Final esperado, resultados impensados: Saldos de la guerra por el PJ
Desde que CFK fue por el PJ el desenlace era inevitable. Lo imprevisto eran los costos de su llegada a la presidencia: un peronismo más desordenado que antes, la organización de un polo anti K con un gobernador al frente y la fractura expuesta con Kicillof. ¿Podría haber sido diferente?
Cuando hace poco más de un mes “Wado” de Pedro amplificó en X el mensaje que el voluntarismo de los intendentes Gustavo Menéndez y Gastón Granados no había logrado instalar, el final de la historia ya estaba escrito. El operativo clamor de La Cámpora y sectores aliados para impulsar la presidencia de CFK en el PJ nacional era sólo una fachada de una definición que ya estaba tomada y no tenía vuelta atrás. Desde que la ex presidenta se decidió a ir por el partido, el desenlace que se concretó ayer por tarde era inevitable. Lo que nadie parece haber imaginado es los costos que traería ese proceso, una foto cabal de la crisis brutal que hoy atraviesa el peronismo.
Después de la catastrófica derrota con Javier Milei el año pasado, el último de los problemas que parecía tener el peronismo era el de la sucesión de la presidencia partidaria. No hacía falta la caída en desgracia de Alberto Fernández, ocupante por entonces de ese cargo, que llegaría unos meses después a raíz de las denuncias de Fabiola Yañez. Nadie ponía en duda que el ex presidente no continuaría al frente del PJ, y hasta había un candidato para sucederlo a priori lo suficientemente ecuménico como para contentar a todas las tribus y evitar una batalla descarnada.
La emergencia temprana de un gobernador que ni por asomo podía tildarse de anti cristinista, más bien todo lo contrario, que se pronunció en plena campaña y como ninguno en contra de lo que podría ser una presidencia de Milei, expresando incluso que renunciaría a la gobernación si el libertario llegaba a la Rosada, y que además cultivaba un buen vínculo con Axel Kicillof, parecía una solución salomónica para todo universo peronista. No aparecía sobre el tablero la posibilidad real de que el “club de los jubiladores de CFK” tuviera ninguna chance de una nueva intentona, menos que menos recostándose para ello en la figura más potente del kirchnerismo junto a la ex presidenta y gobernador de la principal provincia del país. Al contrario, el saldo del fracaso del Frente de Todos parecía tender más a una revitalización del kirchnerismo como conducción del conjunto, con CFK como líder, Kicillof como principal protagonista y Quintela como una pieza clave y de gran proyección.
¿Qué pasó entonces para que, sólo unos meses después, el peronismo aparezca mucho más desordenado que antes, con Quintela organizando un nuevo polo anti K que puede terminar refugiando a gobernadores, con una fractura impensada hace un tiempo entre Kicillof y CFK, y con el liderazgo de la ex presidenta desprestigiado como nunca antes por haberse embarcado en una interna sangrienta e inentendible para sus propias bases? ¿Era posible otra resolución o simplemente se materializó un escenario que ya estaba construído desde antes? En las respuestas a estas preguntas flotan los futuros posibles del peronismo.
DEL CLAMOR QUE NO FUE AL NUEVO CLUB DE JUBILADORES
CFK y La Cámpora imaginaban otra respuesta a los tuits del pasado 3 de octubre con los que Wado de Pedro y Mayra Mendoza iniciaron el nuevo operativo clamor para que la ex presidenta llegara al frente del PJ. En rigor, las principales espadas camporistas debieron salir porque el plan inicial, que el clamor lo instalaran algunos intendentes aliados para que comenzara por fuera del núcleo K, no había funcionado. Allí comenzaron los indicios de que las cosas no saldrían como lo planeado.
“Cada día que pasa, cada hora sin un pronunciamiento de los principales actores del peronismo, los gobernadores, la CGT, todos los intendentes, significan una CFK más debilitada”, se animaba por entonces ante Diagonales un armador de un sector del peronismo bonaerense abiertamente enfrentado con La Cámpora. El paso de los días y semanas iría confirmando esa mirada: la ex presidenta llegó al frente del PJ sin el apoyo explícito de buena parte de los gobernadores, Kicillof incluido, del sindicalismo y muchos actores del peronismo que podrían haberse ordenado bajo su candidatura si las circunstancias hubiesen sido otras. ¿Faltó comunicación? ¿Falló el método de conducción? ¿Fue un resultado buscado en línea con el “principio de revelación” que esgrime Milei? Cada quien tiene sus respuestas.
Lo concreto es que un gobernador fuertemente alineado en lo político y lo ideológico con las posiciones de CFK termina este proceso como punta de lanza del club de los jubiladores. Quintela se paró como pocos ante Milei, antes y después de su llegada a la Rosada, reformó la Constitución de La Rioja con una orientación política y social intachable desde una mirada peronista y kirchnerista, recorrió el país buscando articular al peronismo y sus legisladores votaron siempre en línea con los bloque de UP. Interpretar su enfrentamiento final con CFK como parte de una decisión previa de tintes anti K, o como una posición a la que terminó siendo empujado por las decisiones de la ex presidenta, cambia todo el enfoque fundamentalmente para pensar en lo que se viene para el peronismo.
