A mí también me echó Milei (VI): “Te daban 10 minutos para que expliques por qué no echarte”
Diagonales continúa la serie relatos sobre el drama de los despidos en primera persona. El caso de Valeria, ex trabajadora del Instituto Nacional de Formación Docente, desmantelado por el Gobierno nacional.
El ajuste del Gobierno de Javier Milei avanza, y en la sociedad argentina empieza a sobrevolar un fantasma que parecía enterrado en los últimos años: el desempleo. Quedarse sin trabajo vuelve a ocupar los primeros puestos en las preocupaciones que reflejan todas las encuestas, y el drama se agudiza en pleno contexto de una crisis donde la inflación sigue en los niveles que le hicieron perder la elección al gobierno anterior, las cuentas se hacen impagables y no aparecen salidas en el horizonte para el histórico desplome que registra la economía nacional.
En paralelo a eso, no hay área de la vida pública que no se vea afectada por la retracción del Estado nacional de sus funciones básicas. Desde la falta de obras públicas al cese de entregas de medicamentos para tratamientos críticos, pasando por las toneladas de alimentos que el Gobierno deja pudrirse en sus depósitos sin entregarlas a los comedores populares, donde explota la demanda de comida, las políticas públicas que garantizaban derechos se eliminan día a día es la población de a pie la que paga la cuenta de un ajuste que en campaña se prometió sólo para “la casta”. En ese contexto, la educación y sus trabajadores sufren el modelo de la motosierra y la licuadora como pocos sectores. A la suspensión del Fondo de Incentivo Docente, el Fondo Compensador y la falta de paritaria nacional, se suman el vaciamiento de múltiples áreas y programas que sostenían el sistema educativo nacional. El desfinanciamiento educativo es violento y viene generando respuestas por parte de la sociedad, desde la marcha universitaria del 23A al paro nacional docente del jueves pasado.
EN ESTA NUEVA ENTREGA, SE CUENTA LA HISTORIA DE VALERIA Y DEL INSTITUTO NACIONAL DE FORMACIÓN DOCENTE.
En esta nueva entrega de “A mí también me echó Milei”, la serie de artículos con los que Diagonales busca narrar el drama de los despidos en primera persona, a la par que dar cuenta de las políticas públicas y los derechos ciudadanos que quedan por el camino junto a los despedidos por la motosierra libertaria, se cuenta la historia de Valeria y del Instituto Nacional de Formación Docente (INFOD). La tragedia del desempleo y la catástrofe educativa actual se cruzan a partir de la insensibilidad y la irracionalidad de un Gobierno cuyo único objetivo parece ser un equilibrio en los números de una planilla de Excel.
LA CRUELDAD DE LA MOTOSIERRA: 10 MINUTOS PARA NO PERDER TU TRABAJO
Historia tras historia, un rasgo se repite ineludible como modus operandi de los despidos de esta nueva era. Los trabajadores son echados sin siquiera una notificación, un aviso, una explicación. El oficialismo no da la cara y simplemente no renueva los contratos, sometiendo a la angustia de la incertidumbre a miles de empleados públicos de todas las dependencias, que en muchos casos pasan meses sin tener claridad sobre su situación laboral.
Valeria trabajaba desde 2017 como editora en el Programa Nuestra Escuela del INFOD, un área de capacitación permanente y gratuita para docentes de todo el país. Allí trabajaba en conjunto con los autores de cursos y módulos de formación sobre ESI, educación física e inglés. Por su actividad, su trabajo fue remoto desde un inicio, así como también precarizado. “En Educación estaban los planta permanente y planta transitoria, después los contratados monotributistas 1109, que facturan al Ministerio, y últimos de todos los que le facturábamos a un tercero, los tercerizados”, cuenta. Los $150.000 que ganaba por un trabajo pautado para seis horas diarias, los facturaba a la Organización de los Estados Iberoamericanos.
“CUANDO ASUME MILEI YA SE EMPIEZA A PONER COMPLICADO QUÉ IBA A PASAR CON LOS QUE TRABAJABAMOS REMOTO, Y AHÍ CAEMOS TODOS EN LA MISMA BOLSA”.
Acostumbrada a estar en el último escalón de un sistema ya de por sí muy precario, Valeria cuenta que “cuando asume Milei ya se empieza a poner complicado qué iba a pasar con los que trabajábamos remoto, y ahí caemos todos en la misma bolsa, los que estaban yendo algunos días y otros no, y los que siempre habíamos trabajado remoto. Directamente no renovaron los contratos y listo, nadie me dijo ´no vengas más, vos no estás más contratada´, sino que me enteré porque circuló una lista con los que sí seguían y yo no estaba”.
