El camino hacia una guerra total
Con un enemigo devenido en criminal no puede pactarse una salida negociada
Sobre la guerra ruso-ucraniana hay dos verdades evidentes, una jurídica y otra política. La jurídica es que la decisión unilateral de invadir un Estado como método de solución de controversias es contraria al derecho internacional. Esta verdad proviene del sistema jurídico-internacional fundado con la Carta de Naciones Unidas de 1945. La política es que los Estados poderosos no se someten a la ley si esto les impide conseguir sus objetivos. Esta verdad la constató, entre muchos otros, Tucídides más de cuatrocientos años antes de Cristo.
No es necesario ahondar en la ilegalidad del inicio de la guerra: Rusia no tenía derecho a invadir Ucrania porque no estaba autorizada por el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas para hacer una acción armada ni estaba repeliendo un ataque de Kiev. Lo importante es comprender el tipo de guerra que estamos viviendo, lo que nos va a permitir pensar cómo puede continuar.
Lo primero es analizar el carácter de los contendientes: dos Estados europeos reconocidos por la comunidad internacional. No es novedoso que haya una guerra en Europa luego de la caída del Muro de Berlín. Piénsese en las guerras yugoslavas y el propio conflicto ruso-ucraniano que data de 2014. Lo que causa un impacto mayor es que la invasión de Rusia a Ucrania nos coloca a las puertas de una nueva guerra interestatal que podría ser total.
Una guerra deviene total si los objetivos políticos lo son o si éstos se desacoplan de los objetivos militares. Los objetivos políticos los fija el Estado. Los objetivos militares son las acciones armadas para lograr los primeros. Si los objetivos políticos son de aniquilación, entonces la guerra será total. Tal fue el caso de la invasión alemana a Polonia en 1939 o a la Unión Soviética en 1941.
Los objetivos estatales pueden ser acotados en principio y la guerra devenir en total, como sucedió en 1914. Cuando el Imperio austro-húngaro le declaró la guerra a Serbia, tenía un objetivo acotado. También lo tenían el Imperio ruso, alemán, el Reino Unido y Francia cuando ingresaron a la contienda. Sin embargo, la guerra acotada devino en total porque los objetivos militares se desconectaron de los políticos. De ahí, la sensación que quedó grabada en obras como las Hesse, Hemingway o Remarque, de no saber por qué se peleaba.
Una guerra total supone el uso máximo de los medios de destrucción contra combatientes y, especialmente, contra civiles. Los bombardeos sobre Varsovia, Ámsterdam, Dresde o Hiroshima y Nagasaki constituyen recordatorios imperecederos de esto. Pero ya las invenciones de la Primera Guerra Mundial, como el propio bombardeo aéreo de ciudades y el uso de submarinos contra barcos mercantes, más el bloqueo marítimo a los países enemigos, mostraron que los civiles eran un objetivo central.
Una guerra total termina con la derrota total de un bando. En la Primera Guerra Mundial, el Imperio ruso se rindió cuando, en verdad, ya no era tal, es decir, después de la Revolución bolchevique de 1917. El Imperio alemán, austro-húngaro y otomano dejaron de existir tras la Gran Guerra. De la misma forma, Hitler había dicho que el fin de la Segunda Guerra Mundial sería la victoria o la derrota total. Los aliados en Casablanca también habían asegurado que solo aceptarían la rendición incondicional. Las negociaciones estaban cerradas y, por tanto, la guerra se decidiría con la victoria total y su correlativa derrota total. La rendición alemana implicó la pérdida de su existencia político-jurídica: durante la ocupación por la Unión Soviética, Estados Unidos, Reino Unido y Francia, Alemania no existió como Estado del derecho internacional. Con posterioridad a 1949, los gobiernos de Bonn y Berlín estuvieron a merced de las potencias de cada bloque en pugna en la Guerra Fría.
