"Voy a terminar estos cuatro años, voy a ser reelecto y voy a hacer que Argentina se ponga de pie". El tono firme, potente y arrollador del presidente Javier Milei empieza a sonar algo desesperado. La arriesgada y descontextualizada frase fue pronunciada en la Bolsa de Comercio de Rosario este, y expone un nivel de nerviosismo por parte de Milei propio de una semana en la que su aventura en el poder conoció nuevos y concretos límites, que se suman a los que la falta de resultados de gestión van construyendo mes a mes en la caída de las expectativas de los argentinos. ¿Qué lleva a un presidente, a tan sólo 8 meses de gestión y en medio de una preocupante situación económica del país, al riesgo de esgrimir semejante pronóstico? ¿No puede resultarle irritante a la sociedad que el representante que votaron esté pensando en su reelección cuando aún se encuentra lejos de resolver los problemas que vino a terminar? ¿A quién le habla, o dicho de otro modo, de quién se defiende Milei con esa afirmación con la que buscó los titulares de todos los medios al fin de una semana plagada de malas noticias políticas y económicas para su gestión?

Una regla de oro de la política es que el poder no se declama, se ejerce. Traducida a la coyuntura, podría decir que una reelección no se gana con una frase para los recortes en redes sociales a 8 meses de gestión, sino logrando resultados y acumulando poder político, y que si un dirigente se ve en la necesidad de salir a tirar un título así cuando no paran de entrarle goles en contra y todavía falta más del 75% del partido, más que fortaleza lo que demuestra es debilidad. O, de mínima, cierta preocupación. La pregunta entonces es, ¿no se apura demasiado Milei en salir a jugar una carta de esa naturaleza? ¿Cuánto márgen sigue teniendo el presidente para su exitoso recurso de campaña de señalar a "la casta" por todo, explicar sus posiciones con argumentos y números estrafalarios e incomprensibles, ahora que es él mismo el responsable de los resultados que no llegan?

FÓRMULA GASTADA

Milei tiene una bala de plata, pero corre el riesgo de abusar de ella y desgastarla demasiado temprano. En su modo candidato, impugnar al sistema político en su conjunto y presentarse como un experto económico con todas las fórmulas en la mano para resolver los problemas argentinos, le alcanzó y le sobró para canalizar el descontento social con lo que había y ganar las elecciones. Pero una cosa es una campaña electoral y otra gobernar un país. Milei insiste en su fórmula frente a un escenario político y económico que se le complejiza y, por ahora, no muestra cintura para construir respuestas alternativas de cara a una sociedad que cada vez se muestra con menos expectativas de cara a lo que viene.

Junto a su pronóstico reeleccionista, Milei repitió el viernes en la Cámara de Comercio de Rosario algunos argumentos que había vertido más temprano en entrevistas mediáticas con las que, dicho sea de paso y remarcando la desesperación del presidente, lo sacaron de un silencio en los medios que duró más de un mes y fue el más largo desde su llegada a la Rosada. "La jodita populista de anoche le cuesta a los argentinos 370 mil millones de dólares", afirmó Milei en Radio Rivadavia en la mañana del viernes, y reafirmó la cifra planetaria por la noche en Santa Fe. Para tomar dimensión del número que revoleó el presidente, ese monto significaría más de 8 veces el préstamo que el FMI le concedió al gobierno de Mauricio Macri. En palabras del propio Milei, se trataría de un 62% del PBI nacional. 

¿Cómo se pasa de una ley, que mejoraría apenas las paupérrimas jubilaciones de los adultos mayores argentinos del bajísimo piso en el que se encuentran, a plantear que eso significaría más de la mitad de todo lo producido en el país durante un año, o más de 8 veces el crédito más alto de la historia de un organismo internacional como el FMI? El razonamiento, absolutamente forzado e inentendible para el conjunto de la sociedad, es una jugada calcada del momento en que Milei denunció una inflación anual del 15.000%, que luego fue del 17.000%, apenas asumido su mandato y como herencia de la gestión anterior. Nadie entendió en ese momento qué significaba ese número y cómo Milei llegaba hasta él. No importó. El golpe de efecto pasó por mostrar un escenario apocalíptico del cual él venía como un mesías a salvar al país. Hoy resultan mucho menos verosímiles las cuentas de Milei que todos siguen sin entender y el presidente, más que un mesías, comienza a parecerse a los presidentes anteriores que no tenían cómo explicarle a la sociedad los resultados de sus decisiones.