En la construcción de su candidatura, el riojano se reunió con Máximo Kirchner, quien no le bajó el pulgar y lo alentó a continuar lo que estaba haciendo, sin tampoco garantizarle su apoyo. Esperó en vano una reunión con CFK, que recién lo llamó a través de su secretario luego de haber impuesto su voluntad con los tuits de Wado y Mayra. Allí, lo que antes podría haber sido una comunicación fructífera, se transformó en el teléfono descompuesto que aún continúa. En los últimos días la ex presidenta intentó un nuevo acercamiento para ofrecer condiciones para la unidad, pero Quintela estaba “sin señal”.
Es cierto también que el riojano había dicho que sólo se bajaría de su candidatura si CFK se presentaba. El cristinismo puede esgrimir su derecho a esa rendición como argumentación para el no haber buscado construir un acuerdo antes de lanzar a CFK. Juicios de valor aparte, el resultado de las decisiones de ambos espacios es que se terminó generando una grieta que antes no existía o no tenía la fuerza para expresarse como la que hoy sí tiene. “Si no ampliamos, repetiremos derrotas”, terminó diciendo ayer Federales, un nuevo espacio que parece consolidarse alrededor de Quintela y como contrapeso al kirchnerismo fronteras adentro del PJ.
De fondo, una especie de profecía autocumplida. Si la obsesión del kirchnerismo es enfrentar a los actores que quieren jubilar a CFK, el saldo de la interna peronista parece ser el contrario a ese objetivo. Si el albertismo fallido había sepultado un nuevo intento en esa línea y el cristinismo tenía todo dado para retomar una centralidad indiscutida, la novela del PJ les dio aire y cierto horizonte de futuro a esos sectores que hasta este conflicto interno no podían asomar la cabeza. CFK tendrá la lapicera para acorralarlos, pero también los empujó a la constitución de un espacio que no tenían, y con un liderazgo como el de Quintela, que les hubiese sido muy difícil de conseguir si la ex presidenta los aislaba políticamente en lugar de abroquelarlos.
FRA-K-TURA EXPUESTA
El proceso de la interna pejotista expuso otro problema para el peronismo: el distanciamiento ¿irreversible? entre el cristinismo y Axel Kicillof. Algo impensado meses atrás, en los que la enorme mayoría del universo peronista se fue acomodando a un escenario de conducción kirchnerista, con CFK y Kicillof como cabezas, que finalmente no ocurrirá. Algunas cosas que sobrevolaban se aclararon en el proceso. Las declaraciones de CFK y La Cámpora contra Kicillof permiten ver cuál es la mirada real del cristinismo sobre el gobernador. Las acciones y el discurso de Kicillof pusieron por primera vez sobre la mesa lo que siente dentro del esquema de jerarquías del kirchnerismo.
Máximo Kirchner, en la extensa entrevista que le dio a Jorge Rial, no solamente dijo que desde el 17 de octubre repiensa su apoyo a Kicillof como candidato a presidente en 2027. Hubo otra declaración que pasó más bajo en el radar pero permite entender el conflicto entre ambos, y el del gobernador con CFK. El diputado nacional y líder de La Cámpora dijo explícitamente que su postura el año pasado era que Kicillof fuera el candidato a presidente incluso sabiendo que podía perder, y que, en ese caso, le tocaría volver a caminar y construir como lo hizo entre 2016 y 2019. De fondo, lo nunca explicitado, es quién hubiera asumido la sucesión en la PBA.
Mayra Mendoza dijo en Gelatina en relación a Kicillof: “Flaco, reaccioná, es Cristina, todos nosotros somos pares. Por más que tengas mayor responsabilidad, nos dio las mismas posibilidades ella”. El planteo resulta esclarecedor sobre cómo ven los dirigentes de La Cámpora al gobernador. Debajo de CFK todos son una misma segunda línea y nadie puede pretender discutir los lineamientos de conducción de la ex presidenta, sea un diputado, una intendenta o el gobernador de la principal provincia del país. Porque, desde la mirada camporista, están donde están principalmente gracias a ella y no a sus propias construcciones.
Nunca como hasta ahora había quedado explicitada la definición que tomaron CFK y La Cámpora el año pasado y que Kicillof resistió. El gobernador debía poner todo su capital político, su construcción, en pos de una candidatura que con el diario del lunes estaba condenada a la derrota, y seguir aportando en ese caso desde el lugar que le tocase o el que CFK determinara. ¿Tenía derecho Kicillof a resistirse a dilapidar todo el recorrido construido antes y durante su gestión como gobernador en una candidatura condenada al fracaso de antemano por mandato de su conducción? ¿Le daban ese derecho los 4.812.684 de votos que sacó en 2019, el haber encabezado la gestión de una pandemia en el territorio más complejo del país o, también con el diario del lunes, los 4.233.092 votos que sacó el año pasado y con los que garantizó el triunfo más importante para el peronismo en las elecciones más trágicas quizás de su historia?
