Enfrentamientos en Jujuy: mentiras y pases de factura de la política sucia
Todo se mezcla, todo se desdibuja, todo parece ser lo que no es y todo es lo que no parece
Lo que sucede en la provincia de Jujuy es el fiel reflejo de las mentiras, de los pases de facturas, de la política sucia, de la intolerancia y de los enfrentamientos políticos que movilizan gente dispuesta a tirar piedras en el sentido que se les indique. Tiran piedras hacia un lado hoy, mañana hacia el otro. No importa la dirección, siempre que esté acompañada esa acción con un incentivo que aceite la mano.
El derecho a protestar y peticionar, el derecho a movilizarse y reclamar es inalienable y sustentado en la letra de nuestra constitución. Eso es claro. Pero hay dirigentes que trabajan movilizando cual ganado a diversos sectores con necesidades reales varias y negocios espurios propios. Es la explotación del hombre y sus necesidades.
En ese contexto debemos observar lo sucedido en esa provincia del norte del país. No hace falta preguntarse como surgen estos verdaderos frentes de batalla de encapuchados con palos, bombas molotov y piedras en mano, que organizados cual legión espartana en chancletas atacan a las fuerzas públicas que intentan poner orden y prevenir la toma de edificios públicos. El barro del chiquero queda a la vista. Como cerdos, la piara manifestante, se entremezcla y el orden y la ley quedan mancillados y pisoteados.
Algo huele mal como en todo chiquero. Un Gobierno nacional decididamente inactivo en la operatividad de salir a atemperar los ánimos y desplazar sus herramientas de fuerzas federales al lugar para restablecer la paz y el orden. En las antípodas, se muestra hiperactivo en la verborragia contra el gobierno provincial y el gobernador de Jujuy.
Ya todo da igual. Este gobierno nacional no repara en disparar barro para todos lados, salpicando a diestra y siniestra a la oposición a la que considera su enemiga. Inclusive dispara como fuego amigo a sus mismos componentes políticos aliados que fueron parte de la aprobación de la reforma constitucional.
De coherencia ni hablar. No se repara desde el ejecutivo en todo tipo de hipocresía travestida en relato falaz. No les importa crear fabulas y hacer que su sequito de adoradores de planes “no trabajo” se estrellen con quienes tienen la responsabilidad de encausar situaciones de desborde.
Hoy Jujuy es un laboratorio, donde se están probando acciones futuras para desestabilizar gobiernos, presentes y futuros, que no le sean conveniente a sus intereses político-económicos.
Resulta interesante observar cómo aterrizan y llegan al campo de batalla jujeños de distintos “padrillos” nacionales de las variadas razas porcinas. Negros, blancos, colorados, fajados, etc. Movimientos sociales, izquierdas varias, pseudo dirigentes de dudosa representación, etc. Todos a fomentar con palabras incendiarias el caos, en lugar de atemperar los ánimos. La biblia y el calefón. Todos juntos y embarrados tras un fin común.
El Ministerio de Seguridad de la Nación no existe. No quiere dar soluciones. Hoy en manos de un inepto profesional en el área, pero dúctil y experto político capacitado en embarrar canchas y moverse en el chiquero de la política.
¿Tendrá la justicia que sacarlo de la poltrona y obligarlo a mover a sus uniformados en auxilio y respuesta de los delitos federales que se cometen al cortar y realizar piquetes en rutas nacionales? En realidad, son varios los ministerios de seguridad que no existen o viven del relato y marketing. Buenos Aires y Santa Fe, entre otros.
No sé si la nueva constitución es más favorable para los intereses de los jujeños. Solo se, y eso es incontrastable, que se siguieron todos los pasos democráticos para cambiarla, reformarla y adaptarla a los tiempos modernos y con la debida y democrática participación de todas las partes del espectro político de esa provincia.
Ya conocemos el paño K. Solo resta esperar que el juego democrático le de otra oportunidad a este país y su gente a partir de octubre de este año. Mientras tanto pongámonos las botas de goma para no mancharnos con el barro y el estiércol de los chanchos que nos rodean.