Milei insistió en el tremendismo de las consecuencias de que los jubilados de la mínima pasen a cobrar apenas $314.704 en septiembre. "La consecuencia es que vos estás exterminando a los jóvenes, los estás condenando a la pobreza", dijo en la misma entrevista radial, y agregó que "esto es un problema que va a hundir más a los jóvenes, esto es un exterminio a la juventud, están exterminando el futuro del país". Por la noche en Santa Fe Milei remarcó, "están arruinándole la vida a nuestras generaciones futuras". ¿Cómo caerá esta especie de extorsión a la sociedad por parte del presidente, según la cual los jubilados que cobren esa mísera suma mensual serían por ello responsables de arruinar el futuro del país? ¿Dónde quedan, en este punto, las responsabilidades y las supuestas capacidades de quien se presentara en campaña como un "experto en crecimiento, con o sin dinero? ¿Cuánto funciona ya, a esta altura, culpar a "la casta" y plantear una dicotomía entre los jubilados y el futuro de la juventud? 

En la misma línea de su declaración reeleccionista, Milei suena desesperado en el abuso de ese recurso que le sirvió como candidato pero lo desgasta como presidente. Posiblemente, parte de esa desesperación surja de un universo determinante para la interpretación de la realidad del Gobierno: las encuestas. Se mire el estudio que se mire, hay una tendencia que se repite y se profundiza: pese a que la imagen de Milei pueda sostenerse en niveles más o menos elevados, la mirada sobre la gestión de gobierno y las expectativas a futuro caen mes a mes, limando de a poco el capital político del espacio que generó la última esperanza en la sociedad.

ENCUESTAS

Un estudio reciente de Poliarquía, una consultora que suele relevar números positivos para la Rosada, marcó que la imagen de Milei se consolida en un 47% mientras que la imagen del Gobierno es de 42%. A su vez, la consultora identificó que un 38% de su muestra opinó que los precios crecieron "mucho" en julio, atacando el único pilar en el que se sostiene el apoyo al Gobierno, que es la desaceleración inflacionaria. Por otro lado, Poliarquía encontró una caía de las expectativas positivas del órden de entre tres y seis puntos, que se entiende desde la preocupación del 65% por que algún integrante de su familia pierda el empleo. Ese indicador creció 10 puntos desde el 56% del mes pasado, y escaló al segundo valor más alto en una década entre los registros de la consultora. "Me votaron para gobernar y arreglar los problemas de la argentina, terminar con la inflación, la inseguridad y que la economía crezca, cosa que estoy haciendo", dijo Milei el viernes en Radio Rivadavia. Las percepciones de los argentinos no parecieran estar dándole la derecha.

Otra encuesta interesante es una realizada por el equipo de investigación en ciencias sociales (SocPol) de la Universidad Nacional de Quilmes, que se enfocó en una radiografía de los votantes libertarios y construyó tres categorías a partir de las cuales encuadrarlos. Según el estudio, hoy hay tres sectores entre quienes se inclinaron por el libertario en el balotaje: los entusiastas, los moderados y los críticos. En el primer grupo entran quienes apoyan todo lo hecho por Milei hasta ahora y consideran su gestión como excelente. Allí se ubican el 45% de sus votantes, lo cual representa un 22% del electorado en general, un núcleo duro para nada despreciable y dimensiones que podrían contrastarse con las del kirchnerismo duro. Los "moderados" del estudio fueron el 44% de los votantes de Milei, que manifestaron apoyo pero también su disgusto frente a algunas cuestiones. Sin embargo, el dato que resaltan desde la UNQ es que hay un 11% de votantes de LLA que se muestran críticos y opinan que la marcha del Gobierno va mal, con aspectos que hasta puedan ser calificados como un "desastre". La lectura sobre este dato es que Milei podría estar perdiendo hasta un 10% de su propia base electoral en tan sólo 8 meses de gestión.

La consultora Synopsis midió el desempeño del Gobierno y la imagen de Milei a principio de agosto, sin que todavía hubiera impactado la semana negra que termina para los libertarios, y los resultados pueden ser preocupantes para la Rosada. Un 49,6% juzgó como negativo el devenir de la gestión, frente a un 42,1% que lo expresó como positivo. Aquí el dato está en los núcleos. Mientras que las opiniones negativas se compusieron de un 45,7% de "muy malo" y sólo un 3,9% de "malo", las positivas tuvieron 26,7% de "muy bueno" y 15,4% de "bueno". Las opiniones negativas sobre el Gobierno ganan fuerza mientras que los núcleo positivos tienen un componente de opinión blanda que mes a mes se mueve hacia la insatisfacción al ritmo de una economía que no deja de empeorar.