A pesar de que recuerda el primer mensaje del secretario de Educación, Carlos Torrendell, en el que afirmó estar sorprendido porque la planta de trabajadores del área no le parecía excesiva y que no habría despidos, en el fondo Valeria siempre intuyó lo que vendría. “Ya habíamos vivido la época del macrismo, y cuando vos ves que tardan en nombrar autoridades, en definir qué van a hacer, que te acusan de ñoqui pero no te dan tareas y entonces quedás como ñoqui, la ves venir. ¿Por qué me iban a renovar un contrato a mí si trabajo desde mi casa y no tengo nada que hacer?”.
Sin embargo, al vaciamiento típico que se vio en muchas áreas del Estado bajo esta nueva administración, en el INFOD se sumó un rasgo de crueldad particular. “Hasta que no concretaron todos los despidos no nombraron un nuevo Director, para ahorrarle el trabajo de venir a echar”, cuenta Valeria, y agrega “pero contrataron a un señor para eso. Vinieron él y otra persona más a hacer un relevamiento de qué hacía cada uno para ver cómo reacomodaban el instituto. A este señor tenías que pedirle una entrevista, te daban 10 minutos para que le expliques qué hacías y porqué tenías que seguir. Tenías 10 minutos para no perder tu trabajo”.
“TE DABAN 10 MINUTOS PARA QUE LE EXPLIQUES QUÉ HACÍAS Y PORQUÉ TENÍAS QUE SEGUIR. TENÍAS 10 MINUTOS PARA NO PERDER TU TRABAJO”.
Ante esta especie de interventor temporal, trabajadores y trabajadoras del INFOD tuvieron que detallar qué sabían y podían hacer, proponer pases si ya suponían que sus áreas cerrarían, y el resultado fue una lista que “sacaron de la galera y no tuvo nada que ver con lo que hicieron. Mucha gente que se fue con la sensación de que seguía, no apareció en la lista, y mucha gente que pensó que no seguía, incluso que dijo ´chau, renuncio, no quiero estar acá´, apareció entre los que se quedaban”, narra Valeria.
A pesar de que “muchas personas no quisieron ir, les parecía demasiado perverso y no pidieron la entrevista”, ella sí lo hizo porque tenía la posibilidad de un pase a otra área del Ministerio y era una oportunidad para gestionarla. “Le conté lo del pase y me dijo ´ay que suerte, comenzamos el día con una buena noticia, si tenés la posibilidad de un pase quédate tranquila, escribime aunque no te conteste, escribime varias veces a ver cómo sale lo tuyo´. Decía que estaba contento porque no le gustaba dar malas noticias y me dio a entender como que ya estaba todo ok. Me fui pensando que había una posibilidad”, recuerda. Días después, la lista de quienes seguían en sus trabajos circuló sólo entre los coordinadores del instituto, que fueron los encargados indirectos de comunicar los despidos a quienes no seguían. “Ellos tuvieron ese buen gesto, si era por la gestión ni nos avisaban, a ese nivel llegó el destrato”.
EDUCACIÓN Y FORMACIÓN DOCENTE, AFUERA
El INFOD se creó en 2007 con la Ley de Educación Nacional, con el objetivo de fortalecer la gobernabilidad e institucionalidad del sistema de formación docente, generar acuerdos curriculares y criterios para otorgar títulos. Al estar bajo el amparo de una ley, no puede ser cerrado por una decisión administrativa del Ejecutivo, por eso la estrategia es su vaciamiento, como sucede con otras dependencias como el INADI. En el 2013 se creó el programa de formación permanente Nuestra Escuela, donde trabajaba Valeria y que el año pasado tuvo 1.450.000 inscripciones de docentes de todo el país a sus cursos y actualizaciones. Hoy, con el instituto vaciado, muchos de esos docentes que no terminaron por algún motivo de acreditar esas instancias de formación, se quedaron sin el puntaje que les otorgaba.
“MILEI NO SE ESPERABA GANAR, Y NO TENÍAN NI TIENEN IDEA AÚN DE LO QUE QUIEREN HACER CON LA EDUCACIÓN”.
