El “operativo clamor” en Plaza de Mayo no pudo torcer la decisión de CFK
El activismo y los simpatizantes de la ex presidenta no pudieron convencerla para que cambie de opinión y vaya por la tercera. Caras largas pero también cierta aceptación formaron parte de una jornada marcada por una intensa lluvia que no opacó ni el calor ni el color de la multitud que recibió a Cristina Fernández de Kirchner.
La fecha conmemorativa por un nuevo aniversario de la Revolución de Mayo que permitió la conformación del primer gobierno patrio, junto con la latente efeméride de la llegada de Néstor Kirchner al poder en 2003, luego de la debacle política, institucional y social, fueron las excusas ideales para que en este feriado nacional la gente se acercara en masa a la Plaza de Mayo.
Estos antecedentes, sobre todo el de la asunción de Kirchner, servían de “plato de entrada” para toda la gente que se movilizó desde las primeras horas. El punto fuerte estaba (otra vez) en un nuevo capítulo del “operativo clamor” para ver si se podía torcer un destino que parece cada vez más escrito: el que dice que Cristina Kirchner no será candidata en estas elecciones.
Desde el mediodía comenzó a afluir más fuertemente el sinfín de simpatizantes de la vicepresidenta que esperaron siete años y medio, desde el 9 de diciembre de 2015 cuando según ella se “convirtió en calabaza” y concluyó su mandato, para verla nuevamente en la histórica plaza.
Los colectivos de línea, los micros escolares e incluso los micros municipales, como el de Ensenada con el nombre de su intendente Mario Secco, se multiplicaban. Lo mismo sucedía con la gente que llegaba de a pie desde estaciones como la de Constitución.
Desde el tramo de la estación Constitución hasta el Obelisco porteño cada vez se achicaban los espacios callejeros para poder pasar. Las periferias de la Avenida de Mayo se colmaron de militancia de los movimientos sociales: Patria Grande, Movimiento Evita, Barrios de Pie. Cabe destacar que el Evita había decidido apostar fuertemente a la movilización por CFK luego de que sus máximos dirigentes se reunieran con la vicepresidenta en los últimos días. Los carriles del Metrobus, atestados de la militancia barrial.
Aun no llovía pero había un clima de expectativa y tranquilidad. Lo que en movilizaciones como la del 24 de marzo se enfocaban en el tema de la proscripción sobre Cristina, hoy quedaron circunscripto a su definición electoral.
Así lo indicaban tanto las personas que seguían llegando sobre la Avenida de Mayo, como también gran parte del merchandising cristinista: pines, carteles, banderas, escarapelas, cuadernos, agendas y lo que la imaginación popular al servicio del consumo militante estuviese a disposición. Dos militantes de ATE Senado compraron una bandera y ensayaban una leyenda con fibrón negro de forma improvisada, buscando un lugar tranquilo entre los volquetes de basura para poder afinar la letra y que quede prolija.
Los puestos que más vendían eran los que mejor despliegue y variedad de accesorios y comida podían ofrecer. Los precios de todo, como la realidad inflacionaria indican, muy alejados del acceso masivo: un chori podía comprarse a 600 o 700 pesos de acuerdo al local, la porción de locro a 1200 pesos, promociones de dos empanadas de carne a 500 pesos. Una mujer se avivó y puso el valor de sus escarapelas patrias “a voluntad”. “¿Se venden las banderas?, preguntó este cronista a un joven apesadumbrado por su esquiva performance: “Algo”. La micro economía popular está resentida, y eso se nota. Abundaba la economía del contenedor de plástico que ayudaba a solucionar el tema del almuerzo.
La recta final hacia la entrada a la Plaza ya empezaba a mostrar que los caminos quedaban aún más angostos. Ahí el clamor ya abrazaba a los recién llegados. Luego de traspasar los pasacalles del gobernador electo de La Rioja Ricardo Quintela y de la intendenta de Quilmes Mayra Mendoza, se conectaba la Avenida de Mayo con la multitud que ya esperaba en los alrededores de la Plaza y de la Catedral donde unas horas antes Alberto Fernández asistía a su ultimo Tedeum como presidente, para luego irse con su familia a Chapadmalal.
La parafernalia de la estructura partidaria que se ramificaba según cada distrito u organismo marcaba lo variopinto de la masiva convocatoria: en la plaza se podían ver globos inflables del municipio de Florencio Varela y del ministro de Obras albertista Gabriel Katopodis, carteles de la municipalidad de Escobar con el nombre de su intendente Ariel Sujarchuk, de la vicegobernadora Verónica Magario, de Fernando Moreira de San Martín. Cada cual buscaba mostrarse más. Todos juegan su partido. Y en la Plaza había un partido grande.
Si la zona del Obelisco estaba colmada por la militancia social y los movimientos del arco piquetero, avanzando en el trayecto hacia la Plaza había mayor preponderancia de las organizaciones políticas, con La Cámpora a la cabeza. Ya con una lluvia que pasadas las dos de la tarde era molesta, la agrupación que encabeza Máximo Kirchner ocupaba un lugar central y a cada rato entonaban sus canciones clásicas: “Néstor no se murió…”, “Cristina corazón, acá tenés los pibes para la revolución”, entre tantas otras.
Ya no entraba ni un alfiler y cada centímetro ganado era una victoria de esas que se festejan como un gol de tu equipo. El lodazal de la plaza era incontenible y los cánticos empezaban a eclipsarse por la lluvia que a poco de llegar las tres de la tarde era más intensa. Ni las canciones de cumbia 420, ni el reggaetón ni los clásicos del rock nacional podían ya con las caras de fastidio, y la militancia estaba a la espera de que “la jefa” adelantase su alocución.