En este estudio también juega la preocupación por el desempleo, que se ubica al tope de los problemas expresados por la sociedad con un 39,2% en la encuesta de Synopsis. Posiblemente a partir de eso es que la imagen de Milei también cae. Para la consultora, agosto marcó el peor registro en lo que va del mandato para el libertario, con un diferencial negativo de 10 puntos. Si en diciembre Milei tenía una imagen positiva del 48,2% y una negativa del 41%, para agosto Synopsis registró un crecimiento de la negativa hasta el 52% y una retracción de la positiva al 41,9%.

¿A QUIÉN LA HABLA MILEI?

Este collage de datos permite componer un cuadro donde el Gobierno es consciente de que las expectativas caen y las preocupaciones crecen frente a la falta de resultados económicos de la gestión. Y, en ese contexto, el plano de la política también aparece en el horizonte como un problema para el oficialismo. El escenario de dos tercios que la oposición logró juntar, tanto en Diputados para voltear el DNU que otorgó 100 mil millones de pesos de fondos reservados a la SIDE de Santiago Caputo, como en el Senado para aprobar la nueva fórmula de movilidad jubilatoria, surgió esta semana como un límite concreto al impulso arrollador de Milei que dejó en claro que el Gobierno deberá negociar mejor si pretende no estancarse en el fangoso terreno del Congreso. En ese marco, dos figuras se llevaron todos los flashes en el proceso de construcción de esos límites para Milei y los condicionamientos que le surgen hacia adelante: la de Mauricio Macri, y la de Victoria Villarruel.

El ex presidente y la vice juegan en tándem. No pudieron imponer su candidato para la titularidad de la Comisión Bicameral de Inteligencia, pero terminaron bloqueando al de Santiago Caputo y generando las condiciones para que el peronismo y la UCR nombraran allí a Martín Lousteau. Macri prestó sus votos y el capital político del PRO para voltear el DNU en Diputados diciendo que "eso no es el cambio", y para aprobar la fórmula en un Senado que, presidido por Villarruel, cacheteó al presidente y lo dejó en la incómoda posición de tener que vetar algo tan sensible a la sociedad como un aumento a los jubilados. La vicepresidenta se mostró inmune a los ataques internos de los libertarios, rió con el peronismo burlándose de Milei, y demostró una autonomía que blanqueó una grieta ya inocultable en el oficialismo y que puede generarle dolores de cabeza a la Rosada.

Quizás por esas orillas haya que buscar otros destinatarios del apresurado y desesperado impulso reeleccionista de Milei. ¿Le habló a Macri y a su propia vice el presidente cuando expresó la certeza de su segundo mandato? ¿Será que le preocupa por demás el ruido interno, no sólo en LLA, sino en el bloque de poder en el que se apoya y en el que Macri pisa fuerte? Nuevamente las encuestas aportan claves para algunas respuestas a esas preguntas. En la mayoría de los estudios de las últimas semanas que se consulten, Victoria Villarruel supera en imagen positiva a Milei. Algunos casos son los de Proyección (Villarruel +47.3%, -42.1%; Milei +46.4%, -49.5%), Dalessio/Berenztein (Villarruel +51%, -45%; Milei +46%, -49%), CIGP (Villarruel 52.2%, -38.9%; Milei +41.3%, -42.9%), y Giacobbe (Villarruel +49%, -38.8%; Milei +48.3%, -41.2%). 

Los datos negativos sobre la profundización de la recesión económica que se conocieron en estos días, sumados al impacto político de las derrotas parlamentarias y los nuevos marcos de alianzas que se gestaron en la oposición dejan un sabor más que amargo para el Gobierno sobre la semana que terminó. Quizás por eso Milei haya tenido que salir a intentar marcar la agenda con un recurso que debería cuidar si no quiere desgastarlo antes de tiempo y cuando aún falta muchísimo para que la sociedad juzgue en las urnas su desempeño como presidente. 

Los pronósticos bíblicos como el de su reelección y el renacimiento de un país que se hunde cada vez más en su crisis, suenan más a las viejas canciones de la casta que a la novedad y la expectativa que llevó a Milei a la Rosada. Los números inentendibles y desorbitantes no tienen el mismo impacto que en diciembre para justificar decisiones de Gobierno de las que el presidente tendrá que hacerse cargo de otra manera. La prédica por el superávit fiscal pierde eficacia cuando la sociedad empieza a darse cuenta que de allí no están emergiendo soluciones para su día a día económico. Las violentas extorsiones del estilo de oponer los haberes de los jubilados con la posibilidad de un futuro próspero para la juventud, ya no huele al discurso disruptivo y novedoso con el que Milei se diferenció del sistema político en campaña, sino que que se parece más a lo que otros presidentes que no pudieron solucionar problemas le dijeron a la sociedad como un intento por forzar apoyos cuando los resultados no llegan. Milei desgasta su bala de plata demasiado rápido, y todavía le falta mucho por gobernar.