En el siglo XXI, Estados Unidos invadió y derrotó en forma total y cambió el régimen de Irak. Además, juzgó y ejecutó a su líder político. Porque esta es otra característica de una guerra total: el vencido es juzgado por el vencedor. Así se intentó tras la Primera Guerra Mundial, aunque la negativa holandesa de extraditar al káiser Guillermo II frustró el juicio. Se consiguió en la Segunda Guerra Mundial en Núremberg y Tokio y, en 2006, se ejecutó la pena de muerte impuesta por el Alto Tribunal Penal iraquí a Sadam Husein. La guerra, convertida en acción punitiva contra un criminal, termina con un juicio parcial de un tribunal constituido para el caso.
En contraste con una guerra total, un conflicto armado como el de Malvinas de 1982 fue acotado. Las acciones militares británicas y argentinas se circunscribieron a los objetivos políticos. La guerra fue limitada en el tiempo, en el espacio y en el uso de la fuerza. Se respetaron las normas de trato a civiles, prisioneros y heridos. No se usaron armas de destrucción masiva y se combatió solo en y por el territorio en disputa. La rendición argentina no supuso la pérdida de existencia del Estado ni la entrega del gobierno a una potencia ocupante de todo el territorio nacional. Tampoco se juzgó internacionalmente a los jerarcas políticos y militares vencidos.
¿Qué tipo de guerra es la ruso-ucraniana?
Rusia inició la guerra por objetivos políticos en apariencia limitados. El espacio de la confrontación, hasta el momento, es acotado a parte del territorio ucraniano, con algunas incursiones menores en territorio ruso en los últimos días. Más allá de los apoyos externos, las acciones militares no se han expandido a otros países. Aunque muy tensas, Rusia mantiene relaciones diplomáticas con los miembros de la OTAN. Las negociaciones actuales entre Ucrania y Rusia, más allá del escepticismo entendible, hacen pensar que las vías de diálogo permanecen abiertas y que el fin del conflicto no es necesariamente el aniquilamiento del enemigo.
Lo que no se ha evitado es afectar a no combatientes. Los civiles ucranianos padecen en carne propia el conflicto desde el inicio. La población ha sido perjudicada por acciones militares en forma directa. Las imágenes de Bucha son una muestra terrible del daño a la población civil. En una medida radicalmente distinta, los civiles rusos también se ven afectados por la guerra. Rusia, como potencia terrestre, ataca a su enemigo con su ejército por tierra, mientras que los países de la OTAN, potencias marítimas, bloquean su economía. Carl Schmitt explica esta lógica con la imagen mítica de la lucha entre el Behemoth (un elefante o un toro, la representación de las potencias terrestres), que ataca con colmillos y cuernos, contra el Leviatán (una ballena, la imagen de las potencias marítimas), que intenta asfixiarlo con sus aletas.
En tanto, la guerra ruso-ucraniana podría totalizarse en los otros aspectos señalados, lo que espiralizaría la violencia y afectaría todavía más a la población civil. Esto puede darse por varias vías, pero la principal y más comentada es la radicalización del objetivo político. Zelenski afirmó que la masacre en Bucha vuelve las negociaciones “más difíciles”. Sin embargo, hasta el momento, no cerró los canales de diálogo. Afirmó que la guerra debe acabar pronto y, por tanto, debe continuar las tratativas de paz. Si el enemigo deja de ser un interlocutor con legitimidad y, por tanto, un acuerdo de paz se vuelve inviable, la única salida es su derrota total.
En la guerra ruso-ucraniana, la verdad política de Tucídides volvió a imponerse a la jurídica de la Carta de Naciones Unidas. El fin del conflicto también debe pensarse políticamente.Las categorías morales o jurídicas tienden a radicalizar la guerra porque bloquean un acuerdo: con un enemigo devenido en criminal no puede pactarse una salida negociada. La tragedia de la guerra actual no debería hacernos perder de vista que allí estaríamos ante el peor escenario. El realismo, como pensamiento del desastre (según las palabras de Julien Freund), debe mantenernos alertas ante esta posibilidad.