parte de vecinos y vecinas, y 16 de ONGs, clubes e iglesias. Esta heterogeneidad marca la multiplicidad de estrategias por parte de quienes llevan adelante los SDA frente al desafío de proveerse de los insumos necesarios para desarrollar su tarea.

Los alimentos que el relevamiento identificó como los más utilizados por los SDA fueron el aceite (94%), las harinas (83%), el azúcar (74%), la leche en polvo (70%), el puré de tomate (68%), la carne de pollo (65%), el arroz (65%), la yerba (62%) y los fideos (59%). En el otro extremo, lo menos utilizado son carnes de pescado o cerdo, leche fluida, fiambres, queso, frutas, garbanzos y postres. Al contrastar esto con los alimentos cuya provisión se considera insuficiente por parte de quienes gestionan los SDA, dos de los tres más utilizados aparecen al tope de la lista: los aceites, insuficientes en un 77% de los SDA, y el azúcar en el 74%. A esto le sigue la insuficiencia de la leche en polvo (58%), harinas (52%), carne de pollo (45%), verduras y huevos (41%).

“Los resultados lo que reflejan es un provisión insuficiente de alimentos, centralmente de aquellos que podrían aportar mayores valores nutricionales como las carnes, los huevos la leche” señala en este sentido Candela Díaz. Para suplir esos faltantes, el informe destaca que “en todos los SDA, las/os referentes señalaron comprar alimentos, independientemente de la recepción de mercadería”. Los alimentos más comprados en forma particular para atender a las necesidades de los SDA son los huevos (63%), aceites (52%), verduras (52%), azúcar (48%), carne de pollo (48%), de vaca (41%) y harinas (36%).

Estos datos muestran que, más allá de la extendida red de asistencia alimentaria que existe en la región a partir de las distintas instancias gubernamentales, las necesidades superan por mucho el alcance de la asistencia estatal. Esta tendencia, que se consolidó a partir de la crisis desatada en 2018, exhibe cada vez peores indicadores y pone un gran signo de alerta en el corto y mediano plazo, donde el impacto de una inflación descontrolada pega principalmente en el precio de los alimentos y las denuncias por parte de las organizaciones sobre la falta de entrega en los comedores crecen al ritmo de la crisis.

OTRAS CARENCIAS ESTRUCTURALES

Insertos en los barrios populares platenses, los SDA relevados no escapan a las condiciones generales de esos territorios, caracterizados por la ausencia de servicios básicos. El reflejo más claro de esta situación es que, de los 73 SDA relevados, 47 utilicen garrafas como combustible para cocinar y 32 lo hagan con leña. El informe destacó que “un 25% de los SDA en los que se cocina, se ven en la necesidad de “salir a buscar y pedir” el combustible” y que “el 40% de estos sitios que elaboran alimentos declara tener problemas para conseguir el combustible. El principal inconveniente mencionado tiene que ver con el precio del mismo”.

Otro problema es el agua. En 40 de los 73 sitios los referentes declararon tener problemas “siempre, casi siempre o a veces” con la provisión de agua. En 24 se señaló la mala calidad del agua, expresada en el mal sabor, y el 74% de los SDA relevados sólo cuentan con agua fría. A su vez, 64 de los 73 sitios cuentan con baño pero la mayoría con descarga a pozo y sin conexión a una red cloacal.

Por otro lado, el 65% de los SDA relevados se encuentran bajo techo, pero 23 están parcialmente bajo techo, lo que deja a las actividades dependientes las inclemencias climáticas. En 4 de cada 10 sitios el espacio para almacenamiento de alimentos es considerado insuficiente y muchas veces las provisiones se ven expuestas a insectos y animales como roedores. El 30% de los sitios no cuenta con artefactos de refrigeración para almacenar alimentos frescos. Esto lleva a una situación que la investigadora Soledad Balerdi describe de la siguiente manera: “se observa un cambio de modalidad de atención, mayormente ahora se entregan comidas elaboradas o viandas, es decir, no se come en los sitios como se hacía antes. En parte esto se explica porque la pandemia obligó a los sitios a restringir la presencialidad, pero también porque no disponen de la infraestructura para ellos”.

