Pese a que la Provincia de Buenos Aires aparece representada muchas veces como una zona liberada donde prolifera la violencia, lo cierto es que las estadísticas oficiales dicen otra cosa. Durante los últimos diez años, la tasa de homicidios dolosos se redujo más de un 30 por ciento en territorio bonaerense. Pero además, la mayoría abrumadora de quienes cometen asesinatos lo hacen en la vía pública, no en domicilios privados, y el ranking de motivaciones lo encabezan los “conflictos interpersonales” muy por encima de “del contexto de robo”, que se ubica en el tercer lugar, detrás de los indefinidos. Más: en contraste con cierto imaginario del que se nutren los discursos de mano dura, la participación de pibes menores de edad en asesinatos se redujo en un 60 por ciento en el mismo período. Los datos surgen de un estudio sobre delitos y violencias elaborado por el Observatorio de Políticas de Seguridad (OPS) de la Facultad de Humanidades de la Universidad Nacional de La Plata, cuyos investigadores analizaron las estadísticas de la Procuración Bonaerense “con el objetivo de aportar al análisis y difusión de información confiable y pública, que sirva de base para la elaboración de políticas de seguridad” y de profundizar en la discusión colectiva” sobre la problemática, contaminada casi siempre por el sensacionalismo, el peso de las encuestas de opinión y las promesas de campaña de la derecha política.

El estudio, realizado por más de una decena de especialistas, se propuso analizar la serie histórica del delito que va desde 2009 a 2019. Atraviesa dos gobernaciones de Daniel Scioli y los cuatro años de María Eugenia Vidal. En casi todos los rubros, salvo excepciones puntuales, se encontraron con una merma considerable de los delitos violentos, a contramano de lo que supone el sentido común circulante sobre el problema. “Los datos, si se los lee como corresponden, están ahí para cuestionar la mirada más tradicional sobre delincuencia, que reduce todo sólo a la inseguridad”, explicó a Diagonales la socióloga Paz Cabral, coordinadora del informe. De hecho, a contramano de la reducción en los homicidios, sí crecieron los femicidios, que recién empezaron a contarse como tales en 2015, y desde entonces, incluso superaron en número a los homicidios en contexto de robo. También crecieron significativamente los delitos vinculados a la violencia de género y contra las diversidades, como la agresión sexual.

En concreto, los homicidios dolosos disminuyeron un 32,3 por ciento en diez años: pasaron de 1348 cada 100 mil habitantes en 2009, a apenas 913 en 2019. Es el dato más significativo: como tienen un nivel de subregistro casi nulo (prácticamente ninguno queda sin denunciarse) son un indicador central a la hora de medir en nivel de violencia de una sociedad. Y el registro está en baja. “Si lo ponemos en contexto con otros países de América Latina, en general siempre nos va a dar como país, más a allá de la Provincia en sí, que estamos muy lejos de los niveles de violencias que se manejan, siempre en términos generales”, reflexionó Cabral.

Además, más del 60 por ciento de los homicidios dolosos se dieron en la vía pública, y solo un 30% fueron en viviendas. Los “conflictos interpersonales” encabezan el ranking de los móviles, y a partir de 2015, con el crecimiento de los registros de femicidios, el homicidio en contexto de robo queda en el cuarto lugar. En el 46% de los casos, existía una “relación previa” entre víctimas y victimarios. Más datos: a partir del 2013, los homicidios cometidos con armas de fuego se redujeron en un 43,3 por ciento. Los investigadores encontraron además que entre 2009 y 2019, la cantidad de homicidios culposos –los accidentes de tránsito, por caso– superaron a los homicidios dolosos.

