De salida y de avanzada
El Presidente y el Gobernador tuvieron las últimas aperturas de sesiones de sus mandatos. Mientras el discurso del miércoles sonó a despedida, hoy Kicillof enfiló derecho a la disputa por su reelección. De fondo, la discusión por el reordenamiento del peronismo post 2023.
El Frente de Todos atraviesa un año determinante. No solo porque el resultado de los comicios de agosto/octubre/noviembre pueden resultar en un segundo turno en los distintos estamentos de gobierno que hoy ocupan, sino también porque, de no ser así, una derrota electoral desatará un reordenamiento del espacio (cuando no una ruptura) para el que cada quien ya juega sus fichas. En ese tablero, los discursos de apertura de sesiones de los titulares de los dos Ejecutivos con mayor peso específico del país trazaron horizontes contrapuestos, al menos para una interpretación a tres meses del cierre de listas.
Ya de por sí las gestualidades en ambos escenarios, el Congreso de la Nación y la Legislatura bonaerense, fueron diferentes. Alberto Fernández llegó al Congreso el miércoles pasado y fue recibido por CFK. En el trayecto desde la entrada del Palacio Legislativo hacia el recinto ya pudo evidenciarse que su reencuentro con la Vicepresidenta no tendría imágenes felices para resaltar. CFK apuró el paso e ingresó primera a la sala, captando el protagonismo del momento y dejando relegado al Presidente tras suyo, que entró casi como un actor de reparto. Ya en el estrado y con todas las miradas puestas en sus reacciones, la Vicepresidenta no regaló un solo gesto de aprobación a su compañero de fórmula, ni siquiera cuando mencionó el intento de asesinato en su contra, cuando habló del intento de “inhabilitarla” políticamente de ciertos sectores del círculo rojo, o cuando encendió su tono fustigando a la Corte Suprema y haciendo propia la agenda del kirchnerismo.
La entrada y la estadía de Kicillof en la Legislatura esta mañana fueron distintas. Llegó acompañado de su esposa pero rápidamente paso a ser escoltado por los presidentes de ambas cámaras, Verónica Magario y Federico Otermín. El trayecto hacia el recinto fue de risas y comentarios entre los tres, transmitiendo un clima de unidad, seguridad y solidez frente a la instancia que afrontarían. Ya durante su discurso, Kicillof recibió aplausos y ovaciones que se repetían en cada eje o idea fuerza planteada por el Gobernador, con escasos minutos de intervalo entre sí. No tuvo la misma fortuna el Presidente, que como mayor repercusión de sus palabras encontró el show opositor encabezado por el diputado Iglesias y que incluyó un cantito irónico de parte de JxC pidiendo “para Alberto, la reelección”.
Las situaciones disímiles no nacieron en las diferentes puestas en escena del miércoles y hoy, sino que reflejan la distinta solidez de ambas figuras en el mapa del FdT. Mientras Alberto Fernández se esfuerza por sostener frente a los embates kirchneristas una posible candidatura a la reelección, que hoy por hoy ya no cuenta ni con los apoyos que hasta ayer tenía, como la CGT o el Movimiento Evita, Kicillof transita uno de los momentos más firmes de sus tres años de mandato: los intendentes (¿y La Cámpora?), que se quejaban de cerrazón y querían construirle un adversario para su candidatura, hoy se rinden ante lo que marcan las encuestas que lo muestran ganador y ante la bendición de La Jefa, que lo sostiene como su hijo político predilecto.
Dicho de otra manera, al Presidente hoy se le anima cualquiera mientras que el Gobernador es el principal punto de síntesis del FdT y nadie discute su legitimidad, ni como gobernante, ni como candidato ni como el primer depositario del bastón de mariscal de CFK. A la inversa, Alberto Fernández tuvo que llamar desesperado a Emilio Pérsico en día previo a la apertura de la semana pasada para intentar evitar una plaza vacía que no evitó, y por los medios desfilan referentes de distintos sectores del FdT refiriéndose a que no debería participar de unas PASO.
Esos estados opuestos del Presidente y el Gobernador se trasladaron a sus discursos y lo que dejaron como imagen. Si bien ambos hicieron un repaso por su gestión, intentando valorar lo alcanzado en el duro contexto que les tocó, un país quebrado por el macrismo al cual se le sumó una pandemia y una guerra, el lugar en el que se pararon y las proyecciones que dejaron resultan opuestos.
Alberto Fernández enunció un discurso con tono de despedida. El extenso recorrido que hizo por los datos que marcan una recuperación económica que ubica al país en una situación pre pandemia, no alcanzó para convencer a propios y extraños que enfocan su mirada más en el descalabro inflacionario y en la pérdida del poder adquisitivo del salario. La ponderación de su moderación como praxis política tampoco resultó muy efectiva, y más bien pareció una intención de morir con las botas puestas que de defender una estrategia que haya dado resultados.
