Las relaciones entre la Argentina y los Estados Unidos se han manifestado históricamente de forma pendular, en el sentido de los vaivenes cíclicos que vivió nuestro país. En las décadas recientes hemos pasado en lo discursivo de las relaciones carnales de los 90 al ALCArajo señalado por el entonces presidente venezolano Hugo Chávez en la cumbre de Mar del Plata (en contra del acuerdo de libre comercio hemisférico).

En el marco de esta tendencia, el inicio de la era Macri se caracterizó por un fuerte acercamiento a los Estados Unidos. Algunos meses atrás, la visita del presidente Obama a la Argentina representó un momento de oxígeno político en el contexto de los primeros meses del gobierno. La habilidad en la comunicación y la efectiva  llegada emocional del primer presidente afro-americano del país del Norte así como la de su esposa Michelle- sembró una dosis de positivismo en la población, especialmente destacable al tratarse el nuestro de uno de los países que lidera los rankings de anti-norteamericanismo . Su encanto político alcanzó su punto máximo en el tango que bailó junto a  Mora Godoy, imagen que recorrió los medios del mundo.

A pesar del sesgo de centro izquierda que se le atribuye tradicionalmente al Partido Demócrata de Obama, la campaña de Macri se basó también en el espíritu propositivo de campaña de Barack. El exitoso Yes we can ( Sí, podemos ) fue tomado, en su versión argentina, como Sí, se puede , representando el convencimiento ciudadano de un cambio.

Pero el cambio profundo depende de nosotros, incluso más allá de algunos anuncios por parte del país del Norte (como una tibia reducción de las restricciones para el ingreso de argentinos a los Estados Unidos)  que intentaron mostrar un acercamiento entre ambas naciones, que buscaría encontrar en la Argentina a una sustituta de un Brasil institucional y económicamente- golpeado.

Es de esperar que los vínculos comerciales y los negocios entre la Argentina y los Estados Unidos dependan mucho más de las capacidades de nuestro país de aprovechar las oportunidades del mercado internacional, de establecer horizontes institucionales de largo plazo que otorguen rentabilidad y atractivo a las inversiones, que de lo que determine el resultado de una elección. Destaquemos que más allá de que triunfe Hillary o Trump- el país del Norte cuenta con una estructura de límites institucionales frenos y contrapesos de la división de poderes- que impide que los presidentes apliquen automáticamente las políticas que desean. Sino miremos a modo de ejemplo- qué porción de los múltiples anuncios de Obama en materia de política exterior se ha logrado implementar.

En síntesis, la posibilidad de aprovechar las sinergias económicas con el mundo dependen mucho más de nosotros -los argentinos- y de las capacidades de adaptarnos a un complejo mundo, que de profundos cambios de timón en el mundo desarrollado.