“Comparsa de baja categoría”: intelectuales cercanos al Gobierno bajan el precio al movimiento anticuarentena
A una semana de la carta que pretendió instalar que la democracia estaba en riesgo, referentes científicos e intelectuales cercanos al Gobierno minimizan su impacto
Pasó ya una semana de la invención del tristemente célebre término “infectadura”, pero el resultado de la misiva opositora se fue desinflando con el correr de los días y terminó por pincharse anoche, cuando Fernández, Rodríguez Larreta y Kicillof extendieron juntos la cuarentena otros 21 días más. Intelectuales cercanos al Gobierno, en la previa del anuncio de anoche, se mofaban en diálogo con Diagonales de los alcances del supuesto “movimiento anticuarentena” que pretendió arrogarse algún tipo de representatividad. “Apenas lograron movilizar a una comparsa de baja categoría”, decía uno de los pensadores que asesoran al Presidente y firmaron la carta en respuesta, que logró juntar a 20 mil investigadores y personalidades de la cultura frente a los 300 de la original.
Las hordas de argentinos cansados de la cuarentena que saldrían a luchar por su libertad con la tiranía del Gobierno siguen brillando por su ausencia. El arriesgado intento de la oposición logró apenas alguna tendencia de baja intensidad en las redes sociales, y pobres movilizaciones. Las imágenes de los (pocos) manifestantes que el fin de semana pasado acudieron al obelisco y Plaza de Mayo alcanzaron, en el mundo intelectual que asesora al Presidente, para tildar de fracaso el intento de copar la agenda, que tiene a Patricia Bullrich, presidenta del Pro, como principal vocera.
Como si las más de 20.000 firmas de la carta con la que los científicos cercanos al Gobierno contestaron a la infectadura fueran poco, estos días dejaron declaraciones que hicieron madurar el KO. Eduardo López, infectólogo y miembro del grupo de expertos que asesoran al Gobierno sobre las medidas sanitarias para combatir la pandemia, calificó de “error de inteligencia” a la carta opositora. En diálogo con este medio, Ricardo Forster, reconocido filósofo que supo encabezar Carta Abierta y es hoy asesor presidencial, fue menos concesivo con sus colegas. Planteó que "son la expresión de un sector que utiliza cualquier recurso, porque temen la vuelta de un Estado presente que, para ellos, significa el fin de la libertada; una clásica idea neoliberal".
Forster calificó el escrito como una "irresponsabilidad", parte de una estrategia de desgaste al Gobierno por parte del establishment que comenzó luego de que Alberto Fernández identificara a Paolo Rocca como expresión de un empresariado miserable que despedía argentinos en medio de la pandemia. Pero "no son tontos", advirtió. "La carta es una toma de posición política, apuntan a instalar una agenda. Fracasó lo de las cacerolas, fracasó el anticomunismo, y buscaron otra salida. Pero les salió mal, no tocaron más que a su núcleo duro".
Alejandro Grimnson, también asesor de Fernández, había señalado en un debate con uno de los inventores de la infectadura que el neologismo se paseó sin problemas y con plena libertad democrática por los principales medios masivos de comunicación sin que existiera ningún intento de ribetes autoritarios por silenciarlo. La dictadura, te la debo. Forster le agregó un capítulo picante al folletín: "La palabra dictadura no significa nada para ellos, salvo en Venezuela o Irán".
Lo cierto es que al ruido que generó la carta opositora habría que contarle los decibeles. Se presentó inicialmente como una solicitada firmada por 300 científicos e intelectuales, pero ese número pareciera haber sido un efecto tardío de la inflación macrista. Si tomamos la lista de adhesiones, no hace falta ni un mínimo scrolleo para que la categoría “científicos e investigadores” dé rápido paso a las “personalidades”. En 29 casilleros se agota el apoyo del CONICET a la idea de la “democracia en peligro”. Lo que sigue es una sucesión filósofos de la tercera edad, actores que fueron famosos en otro tiempo, negadores seriales de la dictadura, y una extensa lista de “profesionales” y “otros ciudadanos”. Sí, de los 300, más de 150 firmaron como periodistas, profesionales, o simples ciudadanos. Leónidas no podría soñar una tropa de mayor fuste para defender Esparta.
Los generales que redactaron la misiva, la biotecnóloga Sandra Pitta y el politólogo e historiador Fernando Pedrosa, podrían ser la bandera de la intelectualidad millenial: se los conoce menos por sus desarrollos científicos que por sus polémicas en Twitter (permanentes y recurrentes). El último hit de la científica macrista que saltó a la fama en un concurso televisivo de preguntas y respuestas, fue criticar a Adrian Paenza planteando que no representaba a los investigadores. Y fue más allá. Ante una solicitada firmada por múltiples personalidades de la comunidad científica apoyando la idea de un impuesto a las grandes fortunas en el país, la investigadora mediática instó a sus compatriotas a sacar un “pasaje para irse a donde sea”. “Huyan”, concluyó, abonando a la unidad nacional. Todo por la reconocida arena de debate intelectual del pajarito. De Pedrosa alcanza con decir que su foto de perfil es Ricardo Fort con una banda presidencial puesta, y su portada unas manos peludas de gorila en un teclado, con una banana al lado. No es broma, no hay remate.
Detrás de semejante conducción política, no podía menos que venir una legión de experimentados soldados de la democracia. Darío Lopérfido, ex funcionario macrista y abanderado del “no fueron 30.000 desaparecidos”; Juan José Sebrili, reciente comparador del aislamiento de Villa Azul con el gueto de Varsovia; Santiago Kovadloff, ferviente defensor de la teoría de los dos demonios y del 2x1 macrista; Luis Brandoni, votante como diputado de la flexibilización laboral de los 90 y la famosa Ley Banelco. La lista sigue, pero se prefiere preservar al lector, no sin antes agregar el color de un Baby Etchecopar o una Fanny Mandelbaum. Con amigos así....