 Por último, el transporte de los alimentos también es un problema en la difícil situación económica que se atraviesa. En el 60% de los casos el transporte es gestionado por algún miembro del sitio, la gran mayoría de los cuales no cuenta con vehículos propios por lo que deben recurrir a gastos en fletes o remises. La mitad de los SDA declararon tener problemas con el transporte de alimentos.

En este sentido, Balerdi sentencia: “resulta fundamental garantizar a los hogares las condiciones que permitan garantizar la comensalidad familiar a través del aumento de sus ingresos, pero en la medida que los sectores populares se sigan viendo en la necesidad de recurrir a los comedores de los barrios es  imprescindible avanzar en políticas que fortalezcan estos sitios, tanto en su equipamiento como en la provisión de insumos y alimentos como carnes, leche, frutas y verduras”.

LAS PERSONAS QUE SOSTIENEN LA EMERGENCIA

Generalmente estigmatizados por discursos dominantes en los grandes medios de comunicación y por porciones de la sociedad, son los sectores populares quienes se organizan y llevan adelante estas iniciativas para sobrellevar la crisis alimentaria. La mayoría de los SDA relevados cuenta con un equipo relativamente estable de entre 2 y 20 personas, que en casi todos los casos son mujeres. A su vez, en el 80% de los SDA todas o algunas de estas personas perciben ingresos por trabajar en el sitio, mayoritariamente a través del Programa Potenciar Trabajo, fuente permanente de ataques por parte de la derecha e incluso sectores del propio FdT. Soledad Balerdi opinó en conversación con Diagonales que “es fundamental resaltar y poner en valor el trabajo esencial que hacen estas personas, que sostienen estos espacios que brindan asistencia alimentaria a tantas familias. Estos sitios se sostienen no sólo a partir del trabajo sino de los saberes y las estrategias que estas personas despliegan para garantizar cotidianamente su funcionamiento en un contexto de crisis alimentaria y recursos escasos”.

Como suelen señalar las organizaciones en relación a las discusiones sobre los Potenciar Trabajo, estos casi nunca son el único ingreso que perciben sus beneficiarios. En el 75% de los SDA se señaló que las personas que atienden o cocinan en el sitio tienen además otro trabajo. Muchas veces también parte de esos ingresos son utilizados para las compras de los insumos cuya provisión estatal resulta insuficiente frente a las necesidades alimentarias de las poblaciones, o en cuestiones logísticas como las mencionadas en torno al transporte de los alimentos. Junto a esto, las estrategias de rifas, colectas, venta de producciones y “vaquitas” entre los vecinos son parte de los rebusques diarios de quienes gestionan los SDA, estrategias que se combinan con el “hacer rendir” los alimentos, por ejemplo aguando de más  la leche en polvo y rotando las preparaciones en una semana.

Candela Díaz afirmó en este sentido que “Hay mucha organización entre las referentes de los sitios, que desarrollan estrategias muy diversas a partir de conectarse, enlazarse con otros espacios en el barrio, comercios cercanos para poder acceder a un precio más barato de los alimentos. Al mismo tiempo que la provisión que reciben resulta insuficiente y de baja calidad, las referentes trabajan todos los días poniendo el cuerpo y ese conjunto de saberes y estrategias que son las que permiten sostener semanalmente esa oferta de comidas”.

La crisis en los barrios platenses ya lleva muchos años y los sectores populares resisten organizándose con las herramientas que tienen al alcance. En un contexto donde los debates preelectorales parecen enfocarse mucho más en la necesidad de ajustes y recortes de los gastos sociales, resulta pertinente resaltar la urgencia de construir soluciones estructurales para estas problemáticas, que ya van echando raíces tristemente en el entramado social.