Mauricio Macri no se pudo presentar como candidato presidencial este 2023 debido al enorme rechazo popular a su figura, que lo hace poseedor de la peor imagen negativa en todo el sistema político. Mauricio Macri llegó al gobierno nacional en 2023. Las afirmaciones precedentes resultan contradictorias a toda lógica, pero la Argentina no deja de mostrarse como el cementerio de la lógica. Lo concreto es que, sin haber sido candidato, sin haber sido protagonista político en los últimos cuatro años, con su frente político habiendo salido tercero y quedando afuera del balotaje, el tiburón del poder metió su jugada maestra y ya condiciona al presidente electo, al que le prestó votos y gobernabilidad, incluso antes de que asuma.

Hay que decir que si CFK descolocó a todo el sistema político en 2019 y revalidó su título de estratega política de elite tras la conformación del Frente de Todos, el asalto al poder por etapas perpetrado por Mauricio Macri resulta digno de compartir el mismo escalafón. Luego de ser apabullado electoralmente hace cuatro años, convirtiéndose en el primer presidente que fue por su reelección y la perdió, Macri empieza a adueñarse del nuevo gobierno y pone en tensión a Milei con sus propios jugadores y su base electoral a partir de una imposición de nombres y líneas políticas, que van dándole al violeta triunfante un tono cada vez más amarillo.

Con la inminente designación de Luis “Toto” Caputo al frente de economía, el hombre al que él denominó “el Messi de las finanzas”, Macri parece haber pisado fuerte en lo que será el gobierno de La Libertad Avanza. Los efectos fueron instantáneos. Emilio Ocampo, padre del plan de dolarización y cierre del Banco Central que Milei hizo bandera, se bajó del barco antes de que zarpe al darse cuenta de la nueva capitanía y el rumbo que tomaría. Aunque Milei declare que el cierre del BCRA “es innegociable”, lo concreto es que su giro pragmático con la designación de Caputo para enfrentar el problema financiero de las Leliqs aleja el horizonte de posibilidades para esas propuestas identitarias del libertario.

Si el círculo rojo, el poder económico, gran parte del sistema político y la sociedad tenían reparos sobre el caos que podía significar un gobierno de Milei, el famoso “salto al vacío” que enunció Unión por la Patria, Macri se encargó de disipar esos fantasmas con su aparición y su garantía de gobernabilidad. Eso, que sirvió para neutralizar la campaña en contra de Milei, hoy el ex presidente lo factura disputando lugares estratégicos en el gobierno entrante y marcando los límites del pragmatismo frente a las visiones de Milei.

Junto a Economía, Macri se aseguró otro sector clave. Patricia Bullrich será ministra de Seguridad, en un movimiento que genera tensiones entre el presidente electo y su vice. Victoria Villarruel iba a ser la titular del área en el que fue confirmada “Pato” y también de Defensa. El desplazamiento no le cayó para nada simpático, pero Milei parece preferir contentar a sus socios externos que al propio equipo que lo acompañó desde el principio.

Macri también está cerca de colocar otros puestos clave. Federico Sturzenegger, de buena relación también con Milei pero con una fuerte identificación en el gobierno de Cambiemos, suena para ocupar un Ministerio de Modernización del Estado, que no estaba entre los ocho originales y se crearía para poder incluir a más jugadores al nuevo gobierno. Demian Reidel, ex vice del Central en tiempos de Macri, ocuparía el cargo al frente de esa entidad que dejó vacante Ocampo al bajarse. La AFIP también está bajo la mira del ex presidente, que impulsó primero a Néstor Grindetti y ahora busca meter allí a Leandro Cuccioli, quien dirigió la agencia durante su presidencia.

El repaso de estos movimientos de las últimas horas permite vislumbrar hasta qué punto Macri ya condiciona al nuevo presidente. La prédica contra la casta y banderas como la dolarización o el cierre del BCRA, se van rindiendo con el paso de los días frente al pragmatismo de aceptar el expertisse y las palancas del poder que Macri puede poner a disposición del nuevo gobierno, así como ya lo hizo en el tramo decisivo de la campaña para empujar la victoria en las urnas.

2019 vs. 2023: EL ARMADO DE LA VICTORIA

El primer punto de contacto entre las jugadas de CFK y Macri es evidente. Ambos patearon el tablero político y lograron victorias que ni en las formas, ni en el contenido, ni en la contundencia se esperaban como tales. Pero el momento actual y el proceso con el que se llegó hasta acá dista bastante de cómo se dio la construcción de la victoria peronista de 2019.

