Una supuesta maldición china que juega con el doble sentido reza: “Ojalá vivas en tiempos interesantes”. Tal vez ese mismo doble sentido se aplica a la reciente declaración del presidente Javier Milei de que “China es un socio comercial muy interesante”. Fue tanta la sorpresa ante su comentario que no quedó medio internacional que no cubriera semejante vuelco en la política exterior argentina ¿Pero a qué se refiere ese proverbial interesante

Tal vez lo interesante que ve el Presidente en la relación con China es el déficit comercial acumulado en 20 años de 83 mil millones de dólares, suficiente para cubrir casi un cuarto de la deuda externa argentina. O tal vez los aproximados 2 mil millones de dólares que los barcos chinos roban por año en pescado argentino. Lo interesante quizás se encuentra en otros ámbitos de cooperación bilateral; en ese caso sería bueno saber por qué las inversiones chinas se desplomaron 80% el año pasado.

Lo cierto es que la relación con China, más que interesante, es preocupante. En lo que va del año se han fugado casi 2 mil millones de dólares en importaciones de productos chinos que, para poner en perspectiva, representa más o menos lo mismo que ha sido ejecutado del presupuesto universitario en el mismo período. Es decir, los dólares que entregamos a China podrían haber duplicado las partidas presupuestarias a las universidades, así evitando el incierto panorama que enfrentan hoy en día.

Ante este panorama, es difícil explicar por qué el Presidente asevera al mismo tiempo que los chinos “no piden nada” cuando hay miles de millones de dólares en juego. Para poner otro ejemplo: entre lo que perdemos en déficit comercial y en pesca extractiva podríamos haber pagado el 80% del swap que venció en junio y que no dejó dormir a economistas propios y ajenos por semanas.

Si de interés hablamos, lo cierto es que nuestra relación con China está lejos de ser desinteresada, al menos mientras sigamos financiando a Beijing a costa de las cuentas nacionales. La situación es aún más desoladora si consideramos las amplias concesiones que China ha conseguido en nuestro país, desde la extraterritorialidad de cientos de hectáreas en Neuquén hasta una cantidad cada vez más importante de nuestras reservas estratégicas de litio en el norte.

Sería injusto atribuir esta constante pérdida de soberanía nacional al Gobierno de turno, aun si no ha hecho nada por equilibrar o mucho menos revertir la situación. Pero el giro radical de Milei sobre China se suma a una larga lista de idas y vueltas en materia de política exterior de un presidente que aún no ha aprendido a delegar en los diplomáticos de carrera o sus propios funcionarios, por caso.

En este sentido, hay una gran oportunidad para presionar a China desde la destreza diplomática a comprar más productos argentinos, con mayor valor agregado e importar cada vez menos. Las alternativas son claras: India ha más que duplicado sus compras a Argentina en lo que va del año, sin necesidad de ningún llamado a Delhi o presión diplomática. Por otro lado, el flete desde Europa o Norteamérica cuesta entre tres y cinco veces menos que desde China: una buena política de Estado sería dejar de enriquecer a grandes navieras para pagar lo que de otra manera saldría muy similar si lo compráramos en nuestro hemisferio.

Claro que no podemos dejar de comerciar con China, que no podemos darnos el lujo de rechazar swaps o inversiones en litio, pero la relación con el gigante asiático no puede seguir manejándose en el corto plazo para siempre. Así es como hemos perdido 83 mil millones de dólares en las últimas décadas, por la falta de una política de Estado que ponga freno a los abusos y resalte las oportunidades, como el acceso al gran mercado chino.

Tal vez, lo interesante de la relación es ver cómo optimizarla. Para eso se necesitará salir a buscar nuevos y mejores socios que muestren a China que no estamos a su merced. Hasta entonces, el Presidente no tendrá otra opción que ir a rendir pleitesía a Beijing en la Cumbre de la CELAC en enero y cruzarse con todos los políticos regionales que ha criticado hasta el cansancio por lo mismo que él está haciendo ahora.