Una gigantesca horda de manifestantes corre hacia una fábrica en el corazón de una zona rural. Protestan porque el establecimiento está contaminando y secando las napas que dan agua a los pueblos de la región. No sucedió en Argentina, pero tal vez en 20 años “podremos ser como Alemania”, en palabras del presidente Javier Milei, cuyo país modelo fue sede en las últimas horas de una feroz protesta ambientalista contra nada más y nada menos que el archimultimillonario Elon Musk y su industria Tesla en las afueras de Berlín.

Estamos hoy aquí para llamar la atención sobre la fábrica de Tesla por la destrucción ambiental aquí en Grunheide, pero también por la destrucción ambiental en países como Argentina o Bolivia, donde se extrae el litio que se necesita para estas baterías y que causa terribles consecuencias ambientales; destrucción para la gente de allí, pero también para el medioambiente. Por eso estamos hoy aquí”, reveló con sagacidad Ole Becker, uno de los manifestantes presentes en el masivo raid. Él la ve, pero no como la Casa Rosada quiere.

Manifestantes corren en el desierto. Luego se enfrentarían con la Policía.

En sus inicios en el poder, Milei juró que “en 20 años podemos ser como Alemania”. Ese futuro podría estar aún más cerca si se concretan los famosos desembolsos a los que aludió el magnate Elon Musk, con quien el presidente de la Nación ya se reunió un buen puñado de veces, si bien hasta ahora sus estridentes citas dejaron tras de sí mucho ruido y pocas nueces – por supuesto, por “ruido” debe entenderse, en este caso, tweets, en la red social de la que el megaempresario es dueño: “Recomiendo invertir en Argentina”.

Pero, ¿después qué? Aún están verdes los tan esperados ingresos de capital extranjero que La Libertad Avanza promueve. Por el momento, el arribo de Tesla solo aparece vagamente bajo la forma de una especulación propuesta por medios oficialistas, donde en los últimos días se promocionó con bombos y platillos la mera “posibilidad” de que “Elon Musk decida instalar una planta de autos en la Argentina”. Lo cierto es que no ha habido avances públicos en el asunto y especialistas en líneas políticas variopintas no creen que el silencio vaya a romperse pronto.

Pero, nuevamente, ¿después qué? De concretarse, por caso, el desembarco de Tesla que Milei añora, ¿qué sucederá con las preocupaciones que bien marca Ole Becker desde un pueblo perdido al este de Berlín? Allí han llegado las inversiones, el capital extranjero ha echado raíces y las empresas han extendido sin mayores resquemores sus planes de producción. El resultado está a la vista: la comunidad local se expone a condiciones de vida inusitadas como consecuencia de la actividad de una fábrica poco adepta a las regulaciones.

La Argentina necesita dólares y puestos de trabajo bien pagos, y la instalación de industria extranjera en el territorio puede obrar como una solución a ese acuciante y eterno problema económico nacional. No obstante, el ejemplo de Grunheide también es válido: ¿qué es y cuánto pesa lo que está del otro lado de la balanza? En casos como este, tal vez lo mejor es alzar la vista y observar el modelo europeo, aunque sea muy a pesar del planteo de Milei y de los deseos de Musk. En 20 años podemos ser como Alemania, ¿y después, qué?