Agresión a Berni: nueva alerta roja a la política
Los incidentes de esta mañana no pueden escindirse de su contexto: una sociedad que lleva años soportando la crisis y un descreimiento generalizado para con la política. Terreno peligroso para todo el sistema.
La escena dantesca de un ministro de Seguridad bonaerense, que además se precia de recio, militar y mano firme, acorralado contra una pared por un grupo de manifestantes, con la cara rota y la incertidumbre de hasta dónde podía escalar la situación, debería ser un llamado de alerta para todo el sistema político. Puntualizar en la violencia de las agresiones contra Sergio Berni sería algo tan erróneo como hacerlo sobre su actitud hollywoodense y recurrente de presentarse en situaciones calientes, muchas veces más para salir en cámara que para terminar resolviendo las causas que las generan. Sin una comprensión del contexto social que se vive, sobre todo en ciertos sectores del AMBA, cualquier análisis y respuesta a lo sucedido corre el riesgo de caer como una gota de agua en un desierto.
El asesinato de Daniel Barrientos, que tenía 65 años y estaba a un mes de jubilarse, no fue un hecho aislado. Es el tercer asesinato de un colectivero en la zona en los últimos 5 años, y hoy en la protesta de choferes se escuchaban relatos de otras situaciones que no terminaron en muertes pero podrían haberlo sido. El hartazgo frente a ese contexto es algo lógico, no sólo por parte de los trabajadores, sino de toda la sociedad que se ve expuesta diariamente a una inseguridad que está en la agenda como un problema a resolver desde hace más de una década.
Ese marco de inseguridad se agrava por la crisis económica. La inflación, la caída del poder adquisitivo, la falta de estabilidad laboral y la sensación de incertidumbre de gran parte de la población en relación a su situación económica es un caldo de cultivo sobre el que siempre germina la violencia, en sus múltiples formas. Con todo este mapa, la totalidad del sistema político enfrenta un desafío gigantesco si no quiere arrimarse peligrosamente a un escenario de hartazgo social con puntos de contacto con el “que se vayan todos” del 2001, que hoy se escuchó de boca de los choferes casi como un canto de triunfo una vez que Berni fue evacuado de la zona.
Mientras tanto, la esfera de la política parece por momentos tener pocos vasos comunicantes con esa situación de tensión social cada vez más irrespirable. El oficialismo, responsable de tener que ofrecer resultados de gestión a la población, sigue inmerso en una interna que ya se cuenta en años y su agenda, o al menos la de la de muchos de sus principales exponentes, se enfoca más en resolver candidaturas o discutir temas que no empatizan con el sentimiento de angustia que hoy atraviesan muchos sectores de la población. La oposición, por su parte, finge demencia alrededor del desastre que dejó hace tan solo tres años y unos meses, y caranchea todo lo que puede de la escena política y social con la mira puesta en el único objetivo de ganar las elecciones. Nadie parece lograr parar la pelota para identificar la enorme necesidad de bajar los decibeles, por un lado, y de trabajar mancomunadamente para lograr al menos algunos resultados, por otro.
Exponentes de ello hay a ambos lados de la grieta. En principio, el ministro Berni llegó al lugar de la protesta sin medir cuáles podrían ser las consecuencias. Acostumbrado a ese modus operandi sobre el que ya construyó un perfil, el razonamiento pareciera ser que con dar la cara en el momento de las protestas luego de los hechos que las provocan alcanza. Mientras, la sociedad reclama resultados de políticas públicas y menos escenificación para la tribuna. Leer esa situación es también parte de la “responsabilidad” de los funcionarios, a la que Berni alude para justificar sus apersonamientos en momentos picantes.
Las declaraciones del ministro fuera del hospital Churruca no hicieron más que confirmar lo anterior. En modo indestructible, Berni salió con la cara rota a hablar ante las cámaras para decir que está acostumbrado a esas situaciones y que a pesar de tener una fractura en el rostro seguiría trabajando al salir del hospital porque “un soldado no puede rendirse ni escaparse”. La figura la utilizó también para explicar por qué no quería irse del lugar de los hechos cuando la Policía de la Ciudad, “prefiero morir de pie” lanzó. Es difícil suponer que ese tono y esa actitud logren interpelar a una ciudadanía hastiada de las representaciones teatrales y demandante de resultados concretos.