“Milei no se esperaba ganar, y no tenían ni tienen idea aún de lo que quieren hacer con la educación, no les interesa, eso es lo más triste”, dice Valeria, y desarrolla su argumento: “El único objetivo guía del Gobierno en educación es el plan de alfabetización. Ahora, si eso es lo principal para tu gestión, no podés echar gente en todos aquellos lugares que vas a necesitar para ese plan. Uno de ellos es el INFOD, porque es donde se capacita a los docentes, se fortalece el sistema de los institutos de formación, es la base. Si vas a trabajar en alfabetización, ¿cómo hacés para que eso llegue a todos los institutos con los lineamientos que quieras aplicar?”.
En el instituto ya se cuentan 70 despidos y los 40 trabajadores que quedaron en pie se mantienen en alerta ante la inminencia de un vaciamiento aún mayor. “Desarman el INFOD, echan gente de primaria, que también es un lugar clave para la alfabetización, de los talleres gráficos, donde se imprimen materiales de apoyo que vas a necesitar para alfabetizar. Ahí es donde ves que no tienen intención de hacer nada con la educación. Ni siquiera quieren bajar línea, que también sería dramático. Podrían decir: ´a partir de ahora queremos hablar más de la teoría de los dos demonios´, por ejemplo. Pero ni eso., la educación no existe para ellos. ¿Viste cuando dijo AFUEERA?, bueno, es eso. No hay ningún interés, no lo quieren usar ni siquiera para adoctrinar, como dicen, no es importante para ellos”, sentencia Valeria.
“NO TIENEN INTENCIÓN DE HACER NADA CON LA EDUCACIÓN".
En una semana en la que se dio un nuevo paro nacional docente en plena lucha por el financiamiento educativo, en la que se cumplió un mes de la histórica marcha universitaria del 23 de abril con la que la sociedad marcó un mojón de lo que será este proceso político, en la que se conoció que el Gobierno nacional guarda en galpones toneladas de comida que no reparte a los comedores escolares, y en la que estalló la primera rebelión provincial en Misiones, iniciada justamente a partir de un reclamo de docentes, las palabras de Valeria sobre la mirada de Gobierno para con la educación cobran un espesor ineludible.
OPTIMISTA, PERO BUENO...
Valeria tiene 54 años, vive con su hijo de 27 que es músico y actor y que también ve su situación laboral complicada por el difícil contexto actual. Sabe que conseguir otro trabajo a esa altura de la vida y en este momento del país no es algo sencillo, y eso agrega angustia a la situación ya de por sí triste de haber perdido un empleo en el que sentía que hacía un aporte. “Lo que más me duele a mí es que era un trabajo que me gustaba, imaginate que no cobraba bien, pero era un trabajo que me gustaba mucho. Yo además soy docente y trabajar para el ministerio, para construir cosas desde la docencia, trabajar como editora que también lo soy era muy lindo”, relata.
“LO QUE MÁS ME DUELE A MÍ ES QUE ERA UN TRABAJO QUE ME GUSTABA, IMAGINATE QUE NO COBRABA BIEN”.
Las historias personales de quienes van perdiendo sus empleos por la motosierra irracional e insensible del Gobierno nacional le dan otro color a los números fríos que muchas veces se comparten sólo como estadísticas. “Me daba satisfacción terminar un curso y que los autores dijeran ´un placer trabajar con vos´, ahí sentís gratificación. O cuando alguna amiga decía ´estoy haciendo un curso´ y lo había editado yo. La repercusión de un trabajo invisible además, porque yo no aparecía en ningún crédito, pero no me importaba, era dejar una huella, hacer algo útil”, describe Valeria.
Caer en la realidad de haber sido despedida no fue algo fácil y llevó un proceso que Valeria describe como “por etapas”. A principios de marzo ya sabía que no la habían incluido entre quienes continuarían en el instituto, pero recién hace poco terminó de dimensionar toda la situación. “Empecé a trabajar en la comisión de despedidos con la lista Verde, Roja y Negra de ATE, y ahí me empecé a dar cuenta muy de a poco que era el único grupo de WhatsApp que postergaba para contestar, y me fui dando cuenta de que no quería asumir que estaba despedida. Recién ahí, hace unas dos semanas, me cayó la ficha”, cuenta.
“ME DABA SATISFACCIÓN TERMINAR UN CURSO Y QUE LOS AUTORES DIJERAN ‘UN PLACER TRABAJAR CON VOS’, AHÍ SENTÍS GRATIFICACIÓN”.
