De la grieta política a la institucionalización de una cruzada moral
Es la emergencia de una nueva configuración donde aún no han quedado reorganizados los campos de posición
En un post del 16 de febrero de 2024 en la red social X denominado “Desarmando el Gramsci kultural”, el presidente Javier Milei dejó en claro su visión sobre cómo va a afrontar los asuntos gubernamentales. “La raíz del problema argentino no es político y/o económico, es moral (...) la batalla cultural llevada a la política (...), automáticamente genera una línea de separación entre los que viven de los privilegios del Estado y las personas de bien”.
Esta cruzada moral es el fin del antagonismo que configuró la política argentina durante los últimos 15 años y la emergencia de una nueva configuración donde aún no han quedado reorganizados los campos de posición.
Lo que comúnmente se denominó como grieta, fue el antagonismo entre dos fuerzas políticas (kirchnerismo y antikirchnerismo) que, aun cuando hayan tensado la polarización al extremo, mantuvieron las formas de adversarios políticos dentro del marco institucional democrático y republicano. El contenido de esa polarización giraba en torno a cuánta regulación estatal necesita el capitalismo argentino para ser eficiente y a la vez socialmente inclusivo.
La doctrina anarco-capitalista plantea una disrupción respecto a esas formas. Los libertarios no cuestionan aspectos vinculados al rol del estado, sino la existencia misma del estado como modalidad de gestión de lo público. Estamos frente a la institucionalización de un discurso fundamentalista que plantea que el estado es una organización criminal, que el parlamento es un nido de ratas, que el consenso político es corrupción, y que debe establecerse una forma de gobernanza bajo las fuerzas del mercado.
Esta cruzada moral del gobierno interpela a los/as ciudadanos/as en relación al vínculo que tienen con el estado. Todos aquellos que reciben algún beneficio o subsidio son considerados como un costo fiscal.
La novedad respecto a otros programas de ajuste es la institucionalización de la crueldad. Esto no quiere decir que la crueldad no haya estado presente en actos de gobiernos democráticos anteriores, sino que se instituye como razón de estado en la palabra presidencial. Siguiendo a Rita Segato, la política de la crueldad tiene que ver con dispositivos y medidas que capturan aspectos de la vida para convertirlos en cosas susceptibles de ser poseídas, mercantilizadas y finalmente descartadas.
Hasta el momento se han puesto de manifiesto cinco aspectos de gobierno en torno a la crueldad: 1- el mercado como verdad absoluta; 2- la reducción y la simplificación de la vida social y pública al déficit fiscal (la objetivación de la vida a un indicador macroeconómico); 3- la construcción de un otro como un costo que es responsable del déficit fiscal (los jubilados, los docentes, los científicos, los artistas, los empleados públicos, los receptores de programas sociales, y, por supuesto, los políticos); 4- las técnicas de castigo (la motosierra) a ese otro (desde el cierre y/o la amenaza de cierre de organismos públicos, hasta el hostigamiento a una cantante pop); 5- la institucionalización del goce y la celebración por el sufrimiento de ese otro desde la palabra presidencial.
Esta cruzada moral todavía no ha tomado la forma de confrontación política porque aún no ha madurado el campo de organización de esos otros que resisten los embates. Que haya oposición política no significa que se haya reorganizado un campo social y político capaz de poner freno y plantear una alternativa de poder.
Asimismo, es importante destacar que tampoco se ha reorganizado un campo social y político libertario. El grueso de sus electores, aun los de primera vuelta, parecen haber votado por estrés económico y castigo a los gobiernos anteriores, pero no está claro que se vayan a embanderar con esta doctrina.
Aun en medio de esta insólita cruzada moral, todo hace suponer que cuando las fuerzas políticas pongan al “loco” en su lugar, el reordenamiento de los campos en disputa se nutrirá del clásico antagonismo entre peronismo y antiperonismo pero de manera renovada.