Hace cuatro años, CFK era parte totalmente protagonista del sistema político. Tras la derrota del FPV en 2015, la actual vicepresidente tuvo un breve período de reclusión en El Calafate pero rápidamente volvió al ring de la política, subida por el juez Bonadío. La monumental concentración de gente que fue a apoyarla en 2016 en su presentación ante las citaciones de la justicia marcó que CFK estaba lejos de retirarse. A pesar de ello, en el peronismo muchos buscaban jubilarla y así se llegó a la elección intermedia del 2017, donde CFK fue por afuera del PJ, armó Unidad Ciudadana y sacó el 41% de los votos en la PBA contra el vergonzoso 5% del justicialismo.

A partir de allí, la jefa volvió a ser jefa. Y, pese a las resistencias que nunca dejaron de existir, el universo peronista siguió girando en torno a ella como centro gravitacional. Dos años en el Senado la mantuvieron constantemente en la agenda pública, y ella se hizo cargo de la resistencia a los peores años del macrismo, así como también de comenzar a tejer las reconciliaciones necesarias para volver a ser gobierno. En ese proceso, CFK cedió y se abrió. La vicepresidenta le tendió sus brazos a los antiguos enemigos que durante años la erigieron como la fuente de todos los males del país, se moderó en muchas de sus posiciones, y así logró una reunificación del peronismo que se había partido en muchos pedazos durante los mandatos K.

La frutilla del postre fue su decisión de no ser candidata a presidenta cuando una enorme porción del país se lo pedía y lo esperaba, colocando en ese lugar a Alberto Fernández en un nuevo gesto de moderación y apertura. La llegada de Massa al nuevo armado fue una consecuencia casi lógica de esa decisión, y sólo quedaron por fuera elementos residuales del peronismo. La victoria en las urnas fue contundente y le dio la razón en todo. CFK quedó como la gran arquitecta de ese triunfo arrollador, que en las PASO fue de 15 puntos de diferencia para con Macri.

Pero si CFK se moderó, se abrió a sectores con los que se había distanciado, y terminó uniendo como método para ganar, Macri hizo prácticamente todo lo opuesto. El ex presidente se radicalizó, pisó cabezas y rompió Juntos por el Cambio para apoyar a Milei y llegar al gobierno por una ventana que nadie había visto abierta.

Tras la paliza que recibió en las urnas en 2019, Macri se tomó unas largas vacaciones y pasó buena parte de su tiempo fuera del país. Con la llegada de la pandemia, la estrategia del ex presidente fue dejar que sus lugartenientes encabezaran la tarea de hostigamiento permanente al gobierno del FdT, con el único objetivo del desgaste. Los soldados amarillos que creían estar construyendo un capital propio durante ese proceso, nunc a terminaron de advertir que sólo jugaban el juego de su verdadero jefe político en las posiciones que él les designaba.

El mayor ejemplo es el de Rodríguez Larreta. Macri lo dejó crecer como figura durante la cuarentena y, empoderado como estaba en 2021, le permitió llevar adelante la estrategia electoral con la que JxC triunfó en las urnas. Basta recordar que el principal opositor a la candidatura de Diego Santilli en la PBA era justamente Jorge Macri, el primo al que el ex presidente convirtió este año en jefe de gobierno. Dos años atrás Jorge y Mauricio parecían derrotados por la movida de Larreta, quien a su vez salió de ese proceso electoral casi como presidente puesto para este año.

El tiburón del poder esperó paciente que los que asumieron el protagonismo tan temprano se fueran desgastando. En paralelo, fue haciendo crecer figuras para eclipsarlos. Allí entra Patricia Bullrich, que le sirvió a Macri para condicionar a Larreta y construir una tendencia dentro de la oposición mucho más extremista que la que pretendía conducir el jefe de gobierno. Mientras tanto, los lazos con Javier Milei empezaban a trazarse de a poco.

Macri boicoteó primero a Larreta con la interna que le plantó con Patricia Bullrich, y luego hizo lo propio con la próxima ministra de Seguridad en favor de Milei. Pero hizo todo desde lejos y en las sombras. A diferencia de CFK, no asumió el protagonismo de ese proceso y siempre tuvo alfiles que hicieron el trabajo sucio por él. Todo eso hasta que finalmente quedó conformado el balotaje entre Milei y Massa, momento en que el ex presidente decidió por fin hacerse cargo de la estrategia que fue tejiendo por lo bajo todos estos años.

