24M: marchar en defensa propia
La plaza tuvo un tono mayormente pesimista, entre la crisis económica y la incertidumbre por el futuro del país. Predominó el llamado a defender la democracia frente a los discursos negacionistas. También se pidió por “Cristina presidenta”
Mientras avanza por Avenida de Mayo rumbo a la plaza, Silvio sostiene el palo de caña que a su vez sostiene la bandera de su agrupación y se las arregla para repartir volantes contra la deuda externa y para gritar que no hay que pagarla. “Parezco un malabarista, pero no lo soy”, se ríe. “Además, estoy viejo, tengo 72 años. Pero no queda otra. Es un momento límite, de desesperación. O el pueblo sale a la calle o se va todo a la mierda”, dice.
Para él, los 24 en la plaza ya no son solamente una fecha para recordar y brindar homenaje a los desaparecidos. Desde hace varios años, explica, se convirtieron en una suerte de “cabildo abierto de expresión popular”, en una enorme congregación de consignas militantes que varían según el humor social y la situación del país. La suya y la de sus compañeros del Movimiento por la Unidad Latinoamericana y el Cambio Social (MULCS) para este año tiene que ver precisamente con eso, con mandar a su casa al FMI y que la deuda externa la paguen otros.
“Vivimos atados a una estafa. Y nos estafan todos los días, mirá la inflación que hay. A mi edad, lo que me mata es que es cíclico, volvemos siempre a ese mismo lugar, el de la deuda. Como si Martínez de Hoz no se hubiera ido nunca”, dice, y aclara que pese a los años con que carga y pese a haber viajado en tren desde Turdera, no está “para nada cansado”. Y sigue marchando.
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La convocatoria de los organismos de derechos humanos también incluyó una frase en tono de alarma: “para defender la democracia", decía. Otra, a modo de subtítulo, completaba la idea: "corporación judicial nunca más". Si bien la consigna empalmó en parte con los planteos del kirchnerismo a partir del intento de asesinato sufrido por CFK y la condena que le impusieron, también lo hizo con el espíritu general de la plaza. El clima defensivo, de retroceso, se respiraba también en la preocupación por la proliferación de los discursos negacionistas y por la situación económica.
“Vinimos en defensa propia”, cuenta Laura, de 57 años, que llegó en micro desde Tucumán. “Nos tienen con la soga al cuello, pero no van a poder con nosotros”, dice y agrega que el país está en un “momento importante” con las elecciones que se vienen. “No puede volver al poder la derecha del 2x1 y que cree que los Derechos Humanos son un curro, no podemos permitir eso”.
Laura lleva un cartel con la consigna “CFK 2023” escrita con fibra sobre un cartón. “Yo la quiero votar, pero no me dejan”, explica.
Cerca suyo marcha Ana María, encolumnada con los muchachos de SMATA de las seccionales de Avellaneda y Lanús. “Sí, estoy de acuerdo con lo que dice Ana”, suscribe. “Y con lo que dice Cristina también: no hay democracia si está proscrita”, agrega.
Es su primera plaza post-pandemia, después de varios problemas de salud. “Acá hay que estar siempre que se pueda. Para no olvidar. Por tanta gente que mataron. Mejor dicho, por tantos trabajadores que mataron, que levantaron de sus puestos de trabajo”.
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Como cada año, la plaza fue un hervidero desde temprano. Más que la plaza, lo que se llena promediando el mediodía son las arterias que conducen a ella. Avenida de Mayo, las diagonales Norte y Sur, el Cabildo, la Catedral, la calle Perú a la altura de la Legislatura porteña, la 9 de Julio y hasta los alrededores del Congreso se cargan de gente suelta y de organizaciones que deambulan como buscándose un lugar. Los familiares y sobrevivientes llevan colgadas en el pecho las caras de sus desaparecidos, los gremios hacen ruido con los bombos. La izquierda, con banderas rojas, canta contra el Gobierno. El peronismo, mayormente de celeste y blanco, o de azul y blanco, hace sonar la marcha.
Pero el espíritu es uno solo. Así lo explica Nacho Levy, de la Garganta Poderosa, la organización villera que montó una olla popular con la consigna “40 años alimentando la democracia”: “Es una muestra del legado de los 30 mil. A pesar de todas las diferencias, hoy caminamos todos para el mismo lado. Es el camino que ellos no pudieron caminar y que hoy caminamos para que mañana caminen otros”.
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“Hay un nuevo ataque de la derecha. Un nuevo Plan Cóndor”, avisa Víctor Morales, y bromea que no es Víctor Hugo, sino un bancario llegado especialmente desde Mar del Plata en el Renault de su hijo. “Pasan los gobiernos y la consigna es la de siempre: patria y colonia”, dice. Tiene 71 años y estuvo en casi todos los 24.
“Yo trabajaba acá a la vuelta, en el Banco de Desarrollo”, agrega y señala el edificio del Banco Central. “Era el banco que financiaba con créditos a la industria. Lo cerró Menem. Son las historias que te marcan lo que es un día como hoy”, reflexiona y dice, antes de irse, que va a votar “al candidato que Cristina diga”.
A Carlos y Laura, una pareja que anda por los 50, de Villa del Parque, les preocupa “la dispersión política y la falta de representación. “Votamos un gobierno que no nos representa más, mejor dicho un sector que no nos representa”, coinciden y se preguntan “cómo rearmar” lo que les permitió “venir a la plaza un 24 de marzo con esperanza”.