Carrió desnudó las falencias del proyecto político de Rodríguez Larreta
Con su raid mediático, Lilita demostró el poder que tiene para ensuciar dirigentes y advirtió que el próximo armado opositor debe alejarse del “panperonismo”, la idea del Jefe de Gobierno, que a la postre es amigo personal de Massa. El centro político, cada vez más lejos.
La llegada de Sergio Massa al Gobierno puso un manto frío sobre las internas palaciegas del Frente de Todos. Por lo pronto, al menos cesaron los dardos furibundos de Cristina y el azote sobre las variables macro como el dólar. En la Rosada hablaron de “cierto clima de estabilidad”, tal como lo describió la vocera presidencial, Gabriela Cerruti. Los espasmos, sin que nadie lo esperase, cruzaron de vereda y la encargada de sacar los trapitos al sol fue la ex diputada nacional y referente de la Coalición Cívica, Elisa Carrió, quien eligió pegar donde mejor sabe: ensuciar a sus aliados con denuncias al voleo de corrupción.
A tal punto sacudió la interna opositora las declaraciones de Carrió que los principales referentes del PRO se reunieron de urgencia este viernes para consensuar una estrategia común y ponerle fin a la novela de enredos indeseada. Mauricio Macri, Patricia Bullrich, Horacio Rodríguez Larreta y Cristian Ritondo, entre otros, almorzaron en un coqueto restaurante porteño —una costumbre a esta altura a la hora de discutir grandes temas— con dos objetivos: mostrarse juntos frente a los ataques y decir unánimemente: “Damos por finalizado el tema".
El portavoz de la frase fue el secretario de la presidencia hasta 2019, Fernando de Andreis, un hombre del riñón del ex presidente. Macri aprovechó el tole tole para volver, él también, a la palestra, refritando el “vamos a volver” en tono cambiemita. “Vamos a volver a gobernar en 2023”, dijo desde Rosario, acompañado por Martín Palermo, obvia referencia al Boca todocampeón de fines de los 90s y principios de este siglo que supo conducir, quizás el único éxito de gestión que puede mostrar.
La voz alzada del ex presidente sirvió para explicitar que nunca, ni siquiera en sus peores momentos, dejó de ser la máxima referencia de la oposición. En eso funciona a espejo de CFK: tendrá un techo bajo en el electorado en general, con altos niveles de rechazo, pero sigue siendo quien aglutina los apoyos mayoritarios dentro de su propio espacio, por amplia mayoría sobre el resto, incluso de Rodríguez Larreta. Esa idea, por ejemplo, empieza a tomar fuerza en la consciencia de María Eugenia Vidal, que en el último tiempo comenzó un proceso de acercamiento a Macri insospechado varios meses atrás.
Larreta fue el más perjudicado. No recordará esta como una gran semana en su raid hacia la presidencia. Primero porque Carrió volvió para demostrarle que es parte del engranaje de la coalición y que es preferible tenerla cerca que lejos. Es decir, Carrió le recordó que es un factor de poder que estaba agazapado, pero que seguía ahí, presente.
Massa, que es además su amigo personal, es enemigo declarado de Carrió desde hace años. Lilita nunca le perdonó a Vidal, por ejemplo, haberse recostado en el tigrense para gobernar la provincia. Así que uno de los mensajes de la líder de la CC es que esa idea de Larreta de “gobernar con el 70 por ciento” (es decir, con Massa adentro o cerca) no corre mas. “La llegada de Massa al gobierno es buena para cambiemos porque termina con esa idea sinsentido de hacer panperonismo”, lanzó Carrió en LN+, el canal de Macri. Golpazo.
Y si Juntos no es panperonismo, entonces, tiene una tarea importante por delante para demarcarse del centro político donde talla Larreta y recostarse, decididamente, en un anti-peronismo fiel al ideario original con que se concibió al espacio en 2015. Esa tesis de poder tiene dos problemas: quedó demostrado en la gestión de gobierno que fue un fracaso rotundo y, además, ahora el antiperonismo tiene una opción electoral mucho más radical, los libertarios de Milei, con quienes Macri y Bullrich vienen coqueteando desde antes de las elecciones del año pasado.
Como sentía que lo estaban corriendo por derecha, Larreta se lanzó de lleno a la agenda anti-pobres de los libertarios y anunció un recorte de planes sociales de ciencia ficción y que le sacaría el trabajo a un policía porteño por llevar preso de forma correcta a un demente que quiso atropellar piqueteros. No se lo ve cómodo ahí.
El famoso “para dónde vamos” de cada coalición era hasta hace dos semanas un problema para el oficialismo y hoy lo es para la oposición, y demuestra también que los límites del sistema actual de coaliciones es muy fino y borroso y que sus propios actores se mueven muchas veces por fuera, haciendo que el escenario sea mucho más inestable de lo que parece. Cristina puede avalar un ajuste ortodoxo aplicado por Massa, de un lado, y peronistas y radicales cordobeses pueden copiar a Balbín y Perón y juntarse para armar un polo de poder nacional que rompa el esquema opositor, como sucedió también esta semana con la foto entre Schiaretti y Losutau/Yacobitti.
Todo se corre de lugar, no hay terreno firme. Eso tampoco le gusta a Larreta.
Pero hay cosas que, pese al lodazal, se mantienen firmes. Y son Cristina y Macri. Lo dijo Miguel Ángel Pichetto: “Se subestima a los ex presidentes”, dijo.
“Lo que haga Macri, si es candidato o si apoya a otro candidato, va a terminar de resolver la interna” de Juntos, dijo Pichetto.