Sin titubeos, rompiendo sin culpa a JxC, sacándose de encima todo resabio de moderación en forma de radicalismo o Coalición Cívica, Macri jugó un all in al empujar a Bullrich a la alianza con Milei y hacerse cargo de la campaña del libertario. El ex presidente puso todos sus fierros mediáticos y del poder al servicio de un candidato inexperto, que había perdido por 7 puntos las generales por sus propios errores no forzados luego de haber ganado las PASO. Igual que CFK en 2019, construyó su gran victoria electoral. Pero, al revés de la vicepresidenta, no lo hizo moderándose, sino exponiendo por fin su verdadera naturaleza conservadora y ultraderechista, como no había podido hacer en 2015.

2019 VS. 2023: EL ARMADO DEL GOBIERNO

Los últimos días también marcan grandes diferencias entre las jugadas maestras de los dos principales líderes políticos de las últimas décadas. Tras la arrolladora victoria en 2019, CFK profundizó su actitud aperturista. En lugar de apropiarse del triunfo, siendo ella la verdadera dueña de la mayoría los votos del FdT, le dio lugar a Alberto Fernández para armar su gabinete y proyectar su gobierno.

Si bien CFK reservó para los suyos importantes posiciones de cajas y poder del Estado, el gabinete original de 2019 muestra cuánto aire le dio al presidente electo para que desplegara su propuesta. La jefatura de gabinete, un lugar desde el cual podría haber intentado controlar las principales decisiones de gestión, quedó para Alberto Fernández con su mano derecha, Santiago Cafiero. Economía, Producción y el Banco Central, tres áreas claves para la reconstrucción que se proponía, fueron del presidente con Guzmán, Kulfas y Pesce. Lo mismo con Obras Públicas, que fue para uno de los enemigos de CFK en 2017, Gabriel Katopodis. Trabajo (Moroni), Educación (Trotta), Hábitat (Bielsa), Desarrollo Social (Arroyo), Transporte (Meoni), Justicia (Losardo) fueron algunas de las áreas clave que el kirchnerismo ni osó discutirle a Fernández. Apenas De Pedro (Interior), Cabandié (Medio Ambiente) y Volnovich (PAMI) fueron piezas directas de CFK entre los 21 ministerios originales del FdT.

En las últimas horas se ha asistido a un asalto al gobierno de Javier Milei por parte de Macri, en una actitud totalmente opuesta a la de la vicepresidenta hace cuatro años. El copamiento del área económica con Caputo y Reidel, de Seguridad con Bullrich, y en Modernización con Sturzenegger, marcan lo a fondo que presiona el ex presidente por ganar la mayor cantidad de posiciones en el nuevo gobierno. Si se confirman esos nombres Macri se estaría quedando casi con la mitad de los nuevos ministerios. Y aún quedan por conocerse las distribuciones de cargos entre las segundas y terceras líneas.

“Y la otra alternativa es una agrupación no madura, sin volumen, sin equipo, fácilmente infiltrable, que no puede garantizar ningún cambio”. Las palabras son del propio Macri y fueron pronunciadas en el acto del cierre de campaña de Bullrich, previo a las elecciones generales, describiendo al frente libertario. En cada una de esas adjetivaciones, que parecían estar enumerando debilidades de La Libertad Avanza, el ex presidente en realidad olía sangre y visualizaba una oportunidad. Concretada la faena electoral y de campaña el domingo pasado, llegó el tiempo de la cosecha.

La tensión que genera la presión de Macri en relación a la distribución de cargos obligó a Milei a postergar un viaje que tenía pensado para esta semana a los EEUU. El presidente electo sabe que sería un error fatal ausentarse y dejarle la cancha libre a Macri para que siga ganando posiciones, y además ya le quedan pocos días para resolver lo que será el inicio de su gestión. La pregunta que queda latente es hasta qué punto Macri sostendrá esta actitud de ofensiva política sobre Milei una vez que asuma como presidente.

El riesgo que aparece como amenaza en el horizonte es el de un nuevo doble comando y un gobierno surcado desde el inicio por internas que dinamiten la gestión, como sucedió con el FdT. El currículum del ex presidente hace difícil suponer que deponga su ambición. Los alcances de su jugada maestra aún están indefinidos, pero en última instancia dependerán de los resultados del gobierno. Ese es el único punto en el que su trayectoria no lo respalda.