Cambio de nombre, listas únicas y piso de internas en las horas frenéticas del FdT
Este miércoles se cierran acuerdos centrales en el oficialismo, que se discuten a contrarreloj entre el albertismo y la alianza entre el kirchnerismo y Massa. Cambiar la marca, figurita repetida del macrismo. La rosca por los pisos para integrar la lista en octubre como la discusión central.
Hace casi exactamente cuatro años, el 12 de junio de 2019, llegaba una noticia de particular paralelismo con el presente. CFK había sacudido el mapa político con su ya mítico video y el anuncio de la fórmula con Alberto Fernández unas semanas atrás, obligando al oficialismo macrista a una jugada extrema para no quedarse rezagado en materia de sorpresa y renovación política, en un contexto de fuerte desgaste del gobierno. Casi en espejo a la movida de CFK llegó la incorporación de Miguel Pichetto a Cambiemos y su inclusión en la fórmula presidencial junto a Mauricio Macri. Pero esa apertura (desesperada) del frente de gobierno, necesitaba una renovación a nivel de imagen, un nuevo rostro con el cual intentar seducir a una sociedad que padecía la crisis económica y se encaminaba a votar masivamente en su contra.
Así, cuatro años atrás se conocía que Cambiemos mutaba de nombre para pasar al actual Juntos por el Cambio, el sello que acompañó al macrismo desde entonces. El desgaste político de la marca que había llevado a la alianza entre el PRO, la UCR y la CC al triunfo en el 2015 se sumaba, cuatro años más tarde, a la incorporación del peronismo federal de Pichetto y otros partidos como Fe, del “Momo” Venegas” y el MID como factores para decidir decidir el cambio de identidad en clave de presentar una nueva oferta al electorado. El final de esa historia es conocido: poco pudo hacer el paso de marketing para revertir el impacto de las pésimas políticas económicas y sociales del gobierno macrista, que sería aplastado en las urnas por el naciente Frente de Todos.
Paradójicamente, el gobierno peronista se encuentra, cuatro años más tarde, en el mismo laberinto. Las dificultades externas, sumadas a la descoordinación propia y las internas feroces que marcaron la gestión, llevaron a cuatro años consecutivos de pérdida del poder adquisitivo del salario, una inflación descontrolada y una sensación de crisis cuasi permanente que hoy acorrala al oficialismo y lo empuja a una decisión similar a la de su adversario en 2019. En las últimas horas previas al cierre de alianzas, el FdT maneja la posibilidad de abandonar la marca que lo llevó a la estruendosa victoria política y cambiar de ropaje para exhibir un aire de renovación.
El Frente de Todos se evalúa como una marca desgastada y, sobre todo, como una cáscara vacía. El sentido de ampliación y unidad que resultó decisivo en2019 hoy carga con pesados años de gestión, muchas veces infructuosa, y diferencias irreconciliables que en la perspectiva de sus principales líderes señala la necesidad de un cambio. Si se concreta, como se especulaba el martes, no será un cambio por ampliación o apertura, como lo fue el de Cambiemos a Juntos por el Cambio. No había en las últimas horas versiones sólidas de alguna incorporación al frente o modificación en su estructura. La mutación sería, más bien, defensiva. Respondería a la necesidad de mostrar una nueva conformación interna entre los mismos actores como una renovación y un nuevo horizonte a futuro, desafío que pondría al límite la capacidad comunicacional del oficialismo.
La idea del cambio de nombre es impulsada, fundamentalmente, por la alianza entre CFK y Massa. Es ese sector el que busca mostrarse como algo distinto a la experiencia de gobierno de estos años, que quedaría encarnada en la figura del Presidente y, en una eventual PASO, en los candidatos de su sector. Un nuevo nombre permitiría, al menos como posibilidad, la alquimia de escindirse todo lo posible de los fracasos del FdT y presentarse como una nueva alternativa del peronismo para los años que vienen. Esa ingeniería deberá confirmarse hoy, cuando se inscriban ante la justicia electoral los nuevos frentes. No trascendieron versiones fuertes de cuál podría ser el nuevo nombre.
Este es, sin embargo, el menor de los dilemas internos que atraviesa el FdT por estas horas. Enredado en la discusión por la estrategia entre una candidatura única o una PASO, tironeado por la dificultad de contener a todos los sectores y sin candidaturas definidas, el oficialismo navega horas tormentosas en la definición de dos elementos centrales que determinarán el porvenir de la alianza. Por un lado, la presentación de listas propias para cada opción que se presente a una interna en caso que se realicen. Por otro, el piso de votos con el que esas listas conformarían la boleta de octubre.
