Ahora que ya se secaron todas las pilas de los timbres que el PRO salió a tocar allá por 2015, hay algo que cual banda del Titanic, siguen tocando hasta el final: el discurso de la “pesada herencia”. De 2015 a esta parte pasaron cosas y muchas, como dijo el presidente, y rápidamente vimos cómo, una vez superado el momento electoral en el cual todo era sonrisas, globos, revolución de la alegría y la promesa de “no vamos a cambiar nada de lo que está bien”, la estrategia política consistió en “agarrar la pala” y cavar un poco más hondo la grieta que supuestamente habían venido a cerrar, a fuerza de denunciar la debacle que el kirchnerismo habría mantenido bajo el tapete durante 12 años.

En 2015 ellos se apropiaron del discurso del cambio que se suponía representaba una mirada hacia el futuro, pero a poco de asumir lo abandonaron para machacar sobre el pasado: esa fue la forma que encontraron para justificar las penurias del presente generadas por sus propias decisiones políticas, siempre encubiertas por los alquimistas de las finanzas y el lenguaje que nos gobiernan: sinceramiento, lluvia de inversiones, grasa militante, corrupción K, mafias, parte del léxico cambiemita para decir ajuste, tarifazos, despidos, desguace del sector público, persecución política.

Hoy el discurso del PRO ya no tiene nada que ofrecer hacia adelante. Ese discurso pudo sostenerse mientras parte del electorado que le prestó su voto a Macri en 2015 y aún en 2017 tuvo espaldas para soportar el aluvión de neoliberalismo explícito que pulverizó el poder adquisitivo del salario y que nos llevó a insertarnos al mundo a costa de perder industria y empleos y volver al redil del FMI. Pero hoy las condiciones económico-sociales han empeorado ostensiblemente y no es tan fácil volver a seducir a esa importante porción de electores que le entregaron el voto mas no la lealtad a Cambiemos. El propio relato del macrismo está agrietado por su falta de consecuencia con la dura realidad de la política: asoma en el horizonte la desafección de un electorado desencantado por resultados económicos que nunca llegaron mientras los únicos indicadores que crecen son la fuga de capitales, el IPC y el ratio de deuda sobre PBI; un electorado que ya no presta oídos al pedido de seguir poniendo el hombro porque “este es el único camino posible” y que pide en cambio, ser escuchado, como ese obrero que se le plantó a Macri y le reclamó: “No importa el gobierno pasado, haga algo”. El mejor equipo de los últimos 50 años nos llevó al descenso y no hay esfuerzo mediático, judicial o del call center que pareciera ser suficiente para taparlo. No al menos insistiendo solamente en términos de mala gestión y corrupción sobre la pesada herencia, la década robada k o aún yendo más lejos, los últimos 70 años.

El discurso de la pesada herencia está mutando: lo vimos en los rostros y tonos guionados con que abrieron el año legislativo Macri, Vidal, Larreta y hasta intendentes como Martiniano Molina: enojados. Y luego del anuncio de la fórmula Fernández –Fernández amenaza con tomar una curva peligrosa que va de la ira al miedo y del miedo al odio. Como Bolsonaro, Trump o las derechas que cada vez ganan más espacio en Europa, el PRO –ya lo dijo Duran Barba- va a volcarse al discurso del miedo: miedo a la incertidumbre económica que ellos mismos generaron pero que se la enrostran a otros, y miedo a la incertidumbre “moral” que generan nuevas formas de sociabilidad y de subjetivación y que la derecha traduce en corrupción que viaja del ámbito estatal a la familia y de vuelta moralizando todo el campo de discusión política. El PRO va a jugar a la polarización, a mantener viva la grieta, sobre la base del miedo.

Frente a esto, el anuncio de la fórmula que constituyen Alberto Fernández y Cristina Fernández de Kirchner despierta esperanza: hay una alternativa política que habla una lengua distinta a la de Cambiemos. Es la lengua de la justicia social pero dicha aún en términos más simples, más certeros: le desordenaron la vida a la gente y hay que volver a ordenarla, dijo Cristina; ya estuve en el laberinto y sé cómo salir, dijo Alberto. Y sobre todo, es una alternativa política que intenta reconstruir y ampliar lo que hizo grande y perdurable en los corazones al peronismo: escuchar las necesidades y convertirlas en derecho. Escuchar, ofrecer certezas y persuadir sobre la posibilidad de volver a tener un país y una vida ordenados es el camino a recorrer en una campaña que no será fácil. La idea de futuro es nuestra; trabajemos para que el futuro también lo sea.

*Docente UBA, politóloga .Comisión Directiva FEDUBA / Sec. Adjunta CTA CABA. Twitter: @maribelensotelo