No son pocos los sectores que responden esas preguntas por la afirmativa, y se distancian de las posiciones actuales del cristinimo que señalan una traición en la falta de un apoyo explícito Kicillof a CFK en su carrera por el PJ. El pronunciamiento finalmente llegó este martes, luego de la proclamación por parte de la Junta Electoral, pero lo escueto de las palabras del gobernador dan cuenta de la profundidad de la fractura con la ex presidenta.
También en esa línea hay que anotar cuestiones que apuntan más al futuro que al pasado. Entre ellas, la presiones que sigue ejerciendo públicamente La Cámpora contra el gobernador, y ciertas respuestas del entorno kicillofista. Con la novela pejotista concluida, las principales figuras de la organización de Máximo Kirchner viraron sus declaraciones de la presión directa para que Kicillof se posicione, al “dolor” porque no lo haya hecho. Wado de Pedro, Mayra Mendoza o Anabel Fernández Sagasti fueron algunos de los dirigentes de la primera línea camporista que opinaron en esa dirección. Pero hubo acciones que fueron más allá, como la denuncia de Julián Álvarez, intendente de Lanús, por fondos que la PBA tenía comprometidos y no habría entregado a su distrito.
Kicillof respondió entregando viviendas en Lanús y el dispositivo que responde a Andrés Larroque pintó el distrito con la leyenda “Lanús con Axel”. Cerca del “cuervo” comentaron a Diagonales que “no va a haber una disputa territorial de orgas con La Cámpora, no vas a encontrar unidades básicas axelistas”, pero sí que lo que se prepara es un escenario de posibles listas separadas en 2025: “Si el año que viene te van a cagar en los cierres, vos ya tenés que tener algo armado”. En eso trabajan fundamentalmente Carlos Bianco, Larroque y los intendentes más cercanos al gobernador.
“Axel no quiere este conflicto, todo lo que fue haciendo fue como respuesta a los atropellos de La Cámpora”, dicen desde uno de los Ministerios bonaerenses que empuja la construcción del kicillofismo. Sea o no así, lo concreto es que, tal como La Cámpora y CFK clarificaron sus posiciones, el gobernador también dio pasos impensados en todo este proceso y que abren interrogantes hacia adelante. El sostenimiento de su neutralidad y su llamado a la unidad en la interna, y la denuncia de la lógica del sometimiento o la traición con la que apuntó al camporismo y por elevación a CFK, pusieron a Kicillof en un nuevo lugar desde el cual le quedan tres destinos posibles: una reconciliación y candidatura kirchnerista; la conformación de un polo más centrista, que pueda incluir a actores tanto del peronismo como de afuera; o el renunciamiento a una posición de liderazgo y una vuelta al ecosistema K pero sin protagonismo. Cualquiera parece arriesgado y poco deseable en la previa, tanto para el gobernador como para CFK. Heridas de una guerra evitable.
MÁS DESORDEN, MÁS TORSIÓN, MAYOR DESAFÍO
Si CFK se propuso “ordenar” y “enderezar” a un peronismo desordenado y torcido, el resultado de sus acciones recientes fue profundizar esas desviaciones que expresó en su carta del 6 de septiembre. Un peronismo más fragmentado, con la revitalización de los sectores anti K, con la fractura entre la ex presidenta y Kicillof, quedó a las puertas de un 2025 donde florezcan las diferencias y las listas electorales.
¿Cuál es el plan de CFK? “Ella va a endurecerse en su núcleo para que se conforme un polo progresista por afuera, que no se someta, ganarles el año que viene, y para 2027 volver a convocar a todos como hizo en 2019, pero esta vez bajo su candidatura”, opina un intendente bonaerense. El escenario parece arriesgado considerando que la propia CFK dijo muchas veces que ya no sería candidata a nada, y el peso de su condena judicial. Pero el jefe comunal insiste: “Si gana la provincia el año que viene, ¿sabés cómo se dan vuelta y se le ordenan todos?”.
Retrocediendo en su decisión de soltar el bastón de mariscal, CFK decidió arribar al PJ y ayer se terminó de confirmar su presidencia. Asumirá el 17 de noviembre, día de las elecciones frustradas y de la militancia. El desorden que se profundizó en estas semanas le plantea un mayor desafío a su capacidad de conducción, y el primero en enunciarlo fue el propio Kicillof en su mensaje de felicitaciones. La ex presidenta fue quien dijo que el bastón de mariscal no era para tirárselo por la cabeza a ningún compañero. Habrá que ver cómo lo usa ella, ahora que decidió recuperarlo.