La industria nacional y el mercado interno
Columna de opinión por Juan Cruz Lucero
La industria nacional tuvo y tiene una relación directa con la dinámica del mercado interno. En los momentos en el que el mismo fue pujante, se generaron las condiciones para el crecimiento industrial y la aparición de nuevos establecimientos industriales, sobre todo de pequeñas y medianas empresas industriales.
Podemos mencionar dos tipos de producciones industriales los bienes transables y los bienes salario. Los primeros, son aquellos productos que tienen inserción internacional y que cuentan con capacidad de ser exportados. Los ejemplos más claros son la industria automotriz o la industria química. Por otro lado, los bienes salario son aquellas producciones industriales que no tienen la capacidad de ser exportados o que están orientados al consumo interno.
Las industrias productoras de bienes salario suelen ser intensivas en trabajo, es decir, emplean mucha mano de obra. Es por eso que los niveles de desempleo bajaron desde niveles cercanos al 25% en 2002 a estar cercanos al 7% en el 2015. La política de incremento de los salarios y beneficios sociales, como jubilaciones, implicó un fuerte crecimiento de la demanda de productos manufacturados en nuestro país. Este proceso confluyó con un aumento de los precios internacionales de la oferta exportable lo que hizo que, se generara una expansión de la economía a tasas chinas.
Los niveles de consumo del conjunto de la economía es lo que comúnmente se llama el mercado interno. Resulta fundamental, entonces, analizar el desempeño del poder adquisitivo general como el componente central que repercute en el desempeño de la industria nacional, sobre todo porque no es posible que una mejora sectorial impulse toda la producción industrial. Lo graficaremos con un ejemplo
Una de las primeras medidas del Gobierno Nacional fue la de quitar las retenciones a una serie de exportaciones agrícolas y reducir un porcentaje a la exportación de la soja. Esta medida, acompañada con una devaluación por encima del 50% implicó una mejora sustancial para los sectores vinculados a la producción agropecuaria.
Esto quiere decir que todos los agentes económicos vinculados, directa o indirectamente al agro, pueden haber experimentado una mejora potencial en su situación. Ahora bien, el sector del agro representa el 6% del valor agregado del total de la economía según el Banco Mundial. Pero eso no impacta positivamante en toda la economía. Uno de los indicadores que más se difundió es que el modelo que más se compró en lo que va del año fue la evolución de la venta de la pick up Toyota Hilux (con casi 30.000 unidades nuevas vendidas hasta octubre).
Uno puede asumir que todas las personas que sean propietarias de tierras adquieran un modelo nuevo de pick up, pero eso no alcanzaría a dinamizar la producción de la industria. Se necesita una mejora generalizada de los salarios de todos los sectores para generar un impulso a la producción.
El poder adquisitivo del conjunto de la clase trabajadora descendió entre 10 y 15 puntos porcentuales según la rama y el sector. Esta caída produjo una crisis en las ventas y en la producción industrial, PyME en su mayoría, por no contar con un mercado donde colocar los bienes. A esta coyuntura de caída del consumo, se suma una crisis internacional que continúa y que no presenta potenciales socios comerciales que permitan colocar la producción. De hecho, ocurre todo lo contrario, hay muchos productos sin un mercado, por lo que bajan el precio internacional de los bienes.
En este contexto, muchos economistas señalan que la industria nacional es muy cara y que por eso las ventas descienden, por lo que por la vía de las exportaciones podrían generar una baja de los precios. Dicha lectura carece de una nación acabada de lo que es la gestión de la economía, en su totalidad.
Si bien es cierto que los productos textiles chinos, por ejemplo, son mucho más baratos que los argentinos. La principal diferencia está en la escala. Un mercado de 40 millones de personas posibilita desarrollos industriales que no se comparan con un mercado de 1.300 millones. Si el gobierno habilita la entrada de bienes textiles chinos, los consumidores van a poder comprar a menor precio. Posiblemente a mucho menor precio. Pero el problema es que muchos de ellos se van a quedar sin trabajo, por lo cual, no van a tener salario con qué comprar.
Este dilema se presenta constantemente en la economía. Por eso es necesaria una visión completa y general de la cuestión.
Ningún país que se haya industrializado lo hizo a partir de la apertura comercial y esto es porque se necesitan condiciones de protección para que una incipiente industria pueda alcanzar su desarrollo, a partir de mejoras tecnológicas y de su impulso con activas políticas públicas.
La solución no es seguir impulsando un patrón de acumulación anclado en el sector financiero y esperar que el mismo mejore las condiciones salariales del conjunto de la economía. Resulta central aumentar los salarios de la clase trabajadora para sortear, lo mejor que se pueda, la crisis internacional y de los principales socios comerciales. Sino impulsar los salarios, jubilaciones, asignaciones, etcétera, como elementos indispensables para impulsar el crecimiento industrial y de la economía en su conjunto.