Hacia el final de su alocusión, Fernández intentó ponerse en un modo más kirchnerista, elevando el tono de voz y lanzando acusaciones picantes contra la Corte, cuyo Presidente y Vice estaban sentados a poco metros de distancia. La repercusión de esa jugada, sin embargo, no fue la aprobación y la defensa por parte de sus socios del FdT, sino más bien la ridiculización por parte de la oposición, que aprovechó para hacer su show en el recinto y llenó luego horas de televisión con el tema. En definitiva, el tono y contenido moderado del Presidente terminaron quedando cortos, y su tono y contenido vehemente fueron interpretados como impostados. Un lugar solitario del cual le está costando mucho salir al primer mandatario.
El Gobernador transita por otro carril. Más allá de ciertos momentos de desorden en la lectura de su discurso de 45 páginas, se lo vio sólido y hasta mirando de arriba y con ironía las pocas chicanas que recibió por parte de la oposición. En ningún momento perdió el control de la escena y se dio el lujo de hablar por más de tres horas, una más que el Presidente. También analizó una por una sus áreas de gestión, con la diferencia de que dedicó mucho más pasajes de su discurso a criticar al gobierno de Vidal en relación a los que dedicó Fernández para criticar al macrismo.
Además, Kicillof planteó agendas a futuro en prácticamente todos los ejes que tocó. Y no solamente de cara a este 2023, sino también en su plan del 6x6, que apareció un par de veces en su discurso dando cuenta de su aspiración reeleccionista. Alusiones como la de “vamos a seguir asfaltando todas las calles de tierra en el plan 6x6 en el conurbano bonaerense” fueron un recurso constante, parando al Gobernador no solo en plano del balance sino en el de la proyección como candidato.
Si Alberto Fernández con sus palabras pareció intentar dejar una buena imagen de su gestión, tantas veces bombardeada incluso por sus socios internos, Kicillof habló de su gestión para proponer ir por más. La síntesis de esa idea estuvo clara hacia el final de su discurso, cuando dividió su mandato en etapas. El Gobernador habló de una primera “etapa de protección”, en relación al tiempo de la pandemia; otra de “reparar las heridas” que la pandemia dejó; y planteó que “ahora estamos atravesando una etapa de recuperación y reactivación”, la cual no está exenta de dificultades, fundamentalmente de carácter redistributivo. Hasta ahí, casi se podría decir que hubo un paralelismo con el planteo del Presidente en relación al Gobierno nacional.
Pero Kicillof agregó una etapa siguiente. “Quiero invitarlos a lo que viene: una etapa de reformas y transformaciones más profundas y estructurales” dijo el Gobernador, sin siquiera tener la necesidad de aclarar que esa nueva etapa sería bajo su segundo mandato. Alberto Fernández no fue tan osado en su turno del miércoles pasado, quizás simplemente por interpretar que no había oídos deseosos de escuchar afirmaciones como las de Kicillof.
De cara a lo que viene, esta diferencia entre los lugares que ocupan hoy el Presidente y el Gobernador prefigura lo que será el escenario de reordenamiento del peronismo post 2023. Mientras Alberto Fernández hoy casi no puede legitimar al interior del frente una nueva candidatura, Axel Kicillof aparece como el heredero bendecido por CFK para hacerse cargo de su legado político. Si Fernández no es candidato, habrá que ver con qué capital político consigue reubicarse en un peronismo donde muchos lo miran como responsable de la dura situación actual, y eventualmente podrían hacer lo mismo ante una derrota electoral.
Por el contrario, si como plantean hoy las encuestas Kicillof resulta reelecto, se convertirá en la principal figura institucional del FdT en caso que la oposición gane las nacionales, la punta de lanza de la resistencia desde la PBA y el incuestionable sucesor del liderazgo de CFK, al menos medido en cantidad de votos. Con ese panorama, Kicillof llegaría al 2027 casi como número puesto para una candidatura presidencial del kirchnerismo, luego de haber gobernado ocho años la provincia con mayor peso específico del país.
Dos situaciones “de color” ilustran mejor que cualquier argumento los diferentes momentos de un Presidente en retirada y un Gobernador de avanzada. Ambos recibieron el tradicional canto “borombombon, borombombon para ..., la reelección”. A Fernández se lo cantaron como una burla los legisladores de la oposición, interrumpiéndolo durante su discurso. A Kicillof se lo cantaron desde las tribunas y el recinto los militantes y dirigentes del FdT, que hoy él encabeza en la provincia.