Algunas formas del arte no necesitan traducción, pensemos en la pintura por ejemplo, un argentino y un danés pueden enfrentarse a un cuadro de un ruso, digamos, y el mensaje llega de todos modos, atravesando las culturas, gambeteando los idiomas, lo mismo puede pasar con la danza, la música, la escultura, pero otras artes necesitan de una figura, de un personaje que entra en escena muy temprano en la historia de la cultura el traductor. El nacimiento del cine fue mudo, por ende, no tenían el problema de la traducción, los problemas empezaron con la palabra y se resolvieron por dos vías doblar las películas o subtitularlas. Sin entrar en  disputas sobre el mejor método, digamos que se mantuvo esta dualidad hasta hace unos años cuando otro elemento entró en la discusión.

Hubo una primera etapa, feliz a mi gusto, con productores de películas de cine, llamémosle periféricos, donde importaba el talento de los directores (Hitchcock, Lang, Polanski, Truffaut, etc.) y el cine hollywoodense que apoyaba la visión del director con proyectos más grandes, con más presupuesto y actores norteamericanos. Las experiencias fueron desparejas, no siempre podían traspasarse esos talentos a otra idiosincrasia, sin embargo mucho del cine industrial de esos años tuvo que ver con estos talentos expatriados.  Hubo un día aciago en que creyeron que se podía ir más lejos o más cerca, y empezó una tendencia que sigue hasta hoy volver a hacer esa película pero con profesionales norteamericanos nació la remake y con ella el traductor devino adaptador.

El cine tiene un nuevo desarrollo en el mundo de la televisión con el auge de una cantidad enorme de series, tanto que incluso repite el fenómeno del hermano mayor, el universo de las series fue creciendo en los últimos años de manera exponencial, el monstruo consumidor de series no tiene suficiente con la producción estadounidense, el gran cerebro de Hollywood no da abasto a crear todo lo que se puede consumir y los ansiosos fanáticos una vez vistas las que ofrece la pantalla americana pasan a consumir series de otros países, países nórdicos, de medio oriente, América latina, Gran Bretaña, desde policiales daneses hasta Betty la Fea.

La tv norteamericana se encargó de adaptar temáticas e idiosincrasias con delicadeza y brutalidad equivalentes, hay casos donde la adaptación (la moderna traducción) es de calidad y casos en que no lo es. Pero el tema insisto está un poco más allá de la calidad puntual de algún contenido. Muchas veces las series tienen un espíritu que se pierde en esta traducción y esa pérdida sólo es constatable cuando vemos también la versión original, por citar un caso la serie aquí conocida como In treatment donde vemos sesiones de un psicólogo interpretado por Gabriel Byrne, es una serie que atrapa y conmueve& Hasta que vemos la original israelí Be tipul y vemos los elementos mucho más crudos si se quiere, más vivos, más reales, en la crudeza está la verdad. Todo en las adaptaciones está, justamente, adaptado, acomodado, preparado, confortable y entendible, la periferia se permite ciertas libertades que no compra el dinero y ciertos errores también que dan vida a la narración.

Es altamente probable que una serie realizada por profesionales norteamericanos que trabajan haciendo series todos los días de la semana durante todo el año desde hace veinte años realicen un trabajo más perfecto que un danés de la serie Forbrydelsen o un sueco que participa en Äkta människor que hacen tal vez su segunda serie en la vida. Pero hay algo en esos originales, algo vivo que no se traspasa en las prolijas adaptaciones norteamericanas, un elemento de azar, lo que les permitió ser un éxito, es decir la posibilidad de no serlo.

Cuando la industria de Hollywood va en busca de una serie para remekear busca algo que sea exitoso, no una historia que quiera contar, por eso las mejores adaptaciones son aquellas que se alejan mucho de la original, donde los adaptadores se olvidaron de adaptar (un ejemplo genial de este caso es la versión americana de The office que tiene alrededor de 200 capítulos contra los 14 de la original inglesa). En definitiva, destaco el riesgo como valor, las versiones originales tienen ese punto a favor, haber sido las primeras que quisieron contar esa historia sin saber cuánta gente podía interesarse en ese tema y esa estética, los adaptadores caminan por un sendero libre de ramas, un camino abierto en medio del bosque audiovisual, las originales abrieron ese camino a machetazos, de la única manera en que se abren los caminos.