Javier Milei cumple un año como presidente argentino y su experimento libertario al frente del país tiene múltiples aristas para el análisis. Sin embargo, junto con la crueldad instalada como norma en el ejercicio del poder, tal vez la más impactante de todas esas aristas sea la economía. La gran promesa de una recuperación económica y el crecimiento del país, principal bandera de campaña del candidato economista, quedó lejísimos de concretarse y más bien terminó siendo lo contrario: el primer año de Milei se caracteriza, ante todo, por el empobrecimiento del país y los argentinos.

El económico es un aspecto fundante de la llegada de Milei a la Rosada. El estancamiento de una década del crecimiento, y las presidencias consecutivas de Macri y Fernández con caídas del poder adquisitivo de los salarios, sembraron el terreno para brotaran las alocadas posturas que Milei vociferaba marginalmente en medios de comunicación cuando no era más que un panelista que venía por lo provocador y lo disruptivo. Por eso, la magnitud del fracaso económico de este año, comparado con lo que el presidente vendía en campaña como soluciones mágicas, cobra una relevancia particular.

Milei le dijo a los argentinos durante el debate electoral que es “especialista en crecimiento con o sin dinero”, y prometió resolver los enormes problemas económicos que dejaba el peronismo sin afectar a las mayorías. Es cierto que el libertario anunció un brutal ajuste, pero tan cierto como su sentencia de que ese ajuste no lo pagaría la sociedad sino “la casta política”. Mile dijo que los argentinos no perderían sus trabajos, que no aumentarían las tarifas hasta que la economía no se recuperase lo suficiente, que los jubilados no serían afectados, por citar algunos ejemplos. Su perfil de economista experto y su señalamiento de que los problemas estructurales de la economía podían resolverse sin afectar a las mayorías, simplemente ajustando a la política, fueron la razón principalísima de su triunfo electoral.

Más cerca en el tiempo, ya como presidente, Milei tuvo que empezar a justificar lo evidente: que su fórmula para “exterminar” la inflación implicaba serios problemas en términos de actividad económica, desempleo y caída de los salarios. Allí lanzó otra de sus frases tristemente célebres: “¿Quieren saber cómo va a crecer la economía? Va a subir como pedo de buzo”, expresó el presidente a fines de abril, momento en que la caída económica ya encendía todas las alarmas. Al cumplirse un año de su mandato, pocos son los resultados concretos con los que el libertario podría seguir sosteniendo esa afirmación.

MENOS ECONOMÍA

En términos concretos, la economía de Milei registra una fuerte caída en estos primeros doce meses de gobierno. El estimador mensual de actividad económica (EMAE) del Indec marcó hasta septiembre una caída 3,1% en términos interanuales. El primer cuatrimestre del año fue el momento de mayor resentimiento tras la suba del tipo de cambio y la disparada inflacionaria, con un piso de caída en abril del 4,4%. A partir de allí, los siguientes meses estabilizaron la merma en la actividad económica con variaciones mensuales de +0,7% en mayo, -0,1% en junio, +2,7% en julio, +0,9% en agosto y -0,3% en septiembre, último dato del Indec.

Desglosados, los datos de actividad resultan aún más preocupantes. Porque la caída sería aún mayor sin la tracción de los pocos sectores que registraron un crecimiento en este 2024. El principal de ellos es el del Agro, que tras la catastrófica sequía del 2023 tuvo una recuperación del 38,9%. Otras actividades primarias acompañaron esos números positivos, como la explotación de minas y canteras que creció el 7,1%, y la  pesca, que lo hizo un 8,2%. Sin esos sectores, el Centro de Economía Política (CEPA) estima que la caída de la economía en 2024 sería del 4,4%.

En contraste con estos sectores primarios, fuertemente enfocados en la exportación y con incidencias variables en el mercado local, los sectores más dinámicos y que suelen reflejar con mayor claridad el movimiento real de una economía terminan el año con números catastróficos. En términos interanuales, la construcción marca una caída del 19,5%, la industria del 12,4% y el comercio del 10,8%. El “pedo de buzo” te lo debo.

¿MENOS INFLACIÓN?

El principal activo político del Gobierno, el gran logro que puede mostrar ante la sociedad y que le genera hoy por hoy altos niveles de adhesión, es la reducción de la inflación. Ese éxito, sin embargo, también permite ciertos asteriscos en su consideración. El primero y principal es la caída del nivel de actividad, de los salarios y el consumo, que permitieron que el IPC pasara del 25,5% tras la devaluación de diciembre del año pasado al 2,7% de octubre. 

