Medio siglo más tarde: feminismo y teletrabajo en pandemia
La necesidad de introducir una perspectiva de género para su reglamentación efectiva y la oportunidad histórica para poner fin al sexismo en el hogar
La explotación sexista en el hogar hace referencia a una suerte de naturalización del trabajo reproductivo realizado por las mujeres. El concepto de “amas de casa” supo significar esa imposición de ese trabajo doméstico no remunerado. Con el confinamiento de la pandemia esa explotación sexista se agudizó, poniendo a las mujeres en una tensión insoportable: entre la disciplina del teletrabajo asalariado y las tareas de cuidados no remuneradas. Sin embargo, también la pandemia desnudó de un modo inaudito esa misma explotación femenina en el hogar, dándonos la oportunidad de erradicarla definitivamente.
Hace medio siglo, a nivel internacional emergieron dos principios que frente al confinamiento se convirtieron en ejes centrales de la realidad económica y política del presente. Me refiero al surgimiento del teletrabajo, como modalidad renovada del antiguo trabajo a domicilio, y el cuestionamiento feminista sobre la distribución sexista del trabajo en el hogar. En su momento estudiamos ambos orígenes comprendiéndolos como variantes opuestas a la crisis capitalista, desatada a mediados de los años setenta en todo el mundo. Queda claro que el teletrabajo fue propiciado desde la narrativa empresaria, aún cuando no se tenían recursos suficientes para hacerlo posible. Y queda claro también que la crítica feminista a la forma patriarcal de comprender la economía, que oculta el trabajo reproductivo no remunerado, fue multiplicándose en este tiempo de confinamiento por la pandemia.
Más allá de las desconfianzas patronales a la supervisión a distancia del teletrabajo, su interés se centra en la extensión de la jornada de trabajo, aún cuando contradiga la legislación recientemente sancionada sobre la modalidad[1]. Con la expansión impuesta por el confinamiento, quedó claro el potencial de esta modalidad en la administración y los servicios, privados y públicos indistintamente. Dicho de otra manera, la pandemia ha conseguido mostrar cómo el empleado asume los costos productivos y sobre todo el problema de la extensión impaga de la jornada de trabajo. Con la teledisponiblidad, como la consideramos hace más de una década[2], se afecta, en los hechos, la extensión de la jornada de trabajo (aún cuando la ley recientemente promulgada intente poner un freno a ese abuso patronal).
Respecto al debate feminista sobre el trabajo reproductivo no remunerado la situación es paradojal. Si bien el significado de “los cuidados” se amplió por la campaña comunicacional del Aislamiento Social Preventivo y Obligatorio (ASPO), y más aún esa mayor incidencia consiguió un efectivo impulso de la temática dentro de la política pública del gobierno nacional. Todavía resta mucho si pretendemos modificar un conservadurismo fuertemente implantado en la vida cotidiana de las familias.
Desde hace décadas, la discusión del feminismo descubre las formas de explotación sexistas sobre las mujeres respecto al trabajo reproductivo no remunerado. La tesis original cuestionó la lectura incompleta de la izquierda marxista para entender el funcionamiento del capitalismo, señalando que el trabajo reproductivo no remunerado no es pre- capitalista, ni es superfluo. Como bien mostró la pandemia, es central para la sobrevida de las personas. Si bien la política de confinamiento alteró profundamente la vida social de la mayoría de los países en el planeta, también imprimió luz sobre el carácter sexista del “quedarse en casa”. Por esa razón, hablamos de una economía silenciada en el hogar, una división del trabajo que debe dejar de ser sexista y, para ello, la pandemia puede significar un punto de inflexión en ese sentido.Si bien el teletrabajo vino para quedarse, como lo demuestra la presión empresarial, con acompañamiento de la oposición, contra la sanción de una Ley de Teletrabajo Sin embargo, esta legislación todavía tiene que contener en su implementación un capítulo específico dedicado a la perspectiva de género. De lo contrario estamos abriendo la posibilidad de precarizar aún más el empleo de las mujeres, agravado por la mayor carga del trabajo de cuidados que se realiza en el hogar.En fin, el “quedarse en casa”, expresión que se tradujo hasta el cansancio en todo el mundo con la pandemia, tiene mucho de sexismo. Por esa razón, una vez definida la legislación sobre teletrabajo es necesario todavía introducir una perspectiva de género para su reglamentación efectiva. En ese sentido, tenemos una oportunidad histórica para poner fin al sexismo en el hogar, alzando la voz sobre los riesgos de aumentar la carga de trabajo para las mujeres, sobre su salud y sobre su propio desempeño laboral. Cualquier silenciamiento y misoginia enmascarada sobre la materia sería un retroceso en el compromiso explicito que tenemos con la agenda feminista, y su lema: no es amor, es trabajo reproductivo no remunerado.
*Dra. Ciencias Sociales. Investigadora Independiente del CONICET, Coordinadora del Programa de Estudios Críticos sobre el Movimiento Obrero del Centro de Estudios e Investigaciones Laborales (CEIL, CONICET), Docente de UBA y UNLP
[1] https://www.pagina12.com.ar/281854-se-aprobo-la-ley-de-teletrabajo
[2] Lenguita, Paula; Duhalde, Santiago; Villanueva, María Marta, “Las formas de control laboral en tiempos de la teledisponibilidad. Anáisis sobre la organización del trabajo a domicilio en Argentina”, https://www.aset.org.ar/congresos/7/12016.pdf