¿Cómo puede ser que no haya ganado la elección mi candidato si su fan page era de lo más moderna y se la habían megusteado miles de personas más que a su oponente?

La política se dirime en las urnas, por suerte. Puede nacer en las calles, pasar por las redes, pero necesariamente gana el que saca más votos. No likes, ni caritas felices, tampoco corazones. Votos.

Todos los políticos saben que deben participar en las redes sociales, la campaña política tradicional murió hace rato. Lo que no muere, ni debe morir jamás, es buscar los votos para transformar la realidad.

Nuestros políticos tienen fiebre por estar en las redes, a sabiendas de no tener idea de para qué. Una alta exposición en la virtualidad no se traduce en conocimiento en la calle y mucho menos en votos. Pero una campaña negativa y agresiva en su contra claro que podrá desestabilizarlo y empujarlo al ostracismo, que es el peor de los infiernos del político.

El principal error del político medio es ver a las redes sociales como páginas webs gratuitas donde publican lo que quieren comunicar y al instante millones de personas lo verán y se sentirán seducidas y ávidas de querer votarlo. No entienden que las redes son una herramienta para interactuar con la ciudadanía. Es un gran focus group abierto para opinar y devolver opinión sobre un proyecto o una idea a esgrimir. La estrella no es el candidato sino la conversación entre las partes.

El más exitoso de los políticos, en esta nueva lógica, será el que genere empatía en la comunidad de seguidores y consiga un real vínculo con la ciudadanía. Las políticas públicas se generan escuchando necesidades. Y todos sabemos que el que no protesta no es escuchado.

Hoy protestamos con el celular en la mano. Insultamos al Papa o al Presidente, nos burlamos con memes de todos desde el anonimato o con nuestro nombre completo y avatar familiar. En la virtualidad el odio es quien vence al amor. Nos convertimos en guerrilleros del click para hacer que nuestro grito se escuche bien fuerte.

Los millennials son las personas nacidas en los 80 que crecieron con internet y son mayormente influenciados por youtubers o gurúes de las redes sociales antes que por la televisión, radios o los diarios. Ah, y votan. Y no son pocos.

¿Cómo hacemos para que los millennials participen de manera positiva y sumando su creatividad para el conjunto de la sociedad?

En este, como en tantos otros temas, no debemos subestimar al público. Solamente debemos adecuarnos a su forma de comunicar y de actuar. Si no hay ideas o proyectos, no hay nada para procurar convencer. Así que volvemos al inicio. Transformemos la realidad.

Hoy las herramientas están accesibles como nunca antes. Y la venta de humo parece que también. Está demostrado que obtener un like libera en el cerebro endorfinas que se asemejan a la felicidad. Imagínense miles en cada posteo. La alienación a la que nos lleva esa sensación hasta incluso el extremo de pensar que la realidad es eso, es lo que nos dará de bruces contra el piso en una elección con boletas de verdad.

Por eso es que el político debe ser parte, ya que será quien traduzca las necesidades del votante, en esta conversación. No a cualquier costo sino con inteligencia. Sabiendo escuchar. Pero sobre todas las cosas, repitiendo hasta el cansancio que es el mundo real donde se gobierna y se pasan las peores necesidades. Y en donde sigue haciendo falta la política.