Hoy Valeria sostiene un taller literario con personas de la tercera edad en su casa, que de alguna manera cubre el hueco económico que le dejó su despido, junto a las correcciones ocasionales que a veces le encargan. Sin embargo, eso no le alcanza para vivir y tiene que gastar ahorros para sobrellevar el día a día. “Si bien nunca pensé con tanta certeza que me iba a quedar sin trabajo, siempre me preparé. Al ser contratada, cada fin de año estaba la incertidumbre de si me iban a volver a contratar. Entonces siempre me fui juntando mi “indemnización” por las dudas, porque siempre fui precarizada”, describe.
A la par de lo económico, todas las personas que pierden su empleo se enfrentan al hecho de tener que reconfigurar toda su vida y sus actividades cotidianas. “Siento un vacío grande. Estaba buscando trabajo de editora, estaba fijada en que quería seguir haciendo lo mismo, una fiebre de buscar hasta dije ´tengo que frenar con esto´. Y paré, para dedicarme a hacer unos cursos que me regalaron para mi cumpleaños. Tengo esta plata por ahora, tengo estos ingresos, cada tanto me sale algunas correcciones, entonces me dije, voy a frenar, voy a hacer el duelo y ver cómo sigo, porque era como un aturdimiento lo que tenía”. Los cursos a los que hace referencia Valeria tienen que ver con terapias de salud alternativas, con las que hace unos años ella misma se curó de un cáncer de mama. Hoy, su vocación de servicio la hace pensar en dedicarse al acompañamiento de pacientes con afecciones desde esas terapias, que viene estudiando hace años, y frente a eso afirma “siento que tal vez puedo hacer una transformación de lo que hago, pero el vacío hoy por hoy está”.
“SIENTO UN VACÍO GRANDE”.
Valeria también describe la situación en la que ve a otros trabajadores que atraviesan su misma situación: “la mayoría está muy golpeada. Se nota en la comisión de despedidos, sólo 22 se anotaron. Hubo tanto maltrato y crueldad que mucha gente ni quiere seguir, estar ahí por un sueldo bajísimo y con ese destrato. Y muchos de los que están anotados están deprimidos, y yo me pongo en ese lugar también, porque es difícil organizar cosas, proponer y que la gente participe. Los entiendo, lo sentí desde ese lado”.
La trabajadora despedida del INFOD, como miles y miles de argentinos y argentinas hoy en día, tiene además que sobrellevar las preocupaciones familiares en este tiempo de crisis. Cuenta que su madre con su jubilación es el principal sostén de su hermana, que padece un problema de salud, y sus tres sobrinos, dos de ellas mellizas de 9 años de edad. “Yo ahora todavía con las changas y los ahorros puedo tirar, pero veo la situación que está difícil, yo ya tengo 54 años y no es tan fácil el mercado laboral cuanto más grande sos. Entonces, en algún momento sí me sentí preocupada. No quiero que mi mamá se preocupe también por mí, si yo también me caigo, se rompe el tejido familiar”, relata con angustia.
“HUBO TANTO MALTRATO Y CRUELDAD QUE MUCHA GENTE NI QUIERE SEGUIR, ESTAR AHÍ POR UN SUELDO BAJÍSIMO Y CON ESE DESTRATO”.
A pesar de todo, Valeria se describe como optimista, aunque también realista. “Todo esto en algún momento me angustió, ahora soy un poco más optimista, pero bueno...”, agrega, y en los puntos suspensivos del silencio final de sus palabras caben las incertidumbre y las angustias de millones que hoy por hoy ven su situación personal, familiar y económica caminando por una cuerda floja.
“Por lo menos sé que de hambre no me voy a morir”, va cerrando la charla Valeria con voz de reírse para no llorar. Resalta, sin embargo, que esto es así porque tiene “la suerte de ser propietaria”, gracias a un seguro de vida que cobró tras el fallecimiento de su padre. “Si tuviera que alquilar, estoy en la indigencia. Mis ingresos son de indigencia, tendría que destinar todo lo que me entra para eso”, agrega rápidamente, en una descripción de la situación en la que están tantos y tantas que no cuentan con el privilegio de tener un techo propio. Valeria no pierde, ante todo, la conciencia de vivir en una sociedad agredida por un Gobierno insensible y que se hunde día a día en un clima y una situación de los que costará mucho poder salir: “Sé que tengo ese privilegio, pero voy por la calle viendo la gente durmiendo ahí y pienso en por qué tenemos que llegar a esto como sociedad”. Su pregunta resuena en las mentes y corazones de millones, en este tiempo en el que la crueldad y la indiferencia parecen camino a constituirse en la norma.