Escenario Milei
¿Es posible actuar rápido mediante instituciones lentas?
Algo más de 7 millones de electores consagraron al ciudadano Javier Gerardo Milei como el contendiente presidencial más votado en las primarias obligatorias realizadas recientemente. Este hecho desató pasiones de todo tipo, cálculos políticos variados, reacomodos en la conversación pública y abundantes pronósticos. Si bien estas actividades resultan inevitables, encuadrar el éxito electoral de Milei en la lente democrática no resulta fútil. A continuación, una reflexión en ese sentido.
Como se sabe, hay múltiples visiones sobre la naturaleza y el alcance de la democracia.Sin embargo, aun las más angelicales y poéticas terminan admitiendo, apretando los dientes en muchos casos, que se trata de un régimen de gobierno. Por tanto, la democracia no puede eludir la lógica del poder político: unos mandan, mientras otros obedecen. El ríspido asunto de las élites políticas puede recubrirse con edulcorante, aunque es un ingrediente indispensable del régimen de gobierno democrático.
El ciudadano candidato Milei ha vociferado y continúa haciéndolo de manera exultante que él va por la “casta” política. Más potente que sus ideas resulta su slogan que, grosso modo, se puede sintetizar así: sólo alguien nuevo, puede hacer cosas nuevas. Milei puede sacar rédito electoral del slogan porque nunca ha gobernado, un atributo que hace extensivo a la troupe de candidatos de La Libertad Avanza, militantes y simpatizantes activos. No obstante, nadie compite solo, la competencia política es un hecho colectivo. Si la democracia se puede definir como la “competencia pacífica por el poder”, resulta -como señaló Raymond Aron- una trivialidad decir que los que compiten no son “individuos aislados”, sino entidades colectivas; en el modelo tradicional, los partidos políticos. Desde hace algunos años se atestiguan liderazgos potentes con la capacidad de dividir eficazmente el electorado haciendo que la facción simule un partido en su acepción tradicional. Éste último sería el modelo usado por Milei para enfrentar por fuera a la casta política, i.e. a los políticos profesionales.
Hay muchas interpretaciones posibles sobre el origen y el sentido de la “casta” y, también, sobre las consecuencias políticas que acarrea su uso desmedido. Lo que parece inocultable es el clásico problema tras bambalinas: el liderazgo político. En efecto, uno de los viejos problemas de la democracia es cómo se construyen liderazgos en momentos en donde el electorado reclama cambios vertiginosos. Éste clásico asunto que atrapó el interés de mentes brillantes (entre otros, Max Weber y Hans Kelsen) puede reformularse así: ¿cómo actuar (democráticamente) rápido mediante instituciones lentas? Dado que la democracia es, entre otras cosas fundamentales, un entramado de instituciones lentas que priorizan la negociación, los acuerdos y compromisos, es de esperar que el frenesí del cambio, inevitablemente, se tope con lo que el escritor Carlos Gambescia ha denominado la muda roca de la política. Milei, en tanto candidato a presidente, podrá enviar exploradores y enclavar torres de vigía, aunque sólo siendo presidente se topará con la roca muda, que estará ahí esperando al viajero político como siempre lo ha hecho. Si una parte de la ciudadanía lo consagra presidente, veremos de qué madera son -parafraseando a Weber- los palos que ahora está blandiendo. Por ahora, el slogan de lo nuevo y la casta es, aunque filosas, sólo palabras. Falta ver -como supo advertir Wilfredo Pareto- cómo equilibrará, eventualmente si es presidente, el poder político con el consentimiento. Para retratar este asunto, la traducción castiza de la ocurrencia de Pareto es sobria, aunque en lenguaje doméstico se puede expresar sin equívoco: “las palabras altisonantes no muelen harina”. Se verá.
