Desde la elección del pasado 22 de noviembre, la Oficina del Presidente Electo (como se ha dado en llamar) no para de emitir comunicados, y no cesan los anuncios de potenciales ministros y funcionarios que, en razón de horas (e incluso minutos) se desdicen. Tal como se anticipó en este medio[1], el principal dilema de los outsiders al gobernar es la ausencia de una coalición. Javier Milei se encuentra, en estas horas, administrando el jenga de su gobierno: cómo cambia las piezas de lugar de forma tal de construir una coalición -visiblemente débil- que se pueda sostener, y que a su vez pueda acompañar su gestión como presidente.

Este jenga ya vio mover sus primeras piezas antes de la primera vuelta, con el apoyo público de Patricia Bullrich y Luis Petri a la fórmula presidencial de La Libertad Avanza. Detrás de ellos (y bajo la batuta de Mauricio Macri), numerosos dirigentes del PRO se encolumnaron en apoyar a Milei en la segunda vuelta. Tras su triunfo, esas negociaciones se tradujeron en pugnas por espacios de poder específicos en el nuevo gobierno. Desde espacios específicos en el gabinete (ocupando uno de los ocho o nueve ministerios que tendrá el nuevo gobierno), hasta peleas interminables por la profundidad de las políticas que impulsará la gestión entrante. El PRO, en este sentido, queda mucho más expuesto a los vaivenes: son las piezas de abajo del jenga, las primeras en sostener la torre. En la medida que la estructura crece, las piezas de abajo se tienen que ir moviendo para arriba, pero otras quedan abajo.

Juntos por el Cambio (o lo que sea que sobreviva de ella) es la segunda etapa del jenga. El PRO comenzó por fragmentarse, quedando afuera de la estructura principal el post-larretismo y los PRO del interior, cercanos a los gobernadores (como Ignacio Torres). A ellos, se les suma el radicalismo, y las fuerzas menores de la coalición (como el Encuentro Republicano Federal de Pichetto). La Coalición Cívica, ni siquiera juega una ficha: se autoexcluyó de cualquier coalición posible. Estas piezas se convirtieron en las más débiles, pero al mismo tiempo en las más necesarias para que el jenga crezca. Los gobernadores de Juntos por el Cambio (sean radicales, del PRO o de partidos provinciales) son los principales interesados en que la coalición sobreviva: deben liderar espacios locales donde todas las fuerzas ya tienen espacios nítidos de poder, y no pueden darse el lujo de perderlos en sus provincias. Asimismo, también necesitan un vínculo aceitado (lo que no necesariamente se traduce en una alianza) con el nuevo gobierno nacional: priman sus responsabilidades como gobernadores antes que sus deseos políticos. Estas piezas son esenciales, porque son las que les aportarían a Milei la gobernabilidad necesaria. Al mismo tiempo, son las más débiles, porque son las más expuestas a cualquier clase de crisis y conflicto.

Pese a lo anterior, a Milei tampoco le alcanza con una alianza con (casi) todo Juntos por el Cambio. Tiene que cruzar la grieta, ya que los números en el Congreso no le son suficientes. Para ello, necesita pescar en el estanque del peronismo y los partidos provinciales. Hasta ahora, La Libertad Avanza parece haber dado algunas señales. En primer lugar, estaría dispuesto a negociar la presidencia de la Cámara de Diputados (tercer lugar en la línea sucesoria presidencial en caso de acefalía), dejándola en manos de Florencio Randazzo. Esto le permitiría incorporar, de mínima, un diputado más, e incidencia en caso de votaciones con empate. Asimismo, Milei también ha comenzado a mostrarse flexible con incorporar algunos nombres del peronismo, o ligados a distintos gobiernos provinciales en su Poder Ejecutivo. La danza de nombres en este sentido ha fastidiado a sectores de La Libertad Avanza (que se resisten a nombramientos ajenos, particularmente en el Congreso) e incluso a sectores del PRO (que sienten que no se están cumpliendo con acuerdos previos). Como en todo jenga, en la medida que acumulamos nuevas piezas, las que primero conformaron la torre empiezan a estar más débiles.

El problema del jenga es que, en última instancia, es un juego de precisión. Javier Milei tiene la necesidad (y hasta la obligación) de negociar con actores muy diversos, que son -en algunos casos- mutuamente excluyentes. Tiene que impulsar los acuerdos, con la misma precisión que tiene uno al armar el clásico juego de mesa. El cambio de las piezas hace la torre más inestable, pero le permite a la misma ganar más altura. El desafío de Milei ya no es crear una coalición sostenible, sino generar una coalición de gobierno que le permita -mínimamente- arrancar. Una vez que esté en el gobierno tendrá más herramientas para mover piezas. Pero debe tener cuidado: mover una pieza incorrecta puede hacer que toda la torre caiga. Una coalición electoral no es igual que una coalición de gobierno: mientras que las primeras tienen una duración efímera, las segundas necesitan más tiempo. Los costos de su supervivencia son mayores, y pueden también cambiar a lo largo del tiempo. Desde el 19 de noviembre, Milei se convirtió en el administrador de una coalición que tiene las virtudes y las desventajas del Jenga: tiene fichas (muchas) para mover, pero cada movimiento le abre una debilidad nueva. El tiempo demostrará cuán alto llegará esta torre con las piezas que tiene a su mano.

[1]https://www.diagonales.com/opinion/outsiders-en-la-carrera-electoral-argentina_a6440a9e2694cca923238248e