Carrot or stick? Or Carrot and stick?
Apuntes sobre el retorno de Trump a la escena internacional
Lejos quedó el tiempo en el que, tras el fin de la Guerra Fría, se auguraba el ocaso del empleo de la fuerza, especialmente entre las potencias, y se vanagloriaban los beneficios del “triunfo” del liberalismo político y económico. La operación especial rusa en Ucrania, el enfrentamiento entre Hamas e Israel y los efectos en la región y sobre la población civil, las (des)escaladas en las zonas de influencia china, constituyen, entre otros, una lista variopinta de ejemplos que dan cuenta de la caída de aquellos discursos triunfalistas.
Tanto el Concepto Estratégico de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) como la Brújula Estratégica de la Unión Europea (UE), aprobados en el año 2022, describen un entorno estratégico caracterizado por la competencia y por el regreso de la política basada en las relaciones de poder. Tal retorno es afirmado particularmente por el documento de la UE, en el que se refuerza el cometido de la autonomía estratégica. Asimismo, tanto la OTAN como la UE, hacen referencia al menoscabo del orden internacional vigente en términos de normas y principios por parte de competidores estratégicos que operan, justamente, “al margen de la ley”.
En este convulsivo contexto internacional se da el triunfo de Donald Trump quien, el 20 de enero de 2025, asumirá por segunda vez la presidencia de los Estados Unidos. Muchos son los interrogantes que se plantean de cara a su política exterior y al juego qué seguirá en materia de política internacional. ¿Actuará siguiendo la lógica del conflicto por medio de los métodos del comercio? ¿Seguirá la lógica del conflicto militar? Se abre un abanico de preguntas que el tiempo se encargará de responder. Pero lo cierto es que, de aquí a la fecha de inicio de su mandato, los actores se irán moviendo en el tablero internacional considerando el perfil del próximo ocupante de la Casa Blanca.
A esta altura, hablar de pragmatismo y proteccionismo parece una verdad de Perogrullo. Bien podrían ser pilares básicos de las políticas que comience a implementar Trump una vez en el cargo, con repercusiones tanto a nivel doméstico como internacional, en un contexto de cierto “vacío de poder” que deja la administración de Joe Biden.
No resulta desacertado indicar que el mundo conflictivo en el que vivimos, en el que los Estados actúan conforme a sus intereses, es un mundo acorde a los postulados de Trump. Aquella alusión a la actuación de terminados actores “al margen de la ley” también podría ser ejemplificado con la aprensión de Trump al multilateralismo. Lo cual no es sinónimo de aislacionismo.
El vicepresidente electo, James Vance, manifestó que Estados Unidos no llevará adelante una política exterior moralizante. Esto nos remite a un discurso pronunciado por Trump en 2017, en el marco de la cumbre árabe-islámica-estadounidense, en el que el primer mandatario manifestó que Estados Unidos no buscaría imponer su estilo de vida en otros Estados, tampoco les indicaría cómo vivir, cómo pensar o a quién adorar: su administración buscaría ofrecer una asociación basada en intereses y valores compartidos en pos de un futuro mejor para todos.
Tal discurso fue pronunciado en Arabia Saudita, Estado casualmente importante en el marco de la guerra que enfrenta a Israel con Hamas hace poco más de un año. Recordemos que unos días antes de los ataques perpetrados por Hamas, Israel y Arabia Saudita habían alcanzado un acuerdo de paz histórico, tres años después de los Acuerdos de Abraham -promovidos por la administración de Donald Trump- a partir de los cuales se normalizaron relaciones entre Israel y algunos de sus vecinos árabes. En reiteradas oportunidades Trump ha manifestado que se ocuparía de llevar la paz a Medio Oriente, incluso que Israel contaría con el respaldo absoluto de Estados Unidos para darle término a la guerra. Pero, claro está, nunca ha manifestado el cómo. ¿De qué manera se producirá el apoyo irrestricto a Israel? ¿Cómo jugarán otros actores de la región?
Así como se apreciaría un mayor compromiso con Israel, no se observaría lo mismo con Ucrania. Trump ha manifestado que pondría fin a la guerra (incluso, antes de asumir). Nuevamente, sin explicar el cómo. Lo que sí podemos rescatar de sus alocuciones, es la crítica realizada a la masiva ayuda económica y militar a Ucrania y la solicitud de que los europeos se hagan cargo de un mayor esfuerzo bélico. La pregunta que podríamos hacernos es: la posible solución al conflicto ucraniano, ¿supondría una mesa de negociación más favorable a las pretensiones rusas? Tengamos en cuenta que, más allá de la relación entre Trump y Putin, el presidente ruso persigue claros objetivos nacionales que supondrían, finalmente, cesiones ucranianas que bien podrían sentar un peligroso precedente en el continente europeo.
En relación a China, ya desde tiempos de su primer mandato, este país había sido identificado como el principal desafío a la seguridad de Estados Unidos. Todo indica que este enfoque tendría continuidad y, de hecho, se profundizaría, especialmente en materia de guerra comercial. El problema es que la magnitud en el alza de aranceles prometidos durante la campaña electoral tendría importantes consecuencias, no sólo en la relación bilateral, sino también, a nivel doméstico y, por qué no, sobre socios de Estados Unidos ante una probable merma de importaciones chinas. No olvidemos que la promesa de aranceles no se ha reducido al país asiático y que también salpicaría, por ejemplo, a miembros de la UE.
Donald Trump asumirá su segundo mandato con un importante capital político. Durante su campaña ha tenido un discurso nacionalista con eje en la economía y en la seguridad, haciendo especial referencia a los inmigrantes ilegales como amenaza. Esto, presumiblemente, tenga impacto en la región en términos de políticas de deportación de inmigrantes y nuevas regulaciones fronterizas para ingresar al país.
Conforme lo dicho hasta aquí, podríamos aventurar una búsqueda de reducción de enfrentamientos bélicos, teniendo por eje el latiguillo que ha acompañado su primer mandato en materia de política exterior: America first. Marco Rubio, nominado como próximo Secretario de Estado, expresó: “lograremos la paz a través de la fuerza y siempre pondremos los intereses de los estadounidenses y de Estados Unidos por encima de todo lo demás”. Aquí, entonces, la pregunta: Carrot or stick? (¿Zanahoria o palo?) Carrot and stick? (¿Zanahoria y palo?) Lo resolveremos en los próximos cuatro años.