La Selección Argentina de futsal vive el momento más glorioso de su historia tras consagrarse campeona del mundo en tierras colombianas al superar por 5 a 4 a Rusia en la final. La comparación con el seleccionado albiceleste de fútbol resulta inevitable y rápidamente surge una conclusión algunas cuestiones tácticas del equipo campeón y la prioridad del juego colectivo por sobre la jerarquía individual podrían ser la llave del éxito para el conjunto de Edgardo Bauza.

La Argentina conducida por Diego Giustozzi llegó al Mundial con el objetivo de alcanzar las instancias decisivas del torneo y con la posibilidad y la esperanza de lograr el título, pero no como candidata. Brasil, con Falcao -el mejor jugador de la historia- en sus filas por última vez aparecía como el gran candidato, pero fue sorprendido y eliminado por Irán; la historia también ponía a España entre los aspirantes, pero tampoco pudo llegar demasiado lejos; y como tercera opción aparecía Portugal, con Ricardinho como figura, reconocido como el mejor jugador del mundo en la actualidad, pero los lusos se toparon con la Argentina solidadaria, que a base de equipo superó de manera soberbia al peso de las individualidades portuguesas. A medida que pasaron los partidos y se incrementó la dificultad de los rivales, el conjunto de Giustozzi creció hasta alcanzar su mejor nivel en los momentos clave, las instancias de cuartos de final, semifinal y la final.

Para la Argentina de Fútbol ha sido al revés en los últimos años. Con Messi en sus filas y figuras de la talla de Agüero, Higuain o Di María, la Albiceleste ha sido siempre candidata tanto en Copa América como en la Copa del Mundo. Sin embargo, desde la salida de José Pekerman como entrenador en 2006, los procesos siguientes apostaron a juntar a todos esos futbolistas adentro de la cancha y confiar en las condiciones de cada uno por encima de los valores del funcionamiento colectivo. Las tácticas variaron desde propuestas más defensivas o más ofensivas, pero con un ataque siempre vertical, sin sorpresas, con futbolistas que confían ciegamente en dejar rivales en el camino y buscar al compañero como última opción, lo cual se tradujo en fracasos o derrotas en finales, en muchas ocasiones ante rivales de menor envergadura pero mejores plantados dentro del campo, con menos espacios entre líneas y apostando a la marcación en bloque y el juego colectivo para contrarrestar a los cracks de los mejores equipos de Europa. 

El ejemplo a imitar del Futsal es que todos aportan en la marcación, todos aportan en la elaboración de juego y todos en la definición. Es algo así como la premisa del Fútbol Total holandés de los años 70, la Desorganización Organizada. Cuando la Argentina de Futsal perdía la pelota, cada futbolista buscaba ocupar rápidamente una posición defensiva para evitar el contraataque rival. Cuando un jugador tenía la pelota, los otros tres rotaban para generar espacios y encontrar la mejor ubicación para recibir el pase. Y a partir de la base del equipo armada y el funcionamiento conseguido apareció la cuota de lo individual. Así se transformó Sarmiento en el mejor arquero de la competición y Wilhelm en el mejor jugador del torneo, por alcanzar su mejor rendimiento gracias al volumen de juego alcanzado por el equipo. Ese debería ser el concepto de la Argentina de Fútbol, lograr el funcionamiento del equipo y el volumen de juego necesario para potenciar las cualidades de Lionel Messi, en lugar de armar un equipo alrededor de Messi. No se puede dejar de lado que el funcionamiento individual de cada futbolista se potencia o decae de acuerdo al rendimiento de los compañeros que lo rodean.

El objetivo de Bauza para el Mundial de Rusia debe ser lograr la conformación de un equipo con aptitudes tanto defensivas como ofensivas y que tenga el volumen de juego del que se ha carecido en los últimos años, para que Messi y compañía puedan lograr su mejor nivel. Para ello no estaría mal analizar algunos videos del logro del Futsal en el Mundial de Colombia e imitar algunos movimientos del equipo que llevarán por decantación al lucimiento individual de las figuras.