¿Ganadores o perdedores?
Todo depende de la perspectiva
Harold Lasswell propuso analizar a la política desde una perspectiva bastante simple. Basta la pregunta, ¿Quién obtiene qué, cuándo y de qué manera? Claramente, el interrogante no ha perdido vigencia. El cierre de listas de cara a las elecciones presidenciales y legislativas presenta un escenario idóneo para ese tipo de análisis.
La postal del viernes pasado parecía un cuadro de arte abstracto. Según quien lo contemple y el lugar desde donde lo haga, aparecen interpretaciones disímiles. Alberto Fernández, por ejemplo, parecía que volvió al juego que más le gusta: la rosca política. La figura de Agustín Rossi, actual jefe de gabinete, como precandidato a vicepresidente se puede traducir como una maniobra directa del presidente más allá de la vinculación que tiene Rossi con el kirchnerismo. Otra variante interpretativa excluye la figura de Fernández como operador político. Aquí, el binomio Massa-Rossi responde a la necesidad de buscar cierto equilibrio en la fórmula y evitar un sesgo demasiado bonaerense en las candidaturas.
Una lectura alternativa de la precandidatura de “unidad” al interior de Unión por la Patria, focaliza en la debilidad del kirchnerismo y la sesión de la baza presidencial en favor de Sergio Massa frente a un eventual fracaso electoral. Históricamente, el peronismo ha perdido tres elecciones presidenciales competitivas: 1983, 1999 y 2015. En todas fue la segunda fuerza y mantuvo cierta incidencia en el Poder Legislativo. Un escenario en el cual la posible segunda vuelta de la elección presidencial podría quedar entre las figuras de Javier Milei y el ganador de la interna de Juntos por el Cambio, sumado a un potencial contingente legislativo diezmado, obliga al kirchnerismo a girar hacia el pragmatismo y evitar una derrota de impacto incierto para su futuro.
Nuevamente la perspectiva altera el análisis del cierre de listas. Frente a una eventual derrota del peronismo, la cuasi suspensión de la interna dentro del peronismo y sin un elemento K dentro de la fórmula puede interpretarse, también, como un despegue del kirchnerismo respecto del futuro electoral. El kirchnerismo te acompaña hasta la puerta del cementerio, pero no entra.
¿Qué sucedería si Sergio Massa se transforma en presidente? Frente a este escenario no tan surrealista, el kirchnerismo guardaría algunos ases bajo la manga. Es sabido que la delicada situación económica y su solución, posiblemente, requiera de una serie de medidas bastante impopulares con graves consecuencias sociales. Alberto Fernández le enseñó al kirchnerismo lo difícil que es crear un relato alternativo en el cual la lapicera no les pertenece. De aquí que sea mejor no aparecer en la foto para luego poder deslindarse de los acontecimientos y las responsabilidades.
Al mismo tiempo, el espacio liderado por Cristina Fernández logró un importante protagonismo en las listas legislativas de la Provincia de Buenos Aires. Al mismo tiempo y luego de varias especulaciones en el aire, Axel Kicillof irá por la reelección con grandes probabilidades de éxito. La confluencia de ambos elementos evidencia una provincialización del kirchnerismo ¿Cómo afecta este atrincheramiento en la provincia de Buenos Aires en la gobernabilidad a nivel nacional? La provincia de Buenos Aires es el distrito más populoso y posiblemente más sensible a las políticas sociales a nivel nacional. Cualquier medida económica que eventualmente implique un recorte en los planes o prestaciones sociales incidiría negativamente sobre el distrito. Al mismo tiempo, el control sobre las organizaciones sociales como de los legisladores bonaerenses le conferiría al gobernador la capacidad de condicionar la política nacional a través de la amenaza de ingobernabilidad. Si se incendia la Provincia, las llamas y el humo pronto sofocarán al resto de los distritos. Esta es la carta más fuerte que guarda el kirchnerismo detrás del armado de listas puesto que afecta a cualquiera de los potenciales presidentes.
La política, como dijo Maquiavelo, versa sobre las apariencias y la capacidad de hacer creer a los otros en los espejismos que uno mismo proyecta. Quién obtiene qué, cómo y cuándo es parte de esa ilusión. Es una cuestión de perspectiva. Después de todo, y como diría nuevamente Maquiavelo, a todos les es dado ver, pero a muy pocos tocar. En otras palabras y citando a otro tipo de príncipe, lo esencial es invisible a los ojos.