Dado el abrumador apoyo electoral brindado a Milei, no resulta extraño que la conversación pública hiciera un hecho central del devenir político argentino el interrogante de cómo actuar (democráticamente) rápido mediante instituciones lentas. A pesar de ello, una mayoría de políticos, analistas, académicos y expertos convirtieron, rápidamente, a este interrogante en pronósticos y desenlaces. Para estos actores de la opinión pública, el asunto resulta nítido y se pueden sintetizar sus argumentos como se exponen a continuación. El frenético cambio que propone el candidato Milei se paralizará, en caso de convertirse en presidente, ante la empalizada del entramado institucional que la Constitución Nacional argentina tiene previsto y normado. O bien el hipotético presidente Milei, a punta de decretos y plebiscitos (tema reiterado en su actual discurso), termina su faena cerrando el Congreso, o bien éste, para evitar una virtual parálisis del gobierno, comienza un proceso de juicio político al presidente. En cualquiera de los escenarios el desenlace resulta, para estos analistas, el mismo: ingobernabilidad. Ésta asusta a la opinión pública porque sus consecuencias recaen como un pesado martillo sobre el yunque ciudadano. Pero no hay que olvidar que la responsabilidad de asegurar la gobernabilidad es un asunto de los políticos, es decir, de aquellos que ocupan cargos de elección popular. Quizá estos pronósticos resulten certeros (quis sapit), más allá de que conviene anotar que parten de un diagnóstico estrecho. En efecto, hay más opciones en juego, porque parte del juego se juega con el amplio abanico de políticos. Finalizo presentando una de esas opciones.
Frente a un electorado que desea cambios vertiginosos, la oferta política propuesta por Milei no sólo plantea el interrogante de cómo actuar (democráticamente) rápido mediante instituciones lentas, sino también con quién hacer los cambios. Sintetizando, el interrogante público se encuentra precedido por el enigma que rodea al candidato Milei. Veamos éste asunto con mayor detalle.
Parece muy razonable (y eficaz) que una oferta política quiera atender la demanda electoral de grandes cambios mediante un partido sólido y robusto (esto es, una densa red de amistad política burocratizada). No obstante, la construcción de un partido robusto impone, durante los preparativos preelectorales, la utilización de frenos y contrapesos, jibarizando, así, la oferta frenética de cambio. Parece, al juzgar los hechos, que tanto el candidato Milei como sus electores han tratado de evitar esta paradoja. Milei, en tanto líder político, apostó por la amistad política no burocratizada y tomó el riesgo de llegar al poder reposando exclusivamente en su figura y desde allí crear, una vez instalado en la presidencia, un partido político fuerte. De manera que la paradoja se esconde en el horizonte. Si un partido sólido representa un freno de mano para las grandes transformaciones que requiere el electorado, un liderazgo fuerte, pero sin partido, no tiene los instrumentos vitales para ejecutar los cambios. A menos que … (Nihil fit, nisi tu efficias).
¿Qué tiene que hacer realidad Milei en caso de ser presidente? Si aparece su zorro interior, dos cosas: admitir que no puede gobernar sin dinero y, en consecuencia, incorporar imprescindibles. Estos últimos no son los funcionarios, sino aquellos que tienen el oficio (político) para negociar, tejer alianzas, establecer acuerdos y propiciar compromisos. Actividad quirúrgica y parsimoniosa que consume tiempo y que tiene por objetivo generarle horizonte temporal al gobierno. Es altamente probable que si Milei gana las elecciones los diferentes partidos y agrupaciones políticas vean una sangría de políticos profesionales, puesto que se ofertarán como imprescindibles ante el nuevo y desprovisto gobierno. Sin embargo, para que esto sea posible Milei debe admitir (en foro interno) que no se puede gobernar sin dinero. Por ahora, el león-Milei no deja entrever si tiene un zorro interno.
Invirtiendo la famosa frase de Paul Valéry, pareciera que Milei es, todavía, un león que no está hecho de cordero digerido. Se asemeja, en cambio,a un depredador buscando sus alimentos. Y es aquí donde los viejos y astutos carneros ofrecerán sus artes para servir la mesa (política). No hay que esperar a octubre para saber si en el redil de la política hay movimiento de carneros. El aprisco ya se ha convertido en una gran pradera, algunos tímidos movimientos ya han comenzado. El transcurso del tiempo develará los resultados y, por ahora, como bien ha sintetizado el periodista Carlos Pagni (21 de agosto), el león-Milei sigue con su tarea de despertar leoncillos ¿Hasta qué límite llevará las pasiones?