Este año fue innegablemente el escenario de un duro ataque contra las condiciones de vida de los trabajadores en la Argentina. El crecimiento de la pobreza, llegando al 32% con 1.200.000 nuevos pobres, los despidos masivos (se perdieron por lo menos 200 mil puestos de trabajo), creció el trabajo precario en relación al formal, y los salarios reales se redujeron frente a los tarifazos y la carestía. Esta ofensiva la pudo realizar el gobierno de Macri a nivel nacional no por gozar de una enorme fortaleza en sí mismo, sino por la ayuda que le fue brindada por el resto de las fuerzas capitalistas del país PJ-FPV, FR, GEN, la conducción burocrática de la CGT, la iglesia católica y los movimientos sociales que pactaron con el macrismo la paz social.

Las pretensiones de fortaleza del macrismo son desmentidas por su imposibilidad de lograr el repunte económico que vienen augurando y cuya perspectiva se hunde en el avance de la crisis capitalista que parece a punto de transformarse en una guerra comercial abierta incentivada por la victoria de Trump y las tendencias a la disolución de la Unión Europea (Brexit). Estas dificultades se expresan en las internas públicas en el gabinete de Macri (Prat Gay-Sturzenegger, los planteos de Monzó por un gabinete de unidad nacional). La Legislatura ha sido un escenario privilegiado de un verdadero cogobierno, disfrazado de gobernabilidad .

Sarghini ha presidido un año legislativo que se caracterizó por el escaso funcionamiento de las comisiones y lo espaciado de las sesiones. Sí lograron una eficiencia importante en tejer acuerdos entre las fuerzas mayoritarias de la Legislatura para ir votando los proyectos pedidos por el ejecutivo sus presupuestos de ajuste y sus endeudamientos, sus planteos impositivos regresivos y sus leyes de emergencia destinadas a garantizar la arbitrariedad en contrataciones y reasignar partidas (y en el caso de la emergencia administrativa también la precarización laboral, que llevó a que se votara en una Legislatura rodeada de vallas y con represión a trabajadores del Estado).

Esta co-gestión del massismo fue negociada a cambio de algunas leyes que le permitiera títulos mediáticos sin comprometer cambios reales (límite de los mandatos, paridad de género). El PJ, más disperso, se contentó con negociar fondos para sus intendentes. La Legislatura ha sido el mercado donde se cotizó la rosca del ajuste.

El balance de este año de Vidal es lapidario. Todo el descalabro dejado en pie por Scioli está igualito. Los colegios y hospitales se siguen cayendo a pedazos. Se siguen anunciando obras paradas hace años, una vez más, Finocchiaro, responsable de educación, habla de un plan de arreglo de escuelas (el 80% carece de las condiciones para dar clases) que se cumpliría en 8 años. O sea no en este mandato, ni en el próximo, si no en un tercer mandato de algún gobernador. Un compromiso imposible de verificar, o sea inexistente.

La sucesión de crisis en la seguridad provincial ha sido la consecuencia del sostenimiento de la estructura mafiosa de la Bonaerense, manejada por la dupla Ritondo-Granados, con su visible descomposición de zonas liberadas, coimas y persecución a los trabajadores y la juventud. La demagogia armada alrededor de la Gobernadora joven y mujer ha mostrado ser la fachada para un gobierno profundamente reaccionario, como se vio en el veto del protocolo de aborto no punible, impuesto por los dos ministros pertenecientes al oscurantista Opus Dei, que priva a las mujeres de sus derechos legales y viola el cumplimiento de un fallo de la Corte Suprema. 

El Frente de Izquierda tiene una enorme perspectiva, como bloque político que expresa los reclamos de los trabajadores frente a este bloque del ajuste. Hemos expresado las peleas de los trabajadores, de las mujeres, de la juventud en centenares de iniciativas legislativas. Hemos crecido recuperando comisiones internas y sindicatos contra la desprestigiada y colaboracionista burocracia sindical. Crecimos en el combativo movimiento de mujeres, en la juventud y en los barrios que se sublevan contra la pobreza. El reciente acto de más de veinte mil personas convocadas por el Frente de Izquierda en la cancha de Atlanta debe ser el punto de partida para un plan de acción que le permita emerger como la cabeza de la bronca que viene madurando contra el gobierno de la ofensiva patronal y la rosca en la que se apoya.