Pero hay otro doble click posible en la discusión inflacionaria, que pasa por cómo la está calculando el oficialismo. El índice actual tiene una construcción que pondera mucho más consumos como los alimentos que otros gastos fijos como las tarifas, uno de los principales puntos de la desregulación de Milei. En 2017 y 2018, el Indec construyó otra medición en la que se pondera con una mayor incidencia a servicios como la luz, el gas, el agua, el transporte, las comunicaciones, etc. El CEPA estimó que, medida con esa fórmula y no con la base de consumos la Encuesta de General de Hogares (ENGHo) de 2004/05, la inflación estaría un 8,5% por encima de la acumulada actualmente.

MENOS SALARIO, MENOS CONSUMO

La disparada inflacionaria de diciembre y los primeros meses del año cumplió el gran objetivo que siempre traen los gobierno de corte conservador como el de Milei: bajar los salarios. Más allá de todo el marketing oficialista en torno a la recuperación de los sueldos, lo cierto es que tanto los formales como los del sector públicos y los de la economía informal siguen, con distintos niveles, bien por debajo de donde estaban antes de la asunción de Milei.

En un detallado informe elaborado a partir de datos de la Superintendencia de Riesgos del Trabajo (SRT), el CEPA estimó la pérdida de los salarios contra la inflación en un 1,5% para los registrados, un 16,1% para los salarios del sector público y un 20,1% para el sector de la economía informal. Sin embargo, si se aplica la fórmula de la Encuesta Nacional de Hogares de 2017/18 para calcular la inflación, las pérdidas de los salarios serían del 9,1%, 22,5% y 27,2%, respectivamente.

Uno de los principales mecanismos que utilizó el Gobierno nacional para consolidar esta baja de los salarios fue la destrucción del Salario Mínimo Vital y Móvil. Luego de sucesivos boicots al Consejo del Salario, el oficialismo fue determinando los niveles de SMVM por decreto. En su última actualización de septiembre el monto quedó en $268.056,50. Según el cálculo del Centro de Investigación y Formación (CIFRA), ese valor no alcanza ni para comprar un 57% de la Canasta Básica Alimentaria, y apenas ara comprar un 25% de la Canasta Básica Total.

Lógicamente, la caída del poder adquisitivo de los salarios resultó en un desplome del consumo. Mes a mes los números de una caída que no se detiene resultan alarmantes. El último informe del Indec en materia de ventas de supermercados volvió a marcar un retroceso tanto en comparación con el 2023 como, y lo que es más preocupante, con el mes anterior. Septiembre 2024 contra septiembre 2023 registró una caída del 12,8% , acumulando un 11,6% de caída acumulada en el año. Lejos de vislumbrarse una recuperación, de agosto a septiembre las ventas cayeron un 0,4%, consolidando la tendencia a la baja que marcó todo el año.

Además, estas caídas del consumo se registran con fuerza en rubros básicos. La carne vacuna quedó en octubre un 11,2% debajo que el mismo mes del 2023, y marcó su peor nivel de consumo en 28 años. La yerba mate acumula una caída del consumo del 9,2% en lo que va del 2024, y se encuentra en su peor nivel desde 2017. Los lácteos, por su parte, acumularon en octubre un retroceso del 11,4% con respecto al mismo período del 2023.

El sector pyme fue uno de los grandes perdedores de la economía de Milei y la caída del consumo interno. La CAME, en su último informe mensual, publicó una caída del 1,7% interanual en noviembre, sumando un retroceso del 12,2% en lo que va del 2024.

MENOS EMPRESAS, MENOS TRABAJO

Otro resultado de la economía Milei es una preocupante pérdida del entramado productivo del país. Cierres de empresas y pérdidas de puestos de trabajo se multiplican en la economía que debería estar subiendo como pedo de buzo pero que, en los hechos, muestra todo lo contrario.

El Frente Productivo Nacional informó recientemente que en lo que va del año unas 16.500 pymes industriales tuvieron que bajar su persiana por la combinación letal del aumento de los costos por el tarifazo, la apertura importadora y la caída del mercado interno a partir del desplome del consumo. A ese dato se suman otros, como el cierre de unos 10.000 kioskos o la pérdida de 2300 empresas entre el sector industrial, la minería y la construcción, tal como informaron recientemente el CEPA y la Confederación de Sindicatos Industriales de la República Argentina (CSIRA).

