Parece haber pasado un siglo, pero fue a mediados de este año. El peronismo exponía sus internas a cielo abierto en relación a las candidaturas, y mucho se especulaba con el lugar de la tropa de CFK. El tironeo con Alberto Fernández, primero para que se bajara de su sueño trasnochado de una reelección, luego para que bajara a sus candidatos y se evitaran así las internas, era agenda de todos los días en un oficialismo que ya corría muy de atrás una situación económica que sería definitiva. Con el amague hasta último momento con un candidato presidencial propio que, hoy lo muestra el diario del lunes, hubiera significado que el kirchnerismo le pusiera la cara a la derrota, la vicepresidenta y los suyos avanzaron en lo concreto en una estrategia que quedó reflejada en las listas: asegurarse una importante estructura en el sistema para, desde allí, encarar la resistencia.

Y, finalmente, le resultó efectiva. Mucho se dijo ya desde el año pasado en torno a que la propia CFK veía como inevitable una derrota en las urnas producto de la caída del poder adquisitivo del salario y el aumento de la inflación y la pobreza. Cierto o no, lo concreto es que el kirchnerismo no se embanderó en encabezar la disputa electoral a nivel presidencial, y trabajó para acomodarse en lo que aparecía más seguro: la provincia de Buenos Aires y el Poder Legislativo. Luego de elecciones generales de octubre, excepcionales en su resultado si se las mide con la lupa de la economía y los otros dos turnos electorales, el cristinismo quedó posicionado como la principal fuerza opositora en términos de estructura. Ahora, restará ver cómo juega desde las posiciones que negoció y ganó.

El Poder Legislativo será una barrera de contención a cualquier desborde que Javier Milei intente imponer en el país. Lo supo de entrada el kirchnerismo, que copó lugares en las listas más importantes para el Congreso anticipándose a un escenario político como el que se abrió desde el domingo pasado. Entre esas listas centrales, estuvieron las de la provincia de Buenos Aires.

Los soldados de CFK se quedaron con los principales lugares para ambas cámaras en las listas bonaerenses. En Senadores, Eduardo Wado de Pedro y Juliana Di Tullio ganaron las dos bancas por la provincia, y reforzarán la ya poderosa tropa en la Cámara Baja con la que cuenta el peronismo en general, y el kirchnerismo en particular.

En Diputados, Máximo Kirchner encabezó la boleta que protagonizó una fenomenal remontada entre agosto y octubre para terminar otorgando una victoria rutilante en las generales. Junto al líder de La Cámpora, que revalidó su banca por cuatro años más en la Cámara Baja, otros cinco militantes de la organización entrarán al Congreso a partir del 10 de diciembre: Luana Volnovich, Rodolfo Tailhade, Matías Molle y Luciana Potenza. La Cámpora contará con un total de 20 de los 108 diputados y diputadas de Unión por la Patria.

El poder de veto legislativo que se aseguró el peronismo será un factor determinante en lo que viene. En ambas cámaras quedó como primera minoría y con chances concretas de articular con otras fuerzas para lograr quórum propio. El caso del Senado es el más contundente. Allí, UP tendrá 33 de las 37 bancas necesarias para el quórum, y quedó a pocas alianzas de poder conseguirlo. Distinto escenario al de La Libertad Avanza, que sólo tendrá 7 Senadores. Juntos por el Cambio tendrá 21 escaños, y allí hay que considerar también las posibles alianzas coyunturales entre el peronismo y el radicalismo para frenar avances de Milei y Macri sobre temas estratégicos como las privatizaciones.

En Diputados el peronismo también será la primera minoría, aunque algo más lejos del quórum propio. A las 108 bancas de UP le siguen las 94 de Juntos por el Cambio y 38 de La Libertad Avanza. Nuevamente el quiebre entre el macrismo y el radicalismo será un punto determinante a la hora de pensar en posibles bloques y alianzas en temas estratégicos.

