El triunfo de Trump muestra el inicio de un giro político altamente significativo para Estados Unidos y probablemente para el mundo. Un outsider en la Casa Blanca expresa que las consecuencias de una convulsión económica no catastrófica pero lacerante, comienzan a limitar la estrategia de control de la crisis gestionada por el establishment desde 2008.

Dado el repudio a la élite política y la desesperación de amplios sectores de masas, es bastante impensable que el nuevo gobierno deje en pura demagogia el conjunto de sus promesas.

Seguramente el programa efectivo responderá a un punto medio que exige analizar el estado de las principales contradicciones de la situación económica y política. La más aguda es la que enfrenta las necesidades de las élites económicas (globalofílicas) con amplios sectores sociales golpeados por la globalización. Trump captó el sentir de millones con un discurso nacionalista, proteccionista y xenófobo- dirigido a los desplazados. Prometió reindustrializar EEUU expulsando a los inmigrantes, eliminando los tratados de libre comercio, bajando impuestos a las corporaciones y subiendo aranceles a los productos chinos y mexicanos. También insinuó un aumento al salario mínimo y repudió las ganancias derivadas de la especulación financiera.

Sin embargo este programa, no es compatible con los intereses de la élite económica norteamericana contra los que Trump un magnate inmobiliario- no va a gobernar. Las recientes designaciones en su gabinete incluyendo al presidente del Partido Republicano, Reince Priebus y al racista Steve Bannon- son parte de una guerra aún abierta pero que empieza a mostrar tanto un acercamiento entre Trump y el establishment como una reafirmación de su identidad .

Es probable que el programa efectivo de Trump busque responder al escenario intermedio de la actual situación norteamericana. Un vasto desarrollo de fenómenos políticos y movimientos sociales, con escasa lucha de los trabajadores; un crecimiento del PBI superior al de Europa o Japón aunque significativamente inferior a su promedio histórico; y una baja desocupación en términos de la PEA pero nuevos trabajos creados precarios y una desocupación estructural que viene de las últimas décadas.

El ala neokeynesiana del establishment económico pro demócrata hace tiempo esgrime la necesidad de trocar gradualmente las actuales políticas expansivas monetarias por políticas de aliento a la obra pública y gasto en infraestructura. Es probable que Trump termine impulsando por derecha ambas medidas, lo que probablemente tendrá fuertes repercusiones en el escenario internacional y latinoamericano, en particular. Como era bastante esperable, Trump anunció que retirará a EEUU del TPP mientras el TTIP nunca vio la luz y resulta bastante impensable un retroceso significativo en el NAFTA dado que una cuota importante de las ganancias de las multinacionales norteamericanas depende de los bajos salarios mexicanos.

Aunque hay más interrogantes que certezas, la imposibilidad de una reindustrialización estructural en EEUU con un reverdecer del sueño americano , presenta pocas dudas. Mientras los años de la revolución neoliberal actuaron como instrumento para enfrentar a los trabajadores nativos y extranjeros, la derecha xenófoba intentará utilizar el resultado para fomentar el odio bajo el formato del nacionalismo proteccionista en los países centrales.

Es urgente que los trabajadores y sectores pobres enfrenten estas formas de engaño y peleen por conquistar el arma más poderosa la unidad de sus filas.