Lógicamente, el correlato directo a una caída de la actividad económica y el cierre de empresas es la pérdida de puestos de trabajo. Los datos de la Superintendencia de Riesgos del Trabajo exponen que entre noviembre de 2023 y agosto de 2024 se perdieron más de 261 mil empleos formales: pasaron de 9.857.173 a 9.596.156. Los sectores que lideraron esa pérdida fueron la industria manufacturera y la construcción.

Entre el segundo trimestre del año, último dato del Indec, la desocupación había crecido un 1,4% desde el 6,2% del mismo período en 2023, ubicándose en el 7,6%. Así, más de 1,6 millones de argentinos sufren en la Argentina de Milei el drama del desempleo. 

MÁS POBREZA, MÁS HAMBRE

Sin dudas el peor y más palpable resultado del gobierno de Milei, a un año de su inicio, es el brutal incremento de la pobreza y la indigencia en el país. Al término de la gestión del Frente de Todos, la medición del Indec estableció la pobreza en el 41,7% de la población, incluyendo en ese valor la salvaje devaluación de diciembre orquestada por Milei y Caputo y sus efectos en los bolsillos de los argentinos. El dato que se conoció sobre el primer semestre del gobierno libertario fue devastador: el propio Indec indicó que la pobreza llegó al 52,9%, afectando a unos 29,6 millones de argentinos y marcando una realidad en la que más de la mitad del país es pobre.

El incremento de 11,2 puntos porcentuales de la pobreza en tan solo seis meses de gobierno significó uno de los más violentos y agresivos de la historia del país, sólo comparable con los efectos del estallido del 2001 y la salida de la convertibilidad. A su vez, la indigencia trepó en ese momento al 18,1% de la población, sometiendo a 5,4 millones de argentinos y argentinas a la aberrante situación de no poder cubrir ni siquiera sus necesidades alimentarias, y la pobreza en el segmento de lo 0 a los 14 años llegó al 66,1%.

La medición que realiza sistemáticamente el Observatorio de la Deuda Social de la UCA también reflejó a lo largo del año el impacto regresivo de las políticas de Milei. En noviembre del 2023, la UCA registró un 44,7% de pobreza, nivel que escaló hasta el 54,9% de la población en el primer trimestre de 2024. Desde ese pico comenzó un leve descenso que para el tercer trimestre la ubicó en el 49,9%, hecho que fue festejado con bombos y platillos por el oficialismo como si se tratara de un logro extraordinario de su gestión el hecho de que la mitad del país sea pobre.

Lo cierto es que, en paralelo a esa leve disminución de la pobreza medida por ingresos, como efecto de la estabilización de la inflación, la UCA también registró un dato abrumador: el 28% de los argentinos sufre inseguridad alimentaria, definida como “la reducción involuntaria de la porción de comida y/o la percepción de experiencias de hambre por problemas económicos”. En otras palabras, en la Argentina de Milei el 28% de los argentinos saltea comidas, come menos y pasa hambre.

Más aún, ese es el peor registro en casi dos décadas. Hay que remontarse al 2005 para encontrar una marca peor, año en el que la inseguridad alimentaria llegó al 30,3%. En los últimos 10 años, el nivel más bajo de este indicador se dio al final del segundo mandato de CFK, cuando marcó 14,4%, casi la mitad del nivel actual.

La inseguridad alimentaria tiene una fase aún peor, que es la inseguridad alimentaria severa, y que hoy afecta al 12,6% de la población según la UCA. Ambos indicadores crecieron 3.3 y 2 puntos porcentuales respectivamente en comparación con noviembre del 2023. A su vez, la UCA informó que  el 41,6% de la población se encuentra en una situación de pobreza multidimensional, que se define como “hogares pobres por ingresos y que al mismo tiempo presentan al menos una carencia en dimensiones de derechos: alimentación y salud, servicios básicos, vivienda digna, medio ambiente saludable, educación, empleo y seguridad social”.

La Argentina de Milei no crece y la economía está lejos de subir como pedo de buzo. El tipo de cambio planchado permite fabulosos negocios a la bicicleta financiera del carry trade, mientras que el hachazo a los salarios y la liberalización salvaje de los precios produjeron una transferencia de recursos fenomenal de los salarios de los trabajadores a los bolsillos de los grandes empresarios. La contracara de eso es una sociedad empobrecida y hambreada, con menos acceso a la salud y los medicamentos, con mayores dificultades para estudiar y trabajar, y el drama de pagar cuentas y no  llegar a fin de mes más presente que nunca. Nada para festejar.