El Gobierno bonaerense enfrentará un gran desafío para salir de esta situación, que tras la jugada fallida de Berni no hizo más que empeorar. A la bronca y el dolor por el asesinato de Barrientos, se suma ahora el papelón dantesco de un ministro golpeado y acorralado, que tuvo que ser evacuado con un casco de bicicleta en la cabeza y al grito de “no me quiero ir”. La política de seguridad en la provincia sigue siendo una columna vertebral de los reclamos de la ciudadanía, y más allá de avances y retrocesos en distintos momentos de la historia reciente, ninguna gestión parece lograr abordarlo en forma integral, profunda y comunicarlo con claridad a la sociedad para empezar a revertir un sentido común instalado alrededor de que no se puede vivir tranquilo. Las imágenes de los choferes de colectivo reclamándole a Berni que no era la primera vez que iba a prometer soluciones que luego no llegaban, le hace un flaco favor a un Gobernador al que la oposición elige golpear con el tema de la inseguridad como caballito de batalla.
Justamente la oposición, que ya se vende como próximo gobierno, aprovechó una vez más la situación para hacer leña del árbol caído con lógica electoralista. “Cuando voy por la calle me piden bala, ni siquiera cárcel” soltó Espert ante las cámaras de LN+. “Esto sucede cuando, en vez de luchar de frente contra el crimen, se participa de un gobierno que avala la delincuencia” tuiteó Patricia Bullrich. “Años justificando robos y homicidios. Años destruyendo trabajos y oportunidades. Éstas son las consecuencias Sergio Berni” disparó López Murphy. “La política se convirtió en un circo dramático y sin espectadores. Es el hartazgo, el cinismo y el relato sin respuestas” tuiteó Vidal, la ex gobernadora que perdió hace poco más de tres años por 20 puntos. Sin ningún mostrar tipo de responsabilidad para con la situación, sin hacerse cargo del cheque en blanco de la sociedad que dilapidaron en un solo mandato, sin asumir que la profunda crisis social y económica que atraviesa el país se inició como resultado de la gestión de su gobierno, el macrismo y sus satélites salen a caranchearlo todo al mismo tiempo que obstaculizan el funcionamiento del Poder Legislativo y no aportan una sola iniciativa para trabajar las problemáticas del país.
El otro candidato del PRO, Horacio Rodríguez Larreta, jugó rápido con el envío de su policía a rescatar al ministro de la película de rambo en la que se había metido. “Toda mi solidaridad con la familia del chofer asesinado en La Matanza y el agradecimiento a la Policía de la Ciudad por su trabajo, especialmente a los 8 policías heridos. Repudio las agresiones al ministro Berni, estamos en contra de toda violencia, nos merecemos vivir en paz” soltó en Tuitter, apelando a su perfil moderado pero a la vez sacando pecho de su intervención en el hecho. Nada dijo sobre las agresiones de la Policía de la Ciudad a los choferes, que quedaron registradas en las cámaras de televisión y ameritarían sanciones a varios efectivos por su actitud represiva y de abuso de poder.
El comunicado de la fuerza de la CABA se tituló “La Policía de la Ciudad rescató al ministro Berni en medio de agresiones. Hay ocho efectivos heridos”, en lo que pareció una mojada de oreja al ministro bonaerense, al que también apunto por haber “aterrizado en Alberdi y General Paz sin dar aviso al Ministerio de Justicia y Seguridad de la Ciudad ni a la Policía de la Ciudad”. Berni respondió que los efectivos de la Ciudad cumplieron un protocolo pero no deberían haberlo sacado porque no sabían lo que él estaba negociando
De paso, el ministro recordó también que si no hay más efectivos de Gendarmería en la PBA, como le reclamaban los choferes, es porque el Gobierno nacional no los manda. Interna en el FdT, tironeo político con JxC en clave electoral, escenificación, cruces y chicanas de todo tipo que van derecho a chocar de frente con la apatía de una sociedad que sólo quiere resultados concretos. Mientras tanto, un sector de La Cámpora llevaba adelante un plenario contra la “proscripción” de CFK y anunciaba una movilización a tribunales para el 13 de abril, en el momento en que se sucedían los hechos. Desde la Casa Rosada, abiertamente enfrentada con Berni, tampoco se escucharon consideraciones del caso hasta bien entrada la tarde.
La crisis económica y social comienza a poner en cuestión las bases del sistema y la política parece no poder salir de su endogamia. El horno no está para bollos pero la dirigencia no termina de percibirlo con profundidad, o no encuentra la creatividad para responder en consecuencia. Los resultados son alertas, situaciones en las que se van traspansando límites como como el de este mediodía, sin claridad sobre hasta dónde puede escalar el conflicto social. Cada vez se acorta más la mecha.