El tema de las listas propias fue, de entrada, un elemento de presión política por parte del kirchnerismo para con el albertismo en su objetivo de hacer declinar a sus candidatos del intento por postularse. En concreto, significa que cada opción del oficialismo en las PASO debería tener candidatos propios para cada categoría, desde presidente hasta concejales de los municipios. Esto obligaría a Daniel Scioli y a Victoria Tolosa Paz, hoy por hoy principales espadas albertistas, a conseguir una multiplicidad de candidatos en todas las provincias y particularmente en la PBA, donde la ministra quiere enfrentar a Kicillof en una interna. El tamaño del desafío habla por sí solo y permite entender la presión que significa por parte del kirchnerismo.
Desde ese sector del albertismo plantearon en reiterada ocasiones a Diagonales que tienen los candidatos para presentar, pero las dificultades de esta definición van mucho más allá. Los gobernadores no quieren una interna innecesaria en sus territorios en la que, además, tengan que optar por una de las dos boletas en cuestión. Eso no sólo les dividiría sus votos sino que abriría una disputa política con referentes que podrían empezar a posicionarse en cada territorio hacia futuro. Lo mismo sucede con los intendentes de la PBA, que no quieren verse obligados a optar por la boleta de Kicillof o la de Tolosa Paz y dividir votos propios al tiempo de posicionar adversarios internos en sus distritos.
Una posibilidad para esto sería permitir que las categorías legislativas o los ejecutivos municipales sí puedan compartir boleta, cortando la PASO en la presidencia o la gobernación bonaerense. Esto, sin embargo, significaría una cierta victoria política de Scioli y Tolosa Paz, que podrían contar con votos de gobernadores e intendentes. En esta encerrona se encuentra hoy el principal impulsor del criterio de las listas propias, Máximo Kirchner.
A esa rosca le sucede otra, no menos importante. Se trata de qué piso de votos debería obtener cada lista en agosto, si se dan las PASO, para colar lugares en la boleta general de octubre. El peronismo históricamente manejó un piso de 25% de los votos de una interna para entrar a la lista general. En la previa, Máximo Kirchner empujaba un piso del 40% y el albertismo quería discutir un 15%.
En las frenéticas negociaciones del martes, se negociaba en torno a un 30%, pero con la cláusula de que en la PBA la lista que llegara a ese umbral colocaría cuatro legisladores nacionales intercalados entre los primeros 15, a partir del décimo lugar. Si la lista perdedora de la interna obtuviera el 40% de los votos del frente, esos cuatro legisladores de los primeros 15 se intercalarían a partir del sexto lugar.
Esto, en términos objetivos, representa un nuevo cachetazo al albertismo. El oficialismo debería hacer una elección que está muy lejos de lo que indican las encuestas y la realidad social, económica y política como para que esos pisos resultaran mínimamente atractivos a la opción que pudiera perder la interna, que todo el mundo descuenta sería la opción Scioli-Tolosa Paz. En una buena elección, la cantidad de legisladores nacionales que pueden entrar por la provincia puede rondar entre los 11 y los 15. Por caso, la arrasadora elección de 2019 reportó al FdT 19 diputados sobre 35 en disputa.
Muy lejos hoy de esos números, el sciolismo amenaza con recurrir a la justicia electoral con el reglamento del peronismo si el kirchnerismo mantiene el piso alto que hoy por hoy pretende. Aducirían que no se estaría respetando dicho reglamento y no se estaría incluyendo con representación a las minorías. La alianza entre CFK y Massa se planta, por su parte, en que la ley de las PASO plantea concretamente que cada frente puede definir sus reglas internas, por lo que no habría ninguna incompatibilidad en establecer piso alguno.
Este miércoles hasta las 00:00 horas hay tiempo para presentar las alianzas. Cada frente deberá presentar qué partidos lo integran, cuál será su nombre y bajo qué sello competirá. Aún resta un plazo de cinco días más, hasta el 19 de junio a la medianoche, para presentar el reglamento interno donde sí deberá especificarse la discusión por los pisos en una eventual interna.
A su vez, el 20 de junio figura entre las especulaciones como una posible fecha de anuncio de candidaturas por parte de CFK. Ese día se conmemora a su prócer predilecto, Manuel Belgrano, y es posible que haya una foto potente en la inauguración del gasoducto Néstor Kirchner, que finalmente terminó construyéndose en tiempo récord, estará operativo para este invierno permitiendo ahorrar dólares y morigerar los aumentos en las tarifas, y sin dudas será recordado como la obra de infraestructura más importante de la gestión del FdT y posiblemente de los últimos años.
Hasta entonces habrá rosca a todo trapo. Las negociaciones entre el sciolismo y el kirchnerismo siguen a pleno, y ayer se conoció una reunión en el Senado en la que CFK convocó a Eduardo de Pedro y a Sergio Massa, disparando las especulaciones sobre una posible fórmula entre ambos. Nada puede darse por sentado en estas horas decisivas de un Frente de Todos que, al menos en su nombre, parece despedirse tras una victoria electoral histórica en 2019 y un tiempo de gobierno tormentoso.