¿Qué decir sobre el territorio del Conurbano?
Podría equipararse a la huella geológica de una racionalidad neoliberal que primó en la producción de la ciudad en los noventa
¿Qué decir que no haya sido dicho y qué de lo dicho vale ser reiterado? Recuperando esta última inquietud, afirmamos que los cordones siguen siendo coordenadas válidas para navegar en el mar de sus 24 partidos. Basta con señalar la mayor cobertura de las redes de infraestructura urbana en el primer cordón y el mayor crecimiento demográfico constatado por el Censo en el segundo para reforzar esta distinción. También, puede decirse que una parte significativa de la industria bonaerense está radicada en sus partidos. En las localizaciones más tradicionales del primer cordón, que abraza a la Ciudad de Buenos Aires, donde se entremezcla con el tejido residencial. Paralelamente a estas constataciones se advierte la presencia de grandes establecimientos desocupados que han sido designados por la producción académica como “cementerios industriales”, producto del cierre de antiguas firmas y del proceso de relocalización industrial metropolitano que se acentúa durante la década de 1990. Asimismo, la encontramos en el segundo cordón ocupando superficies más extensas y áreas especialmente acondicionadas para fines productivos que alientan el agrupamiento de firmas.
Esta hipótesis sobre la vigencia de los cordones puede matizarse cuando se observa el eje norte del aglomerado, que se recuesta sobre la autopista Panamericana. La presencia de grandes superficies privadas destinadas a equipamientos comerciales, urbanizaciones cerradas y a las infraestructuras productivas que alojan a la industria y los servicios hace que este territorio pueda leerse, también, en clave de corredor. Vale, a modo de metáfora, equipararlo a la huella geológica de una racionalidad neoliberal que primó en la producción de la ciudad en los noventa y que privilegió la movilidad individual en detrimento de la colectiva, el transporte privado en detrimento del público y los barrios privados para alojar a las clases medias altas y altas en detrimento de los espacios públicos y la oferta de viviendas para las clases medias y populares.
Por otro lado, se constatan otros procesos que dejaron huellas territoriales complejas que son más esquivas a los registros cartográficos y que nos invitan a poner en cuestión nuestra imaginación geográfica del Conurbano. Antes, mencionar que el carácter y la extensión de la columna nos confieren la libertad de adoptar un prisma caprichoso y exagerado, sin pretensiones de exhaustividad. Por ello, citamos sólo tres.
El primero se contrapone en sus efectos a lo señalado respecto de la década del noventa. Se trata de las universidades nacionales que desembarcaron en sus dos cordones y que desde el gobierno menemista y durante los gobiernos kirchneristas terminaron de trazar un nuevo mapa de la oferta de educación pública universitaria en el AMBA. Tal vez se trate de la política urbana más significativa de los últimos veinticinco años. Política que además de acercar la universidad pública a millones de habitantes del Conurbano, viene alentando un proceso de descentralización de docentes e investigadores e incorporando a la agenda de la investigación financiada con fondos públicos el estudio de los espacios locales. Esto es, se estudian y se piensan otros territorios y esto mismo redefine al territorio que denominamos Conurbano.
El segundo, está emparentado con la llamada causa Mendoza, por la que la Corte Suprema establece el saneamiento del Riachuelo. Aquí, queda esbozada otra clave de lectura territorial para el Conurbano: sus cuencas, receptoras de los hogares que no acceden a los suelos aptos para el uso residencial y de los vertidos contaminantes de las industrias que externalizan sus costos. Esta clave permeó e impuso otra modalidad de gestión territorial metropolitana mediante la creación de la Autoridad de Cuenca Matanza Riachuelo, explicitando la impostergabilidad de coordinar políticas hacia afuera y hacia adentro del Conurbano.
El resultado de este proceso se manifiesta en profundas marcas territoriales, que afectan particularmente al aglomerado y cuyos efectos llegan con mayor demora a la Ciudad de Buenos Aires. Ello tal vez explique su escasa presencia en los estudios académicos territoriales y en la construcción periodística de la realidad. Una de estas marcas toma forma en el Camino de la Ribera, que integra el Riachuelo a la cotidianeidad de la población del Conurbano y transforma las condiciones de vida de los habitantes de los barrios populares que ocupaban esa sirga.
Y el tercero, con la economía popular y sus anclajes territoriales. En una columna anterior (https://www.diagonales.com/contenido/los-barrios-de-la-economa-popular/21914), señalamos que esta economía se teje principalmente en los barrios del Conurbano, cuya magnitud se expresa en el Registro Nacional de Barrios Populares creado en 2017. El mismo ilumina una nueva cartografía que aloja a ochocientos de los cinco mil barrios registrados en el país. Y devela la necesidad de analizar el pulso de esta economía y sus coordenadas geográficas para comprender los procesos territoriales en curso dentro del aglomerado.
*Investigadora CONICET en la FADU (UBA) y Docente UNDAV. En coautoría con M. Claudia Cabrera (Investigadora UNDAV – Profesora Facultad Cs Sociales de la UBA)