Otro elemento crucial en el plano legislativo es el hecho de que Milei no contará con un tercio propio en ninguna de las dos cámaras. Esto lo pone técnicamente a tiro de un juicio político, que para prosperar debe contar con dos tercios en ambas cámaras. Las posiciones conquistadas por el kirchnerismo serán claves en ese devenir, y el llamado a la unidad nacional con el que el peronismo hizo campaña tendrá en la resistencia una nueva forma posible de expresión.

Pero además de lo legislativo, el cristinismo también avanzó con contundencia en poder territorial en la que será la primera trinchera: la provincia de Buenos Aires. La Cámpora pasará a gobernar 12 distritos en relación a los tres que ya gobernaba. Un crecimiento exponencial que además incorporó municipios de peso como Lanús, Hurlingham, Bahía Blanca, Olavarría y Azul. Ese crecimiento, por otro lado, se expresará también en la legislatura bonaerense, donde los comandados por Máximo Kirchner también sumarán jugadores propios.

Sin embargo, la que sin dudas aparece como la principal plataforma política para la oposición y el cristinismo, es la gobernación de la provincia de Buenos Aires. Axel Kicillof arrasó en las urnas y cosechó un categórico 45% de los votos, luego de cuatro años cruzados por la pandemia y la crisis. La espalda política del gobernador se ensanchó fenomenalmente con esa victoria, que lo deposita en el máximo cargo institucional con el que contará la nueva oposición para enfrentar al gobierno de Milei y Macri. Pero el escenario también aparece complejo para el gobernador reelecto, y su juego de aquí en adelante puede discurrir por distintos caminos posibles.

A Kicillof quisieron empujarlo a la candidatura nacional, y en su resistencia a quedarse en la provincia reside un enorme porcentaje de la resistencia posible a partir del 10 de diciembre. Pero esa puja interna con La Cámpora es también un factor que habrá que seguir como un condicionante de los movimientos el gobernador, que ya se recuesta en algunos intendentes de peso.

¿Se parará desde el primer día como líder la oposición? Es una pregunta abierta en la que también hay que considerar su responsabilidad de gestión. Con el recorte de los fondos que recibirá la Provincia por parte de la Nación, a Kicillof se le complicará el presupuesto de una provincia tan compleja como Buenos Aires, y la relación con los intendentes, que ya buscan tender puentes directos con la Rosada como estrategia propia de negociación. En esa tensión deberá moverse el gobernador, articulando el lugar político en el que quedó posicionado y que le pedirán que encabece, con los resultados que deberá garantizar en su territorio para contar con la legitimidad política que le dieron las urnas pero que también puede disolverse si la gestión no da las respuestas que la sociedad demanda. Será la primera vez desde De la Rúa y Duhalde que un gobernador bonaerense deba lidiar con un presidente de otro signo político. Tal el desafío de Kicillof, además frente a una base propia que le pedirá que encabece la resistencia.

En el entorno del gobernador siempre dejaron claro un mensaje: “el kicillofismo no existe, somos cristinistas”. Efectivamente, Kicillof no se dedicó en estos cuatro años a armar una base de poder propia, y construyó con los diferentes sectores del peronismo bonaerense. ¿Seguirá siendo CFK la conducción de Kicillof, tal como siempre expresaron cerca del gobernador? ¿Encarará un camino propio en el que, sin romper con su ADN cristinista, intente la construcción de un nuevo bloque bajo su propio liderazgo? ¿Cómo dialogarán estas variables con las expectativas y la construcción de La Cámpora? Preguntas al aire que marcarán el pulso del peronismo que viene.

La estrategia de la resistencia estuvo planteada desde un principio, en caso que no sucediera el milagro. Con todo el peso de la realidad volcado en las urnas el domingo pasado, las decisiones del kirchnerismo en el pasado cobran un nuevo sentido hacia el futuro. Comienza una nueva etapa y las posiciones ya están dispuestas en el tablero. Ahora habrá que ver cómo se mueven.