Los comicios presidenciales se acercan en Argentina. Como en un espejo de lo sucedido en Brasil con Bolsonaro, en Estados Unidos con Trump, en Italia con Meloni, el riesgo que implica para la región el crecimiento de Kast Rist en Chile y las maniobras tan antidemocráticas como represivas de Boluarte en Perú; el avance y la representación de un partido liberal (¿libertario?), de derecha y negacionista, se hace cada más palpable en un país que hace treinta y nueve años gritó “Nunca más”[1]. La circulación de expresiones violentas y reaccionarias, causa estupor en ciertos sectores y regocijo en otros. 

Quienes abrazamos los Derechos Humanos; las políticas de Estado con perspectiva social, comunitaria y territorial; e internalizamos la consigna de “Memoria, Verdad y Justicia” como clave para no repetir las atrocidades de un pasado doloroso; decodificamos en este nuevo escenario político un peligro latente para los derechos fundamentales de la ciudadanía. La proliferación de los discursos de odio cobra protagonismo en una esfera pública cada vez más efervescente; un retroceso inadmisible para una convivencia democrática.

El malestar en la política (tradicional), reinterpretando a Bauman, el odio de clase, la misoginia, el rechazo por las diversidades de todo tipo, sumado a la esperanza de un salvador “outsider” ante los cuadros que hemos visto enquistados en el poder por generaciones, han alimentado la ilusión que la ultraderecha es la respuesta del electorado que se presenta como apolítico. Sin embargo, en el fondo -y también en la superficie- aquél es un posicionamiento antiderechos o, dicho en otras palabras, un sentimiento de desprecio por las conquistas sociales.

Conscientes de lo anterior, la mayoría de las mujeres hemos elegido no votar al candidato que niega la existencia de un sistema patriarcal que nos somete como clase. Así, mientras el máximo representante libertario desmiente la desigualdad salarial que padecemos y que venimos denunciando las feministas desde hace décadas, la académica de la Universidad de Harvard, Claudia Goldin, es premiada con el Nobel de Economía por sus contribuciones al estudio de la brecha de género que perjudica a las mujeres en el mercado laboral. En sus investigaciones, Goldin profundizó en la inequidad que se origina principalmente en los hogares y que está asociada a la mayor dedicación diaria en trabajos de cuidados no remunerados, entre otros factores de incidencia.

Las consecuencias de este tipo de declaraciones sexistas por parte de políticos con amplia repercusión mediática, redundan en la deslegitimación de las voces y demandas femeninas, en la invisibilización del número de denuncias por violencia de género y por trans/femicidios, y en la naturalización de la opresión que vivimos mujeres, disidencias sexo-genéricas y otros colectivos estigmatizados en Argentina. Javier Milei habla de “igualdad ante la ley” como parte de su argumentación retrógrada y sesgada. Me pregunto cuál sería la seguridad jurídica para quienes siempre fuimos construidas como la otredad si se eliminan los derechos legítimamente adquiridos.

Cabe recordar que aquellos nacen de la soberanía popular y de la forma republicana de gobierno, por lo que no son beneficios ni privilegios, como nos quiere hacer creer el líder de “La Libertad Avanza”, a la vez que banaliza la violencia de género, afirmando que él no tiene que pedir perdón por poseer genitales masculinos; en una suerte de referencia vulgar de la conceptualización freudiana de la “envidia del pene”. Por supuesto que no. El pedido de disculpas no debería ser por su apelación falocéntrica (o, al menos, no solamente); sino por su retórica negacionista, que abarca temas tan sensibles que van desde la misoginia hasta los crímenes de lesa humanidad en nuestra última dictadura cívico, militar y eclesiástica.

La libertad (de un mercado explotador) avanza. La libertad de la violencia simbólica contra los grupos más vulnerabilizados, empobrecidos y discriminados, avanza. La libertad de re-escribir la historia desde la mirada de los perpetradores, avanza. En definitiva, en la estructura planteada por Milei y Villaruel, la libertad termina siendo una entelequia para la mayoría de quienes habitamos suelo argentino; y una oportunidad de materializar las peores fantasías para un grupo que coquetea abiertamente con la ley marcial y el autoritarismo.

[1] La expresión “Nunca más” apareció por primera vez como título del informe final de la Comisión Nacional sobre la Desaparición de personas; también conocido como “Informe Sábato”, puesto que fue el escritor quien encabezó la comisión que posteriormente entregara la investigación al entonces presidente Dr. Raúl Alfonsín, el 20 de septiembre de 1984.