El escenario electoral, hasta ahora, presentaba actores jugando a la defensiva, con riesgos calculados y señales de moderación. Aun la fórmula Fernández-Fernández, coinciden los analistas, apunta a generar nociones de certidumbre, previsibilidad y calma. Kicillof-Magario, por su parte, es una acertada fórmula kirchnerista de la síntesis urbano-conurbano.

Del lado del oficialismo rige un silencio sepulcral respecto de posibles definiciones, si bien en la superficie sus comunicados rezan “sin novedades en el frente”. La línea de no innovación es repetida, en efecto, por todos sus voceros en todos los canales: el candidato es Macri; vicepresidente se busca, tratar en Casa Rosada: suena un radical, podría ser un outsider como Toty Flores (?). Las reiteradas apariciones de Marcos Peña en programas de horario central son un dato a tener en cuenta: no sólo porque parecería que su imagen se ha recuperado luego de la “crisis cambiaria”, en una demostración de resiliencia envidiable, sino porque aparece como el decisor incuestionado del espacio que actualmente ocupa el poder. En efecto, Marcos Peña no habla en nombre de nadie, sino que baja línea en vivo y en directo por televisión.

En este contexto, la indefinición de Sergio Massa, a escasos días del cierre de alianzas electorales, aparece como una innovación en el sistema. Aunque no llega a ser un cisne negro, la opción del dirigente por el espacio opositor y, sobre todo, la aparición de la palabra clave “coalición”, obliga a todos los actores a replantear sus estrategias.

Algunos dirán que fue empujado por su estructura, ya que intendentes y gobernadores requerían lineamientos en aras de conservar o pelear sus propios distritos. Pero la realidad es que el tigrense no confirmó aun su pertenencia y en los principales medios opositores dejan la puerta abierta —aun reescribiendo notas publicadas en días pasados, en un asombroso ejercicio de intervención en tiempo real de la memoria colectiva— al convenio con María Eugenia Vidal (que se encuentra ¿en Colombia?, ¿por trabajo?, ¿con Ritondo?).

Esta prolongación artificial de la vida de un acuerdo por colectora es suficiente para plantar dudas y ensuciar la confiabilidad de la palabra del líder del Frente Renovador, profundizando la desconfianza entre ambas partes. Una movida táctica muy astuta —y muy económica— por parte del espacio oficialista, que no desperdicia una sola oportunidad ni deja un cabo suelto.

Asimismo, la apuesta de Barrionuevo por Lavagna no deja de presentar otra tensión cuasi insoportable para el espacio de Nueva Mayoría. Graciela Camaño, principal operadora del espacio massista, no desiste en su sueño-estrategia de articular un gran espacio de centro, superador de la grieta, que con mucha inteligencia denomina “alternativa entre los dos procesos, el que se fue y el que está”. Sin embargo, el avatar o target ideal de este espacio es mas bien una fantasía que una realidad. Como dijéramos en otra columna, de la grieta no se sale por arriba sino por la salida, es decir, el electorado demanda (tácitamente, discretamente) de sus candidatos una definición, ya sea hacia uno u otro lado del abismo.

Camaño, de todas formas, se encuentra en una posición privilegiada —tal vez, un cuadro con menor trayectoria o envergadura la encontraría imposible— para articular estos dos aliados potenciales (Massa y Lavagna) y generar una auténtica turbina política que remolque, de una buena vez, al vehículo opositor de su empantanamiento identitario. Juntos, pero no amontonados, parece ser la consigna ordenadora del momento político que todos, por distintos motivos, perciben como encrucijada histórica.

No es menor, sin embargo, ni coyuntural, la negociación por las listas y candidaturas, en especial la de Malena Galmarini como intendenta de Tigre. Si bien el kirchnerismo habría dado su apoyo al intendente actual, Julio Zamora, para una reelección, el aterrizaje de Galmarini en un puesto ejecutivo por vía electoral sería de una trascendencia significativa, porque abriría las compuertas a una nueva generación de liderazgos peronistas que ha estado forjándose en estos últimos diez o quince años en un segundo plano. Esta irrupción podría cambiar el escenario político a partir del próximo ciclo electoral, si no antes, y no está a la vista que el actual oficialismo tenga el aire o los recursos necesarios para hacerles frente.  Por el momento, la fortuna los favorece, pero ya sabemos que se trata de una dama veleidosa.