El informe sirve también para desvincular el robo con la muerte o la violencia extrema. Si se analizan los casos no por la tasa porcentual, sino por el número desnudo, el panorama se aclara un poco más. El año pasado, sin ir más lejos, se cometieron 192 asesinatos en “contexto de robo”, un número a todas luces preocupante pero, aún así, menor a 2018, que fueron 198; menor a 2017, que se contaron 202, e incluso a 2016, con un total de 263. Es decir, vienen bajando.  Y no sólo eso: los asesinatos por motivos de violencia intrafamiliar y de género ya lo superaron en la medición en 2019, con 235 muertes.

LOS DELITOS QUE SI CRECIERON

Los robos y los robos agravados sí crecieron, aunque de forma fluctuante. La serie histórica es la siguiente: hubo un ascenso entre 2009 y 2011, un descenso sostenido entre 2011 y 2014 y un nuevo crecimiento a partir de 2015 y hasta 2019, año que llegaron a su pico histórico. En 2015, por caso, se registraron 840,9 robos y robos agravados (por uso de arma) cada 100 mil habitantes, menos incluso que los que había en 2009, pero desde entonces no paró de crecer y llegó a 1104,4 en 2019, el registro más alto de la serie. Cabe aclarar que los investigadores englobaron en el apartado “robos” aquellos que son simples y también los que son “agravados por uso de arma”, sin distinciones. De todas formas, siempre es un dato para tomar con pinzas, dado que no todos los robos se denuncian.

También hubo un crecimiento lento pero sostenido de las amenazas, que pasaron de una tasa de 550,4 (siempre cada cien mil habitantes) en 2009 a 651,1 en 2019.

Otro dato no menor: crecieron los homicidios cometidos por las propias fuerzas de seguridad, en especial de la propia Bonaerense, donde también cuentan los casos de “gatillo fácil”. En la estadística, los crímenes de la policía representaron el 5,3% de los casos en 2017, el 5,6% en 2018 y 6,5% en 2019, lo cual es curioso porque el crecimiento se dio en un contexto de reducción de los homicidios en general. Además, el ítem homicidio “Cometido por agente de fuerza de seguridad en contexto de sus funciones” superó el año pasado a “Legítima defensa”, “Ajuste de cuentas” y “Violencia intrafamiliar”.

LAS VICTIMAS Y LOS VICTIMARIOS

La abrumadora mayoría de quienes matan son varones: no baja del 93 o el 95 por ciento del total de los casos, según el año. También son quienes más son asesinados: los hombres representan cerca del 85 por ciento del total de las víctimas. Casi todos quienes cometen ese delito extremo son adultos; la participación de pibes menores se redujo en más de 60 por ciento a lo largo de los últimos diez años. Un índice que deberían revisar quienes pregonan la baja de la edad de imputabilidad.

Recién a partir de 2015 se comenzaron a contar los femicidios. Desde entonces, a contramano de la tendencia general, comenzaron a incrementarse. Las mujeres representan el 15 por ciento del total de las víctimas a partir de ese año. La mayoría de los homicidios de mujeres fueron “femicidios”, es decir, las mataron por su condición de género. Ése fue el motivo comprobado del 65 por ciento de los asesinatos de mujeres en 2019.

“Estos datos, que los varones sean quienes más cometen homicidios pero también quienes más los sufren, y el crecimiento de los femicidios, desnudan la naturaleza patriarcal de las violencias”, describió Cabral.

Además, del 2009 al 2019, los delitos contra la integridad sexual casi que se triplicaron: pasaron de una tasa de 56,1 cada cien mil habitantes en 2009 a 141 en 2019. “Este aumento puede hallarse asociado a un incremento de las denuncias de estos hechos a partir de la mayor visibilidad que ha adquirido a nivel social este tipo de violencias, especialmente de la mano de la problematización de la violencia de género. Justamente, las mujeres constituyen la gran mayoría de las víctimas de estos delitos”, reza el informe.

Si se toman los números desnudos, la realidad surge de manera brutal: en 2009 se denunciaron 8870 delitos de agresión sexual, mientras que en 2019 fueron 24486. Un incremento del 176 por ciento en diez años.