Después de haber vivido dos años en Queenstown, Nueva Zelanda, puedo decir que todavía existen lugares mágicos donde uno se siente un viajero en el tiempo. Dado que esta ciudad (más bien pueblo) mantiene su simplicidad y su espíritu cándido. Una de las cosas que más me impactó al mudarme a esta ciudad, fue que la mayoría de las casas quedan sin llave, no existen las alarmas ni las rejas, mientras que los autos quedan abiertos y muchas veces hasta con las llaves o celulares dentro, y para sorpresa de muchos al regresar todo está en su lugar. Debo confesar que aceptar que esto fuera posible me llevó un tiempo, pero ahora me doy cuenta de lo acostumbrado que estamos a vivir en el mundo del revés.

Queenstown es una ciudad pequeña, preciosa, vibrante que nunca duerme, cuya postal cotidiana es ver gente caminando por la peatonal, grupos de amigos compartiendo una cerveza o la típica sidra a orillas del lago Wakatipu, mientras que el atardecer siempre se completa con la presencia de algún músico callejero que le da la impronta de sentir que uno se encuentra formando parte de una película.

Con el correr de los meses, cuando la nostalgia empieza aflorar, siempre es posible sentirse como en casa cuando cada tercer sábado del mes la noche se transforma al ritmo de los movimientos de cadera con cada fiesta latina que se organiza en The London o Bungalow.

La joya del sur de Nueva Zelanda, es considerada una de las capitales mundiales de los deportes de aventuras dado que se puede hacer absolutamente de todo paracaidismo (skydiving), parapente, puenting (bungy jump), ciclismo de montaña (mountain bike), senderismo, rafting, kitesurf, esquí, snowboarding, golf, frisbee-golf y la lista sigue& Y es por este motivo que es elegida como destino turístico top por millones de personas cada año.

En cuanto a la opción gastronómica la oferta es completamente variada. Existen cafeterías, bares y restaurantes japoneses, chinos, hindúes, irlandeses pero el premio mayor se lo lleva Fergburger, que ofrece la más exquisita y famosa hamburguesa de Nueva Zelanda; mientras que nos podemos sentir orgullosos que los helados más ricos solo se pueden encontrar en Patagonia, una cafetería 100% argenta. Como suele decir el dicho "El que quiere celeste, que le cueste", para poder deleitar estos manjares es muy común tener que hacer una fila kilométrica repleta de turistas que quieren poner la tilde en su bucket list, pero realmente si vale la pena!!!

Por último, y no menos importante, algo que llama la atención en Queenstown, es que es una ciudad multicultural que fue copada por viajeros de todo el mundo que se enamoraron de esta diminuta joya y decidieron quedarse desplazando a los neozelandeses (kiwis) que prefieren vivir en ciudades menos turísticas con más tranquilidad. Quizás sea por este modo de vida tan relajado y cosmopolita, que sea furor recurrir al salvation army (ferias americanas locales) como forma de shopping vintage para vestirse con el cambio de cada estación y compartir casas con un verdadero crisol de razas (europeos, latinos, norteamericanos, asiáticos e hindúes), detalles que verdaderamente hacen que Queenstown sea única.

En definitiva, si de paraísos terrenales se trata, Queenstown debería considerarse dentro del top ten sin lugar a dudas.