“¿Cómo vienen por allá?, le preguntó un hombre alto y rubio a dos jóvenes de La Cámpora de Arroyo Seco mientras le sostenía el paraguas a su pequeño hijo. “ATR”, le contestó uno de ellos entre risas, para luego completar su idea: “Difícil, como en todos lados”. Azul, una joven de La Cámpora La Plata de 15 años contó que ya había visto a CFK. Ella y su compañera de 25 años mantenían la ilusión de verla como candidata. Lo mismo que Daniel y Humberto, cordobeses y fieles de la Difunta Correa, que llegaron a Buenos Aires para ver el acto y agradecerle a Cristina de que fue en su gobierno cuando consiguieron trabajo. Ellos también creían que su discurso se adelantaría por la tormenta.
Y eso fue lo que pasó. Minutos después de las tres y media, llegó la actual vicepresidenta con su impermeable azul y la multitud comenzó a corear “Néstor, mi buen amigo”, en modo de entonación de un equipo que está por salir a la cancha. Y a continuación, el himno nacional, que género mayor agitación y adrenalina con su estridente final hiperfutbolizado en los últimos meses.
Con la líder en el escenario, la multitud se detuvo a hacer silencio y solo invocaba el hit de “Cristina presidenta” cuando la exmandataria dejaba lugar cuando enumeraba lo consideraban los logros de gestión entre el 2003 y el 2015.
“A la Patria hay que tomarla sin beneficio de inventario, hay que comprenderla y amarla completa. Esta plaza, cuando yo era senadora, fue poblada de represión a Madres y Abuelas aquí el día que se caía la convertibilidad y se apropiaban de los depósitos a plazo fijo de los argentinos en el corralito de aquel calvo de ojitos claros”, acuñó como dardo de presentación. Los asistentes rieron pero también asentían. Mucho más cuando la vicepresidenta exultante recordó que “fueron los kukas los que pagaron esos dólares y pesos que se le quedaron los genios de las finanzas”.
A pesar de sus diferencias con Alberto Fernández, sobre todo cuando mencionó que durante su segundo mandato habían salarios altos y que “para distribuir el ingreso hay que ponerle cara fea a los que tienen mucho”, la multitud entendió la sintonía de CFK cuando dijo que este gobierno era infinitamente superior al de Mauricio Macri, a lo que siguieron los silbidos para el expresidente.
El ancla del acuerdo con el FMI de la administración macrista fue objeto de preocupación para la mandataria y la concurrencia explotaba de bronca: “miren lo que votaron”, gritaba una señora, agarrándose la cabeza luego de que CFK recordara que en su gobierno se desendeudaron pagando 100 mil millones de dólares y la gestión de Macri tomó en tiempo record el crédito de 45 mil millones de dólares para que ganase las elecciones
Fue cuando interpeló a sus opositores en la política, los medios de comunicación y la justicia, expresando que la odiaban, la perseguían y la proscribían porque nunca fue “de ellos ni lo sería”, cuando el modo operativo clamor soltó su nuevo canto top: “Una más y no jodemos más”. “Yo soy del pueblo y de ahí no me muevo", completó una Cristina que en ningún momento recogió ese pedido.
“Decinos qué vas a hacer, Cristina”, bramaba otra militante cerca del vallado. Lo más cerca de responder expresamente ese pedido fue cuando deseó que se formen nuevos cuadros políticos para que “tomen la posta” en la dirección del país. Unas horas más tarde, eso quedaría traducido en la precandidatura de Eduardo “Wado” De Pedro a la presidencia.
Tras el pedido de Cristina para conformar un nuevo “pacto democrático”, y arremeter contra la “rémora monárquica” de los integrantes de la Corte Suprema, dejó un mensaje sentido para todos sus simpatizantes: "Quiero, finalmente, convocarlos a todos y a todas para que cada uno en su lugar de estudio, de trabajo, en la calle, en el bondi, en el subte o en la bici, cuente y permita que (se conozca) este entramado de desinformación en cuanto a los verdaderos responsables de la situación que vive la Argentina en materia de endeudamiento, de falta de dólares, de corridas, que tantas veces han asolado a la República. Que esta vez la gente pueda decidir con claridad, pero sobre todo con información. Por eso esto no es tarea de una persona, es tarea militante, basta de pedirle al otro que haga cosas que nosotros no estamos dispuestos a hacer, hay que romperse lo que hay que romperse y lo tienen que hacer todos y todas".
Fue en ese momento que el “Cristina presidenta” ya se había comprendido que se trataba de una cáscara vacía. Una nueva cáscara vacía.
El fin del acto de menos de una hora de la vicepresidenta había llegado, la tormenta se mantenía con la misma potencia y la multitud comenzaba a salir lentamente de la Plaza. “No dio ninguna señal, esperaba algo más claro”, se sinceró una mujer simpatizante que no estaba organizada y estaba visiblemente apesadumbrada. “Cristina es única, es la que nos puede ordenar. Es clara en sus convicciones y la compartimos todos los compañeros que estamos acá para poder intervenir en nuestros territorios. Hay que estar con cada vecino y vecina para poder contar de todo este entramado judicial que quiere llevarse puesta a la Argentina nuevamente”, señalaba una militante barrial de La Cámpora durante la larga espera de la salida.
La vuelta de Cristina a la Plaza de Mayo ya era un hecho. Lo que derivará de esta jornada conducirá en las próximas semanas a la estrategia electoral del peronismo. Más allá de su candidatura o no, la expresidenta mantiene su vigencia en la escena pública, tanto a la interna de su movimiento como para el resto de la vida política argentina.