Brasil tuvo tres capitales a lo largo de su historia. Salvador de Bahía, Río de Janeiro y la actual Brasilia. Sin embargo, la más poblada y que además es el centro financiero es São Paulo, la ciudad donde elegí vivir hace casi cinco años.

Acá el turismo es de negocios. No es una ciudad costera. ¿Caipirinha? Sólo en bares o boliches. No hay monumentos famosos y los sitios históricos no están llenos de japoneses con cámaras de fotos. El paulistano se levanta muy temprano, estudia y trabaja. Exceptuando a Petrobras y canal Globo, todas las empresas importantes tienen su sede acá. En Educación, la Universidad de São Paulo es la más grande y más prestigiosa del país. Fin del misterio.

Si bien es una ciudad con poco atractivo - a pesar que me encariñé con ella con el paso de los años-, siempre me termina sorprendiendo. Al comienzo me asombró la cantidad de cementerios -conté más de 20, e incluso está el más grande de América Latina-, y que algunos micros sean biarticulados. Cuando los argentinos pensamos que tenemos las mejores cosas de mundo, fue un gran impacto ver esa misma idiosincrasia. Porque para un paulistano, no hay pizza como la de São Paulo.

¿Vida Nocturna? Hay bastante. El epicentro es un barrio llamado Vila Madalena, que muchos comparan con el Palermo porteño. La previa brasileña comienza bien temprano, a unas ocho de la noche, y a la una todo el mundo empieza a irse a sus casas. De todas maneras, la llegada de Uber y que recientemente los colectivos anden 24 horas, está provocando que la gente se acueste cada vez más tarde y que la fiesta continúe unas horas más.

En general, el paulistano promedio es bastante social. En los asados brasileños la cerveza y la charla ocupan un lugar mucho más importante que la carne, que se sirve en pedacitos chiquitos y generalmente condimentada con harina de mandioca. Sí, desgraciadamente, nada de costillares, provoleta o vacío.

Más allá de las diferencias, culturalmente São Paulo es muy abierta. En estos cinco años que llevo acá nunca pasé por un episodio de xenofobia, algo que lamentablemente se volvió recurrente en Argentina cuando se habla de la salud y la educación gratuita. Las parejas homosexuales suelen ir de la mano, y hasta ahora, tampoco presencié ninguna agresión por este motivo. Acá las universidades y la salud pública son gratuitas, incluso para nosotros, los extranjeros.

Quizás por la rivalidad expresa que existe entre las dos ciudades, los cariocas de Río de Janeiro dicen que las playas de São Paulo son los shoppings. En el ida y vuelta, los paulistanos tildan de vagos a los cariocas, que suelen terminar de trabajar a las seis y terminar el día en la playa. Y claro, acá hay dos ríos súper contaminados - el Pinheiros y el más importante Tieté-, que tras recorrer miles y miles de kilómetros, desembocan en el Río de la Plata. Y que claro, también desembocan en mi nostalgia.