Bonaerenses por el mundo Año Nuevo en Madrid
Columna por Luciana Ceccarelli de Mar del Plata Bs. As
Mi nombre es Luciana, tengo 28 años y soy marplatense, jugadora y profe de hockey y llegué a Madrid el 28 de junio del 2016. Somos un grupo de 12 argentinas dependiendo la época del año, siempre estamos juntando nuevas patriotas para que se sumen al fogón, porque donde comen 10 pueden comer 12. Vivimos alejadas de Madrid centro, ya que varía mucho el precio de los pisos y de las habitaciones compartidas, nos convertimos en especialistas del transporte público y la base suele ser el intercambiador Moncloa, donde paramos a cargar agua para el termo y coger el metro o cualquier bus.
En los meses de verano donde las temperaturas oscilan los 46 grados a las 8 de la noche, la flota de argentos guardavidas se aglomera en las estaciones y son fáciles de identificar... Chanclas Adidas, gafas espejadas y un aire surfer para el inexistente mar madrileño. Pero a partir de septiembre, pasamos a ser leyenda, como Will Smith en su película; cae el sol y son ellos y nosotras, hasta que el cálido y sofocante verano vuelva, y las golondrinas regresen. Hasta entonces las que nos quedamos, debemos enfrentarnos con las fiestas lejos de casa.
Si bien las comunicaciones son constantes y uno materializa su cuerpo en una tablet que toda la familia pasa de mano en mano, no es tan fácil de este lado. Sentimientos encontrados, la soledad, las ganas de estar ahí. Aquí el espíritu y las sensaciones son diferentes, quizás por el clima gélido, hoy el Mantecol tiene más sentido que nunca, pero sin gracia. En las calles se respira Navidad a partir del 8 de diciembre, el árbol de la rotonda pasa a ser un luminoso y espléndido árbol de Navidad; ángeles, campanas, y renos iluminan las calles.
Pero cuando uno no tiene casa, dónde pasa las fiestas?! Se abarajaron varias opciones, cómo vagarla quedarnos en la plaza Puerta del Sol con 12 uvas y un vino espumante, viajes low cost a cualquier destino; y las que tienen suerte o pudieron arreglar con sus clubes, volver a Argentina dos semanitas a hacer acto de presencia, saber que todos están bien y volver a cruzar el charco. Hoy, a mi no me tocó ninguna de esas opciones, y recurrimos a la juntada , una familia argentina que tiene localía, nos brindó su casa y preparó un auténtico asado argentino con la presencia de solo un nativo español.
El día estuvo dedicado a videollamadas, mensajes de vos, emociones constantes, una bipolaridad entre qué bueno lo que estoy viviendo y el mirá lo que me estoy perdiendo . Para nosotras conocer gente nueva es cotidiano y estar en la misma situación, lejos, solos, hace que la cena sea muy especial. Después de un tiempo de estar aquí uno se olvida lo divertido que es escuchar los gritos, el aplauso al asador y el brindis por cualquier causa común.
Fueron las 12, 12 campanadas y 12 uvas que hipotéticamente tenían que entrar en la boca, y luego el abrazo al primero que esté al lado, que la está peleando como vos, que la está sufriendo a la distancia y está ahí para desearte un feliz año!
Brindo por un año lleno de oportunidades, de proyectos, y de educación para los jóvenes!
(Y por la vuelta a casa!)