Vengan de a todos
La apuesta del oficialismo por el voto cruzado sigue más viva que nunca
En esta cinta loca que es la política argentina, saturada de acontecimientos y de hashtags, insultos, drag, Merlo y peronismo, se impone un momento de frenar y repasar algunos de sus hitos recientes para reconstruir ciertas narrativas clave. Menos fast forward y más cámara lenta, casi como una pasada cuadro por cuadro para detectar el momento exacto en que a la Argentina se le rompe el corazón.
Vamos, en primer lugar, a la elección cordobesa: el largo, exhaustivo, contenedor discurso de Schiaretti dio paso a la primera bajada de espuma que otorgó algo de claridad a posteriori. El cordobés terminó quedando del lado cambiemita, en una (más) paradójica victoderrota del peronismo y el oficialismo nacional. Los dirigentes nacionales como Carrió salieron a despegar la marca partidaria de su candidato Negri, para --acto seguido-- ser contradichos por una fotografía con el mismísimo delfín de la Rosada, Marcos Peña. Este movimiento pone en evidencia que el PRO no está viviendo la carrera electoral como una crisis política sino como una crisis de Relaciones Públicas, y se maneja como tal. Esta fotografía (sonrientes, abrazados) y su bajada fue muy difícil de digerir por los analistas opositores: ¿qué significa? ¿Está con él, al fin y al cabo? ¿Le sueltan la mano para después atajarlo en brazos? ¿Era para desestimar a Carrió? Muy confuso. La verdad que esa fotografía tiene un destinatario claro y es la tropa propia y los independientes, en una táctica de whistle blowing de manual. Se trata de un guiño, una señal subliminal que busca reforzar el contrato con el electorado: mantenemos el status quo regional a cambio de su voto en octubre para la nacional. Entregamos a nuestros alfiles para salvar al Rey. Y acá estoy, parece decir Marcos Peña, en representación del Palacio, para abrazar a nuestros caídos en la trinchera. Los valoramos, los reconocemos, los queremos. Gracias.
En otras palabras, la apuesta por el voto cruzado sigue más viva que nunca. El voto cruzado es en diferido, siguiendo con nuestro análisis del macrismo y la gestión de la temporalidad: al desdoblar las instancias electorales, los analistas de la oposición pierden de vista que se trata de una estrategia lisa y llana por el voto cruzado, algo que cuaja bien en una ciudadanía un poco cansada de la retórica de la polarización y la grieta. Equilibrio de poderes, contrapeso de ideologías y a otra cosa mariposa. Acá introducimos un paréntesis: cuando se dirime entre lingüistas en lugar de la sociología, el análisis político se vuelve precioso en su concordancia interna pero errado y obsoleto en su lectura, ya sea estructural o coyuntural. (A los formalistas rusos les gusta esto). Para analizar la coyuntura electoral hace falta distinguir entre la oferta y demanda: desde el punto de vista de la oferta, lo importante es dar con el tono y la apariencia de la moderación. La grieta is so 2015. Ahora bien, desde el punto de vista de la demanda, el electorado no se mueve un milímetro de la polarización, de hecho se percibe un recrudecimiento de la postura ideológica de cada tercio. Nadie está dispuesto a poner en riesgo su voto, es decir su identidad, en esta elección. Desde el punto de vista conservador —o, lo que es lo mismo, lo que la maquinaria comunicacional duranbarbiana trabaja constantemente por imponer— CFK está por fuera del juego democrático, es el elemento que se planta por fuera de la ventana Overton sin correrla, hacia afuera de las normas republicanas, por fuera del contrato social elemental de una nación contemporánea. Este es su techo, esgrimen. El caballo de Troya, el halcón que espera, el disfraz: no se dejen engañar por la leona en traje de cordero.
En este sentido, si vamos a las encuestas publicadas, es imprescindible preguntar a dónde van los votos de todos-los-que-no-son-CFK. En esta aritmética, una primera vuelta el oficialismo sólo tendría que asegurarse de llegar a la segunda vuelta, es decir, evitar que el cristinismo llegue al 45%, o bien 40% con 10 puntos de diferencia con el segundo. Así, cobra sentido que para la estrategia oficialista se vuelva atractiva una oferta múltiple y diversa, para captar los votos que no están convencidos de votar al PRO y sólo lo harían “en caso de vida o muerte”. Y para esta instancia hay que dejar bien claro a nivel comunicacional que Cristina equivale a “la muerte”, como establecimos más arriba: la muerte del sistema democrático, la República y Coso.
Cuando dijimos pensar local ganar global había dos hipótesis en danza, que aún se sostienen: o bien están perdiendo porque no saben o bien están, en realidad, conservando estratégicamente su posición. Las opciones en este escenario, donde el challenger tiene un porcentaje cautivo no menor del mercado, son tres: radicalizar la fórmula (por ejemplo, en cada fuerza, candidatear a Axel Kicillof y a Marcos Peña), moderarla (Alberto Fernández – María Eugenia Vidal), o mantenerla (CFK - Macri). A la espera del bombazo duranbarbiano para anunciar la fórmula, podemos solamente acotar que puesto que la oposición se decidió por el escenario moderado, una innovación ganadora tendría que operar sobre la propuesta moderada; ergo, no esperamos menos que una fórmula de centrismo con esteroides.