El título de estas líneas no es producto de la originalidad de su autor. Surge en esencia de un tuit compartido por el investigador del Conicet, Gerardo Aboy Carlés, en el marco de la conversación que generó el pobrísimo video compartido por la cuenta de Casa Rosada por el 24 de marzo, con el protagonismo de Agustín Laje. El mensaje decía lo siguiente: “Alfonsín tenía a Portantiero, Nino, de Ípola y Malamud Goti. Menem a Escudé y Castro. Los Kirchner a González y Casullo. Macri a Sebreli y Kovadloff. A Milei le quedó Laje. Hablame de devaluación”. La contundencia de sus palabras vuelven innecesario cualquier agregado, pero la obstinación del gobierno de la devaluación intelectual y la exacerbación de la brutalidad hicieron pisar el palito a este cronista, que dedicará un tiempo que podría usarse para hablar de la imparable sangría de reservas del BCRA, del nuevo piso alcanzado por los dólares paralelos, la nueva entrega frente al FMI, o del aumento de la carne y la inflación, en algo mucho más abstracto pero que, en última instancia, se revela como un verdadero signo de época.

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X de Gerardo Aboy Carlés

Vialidad Nacional destruyó un monumento a Osvaldo Bayer que estaba ubicado en la entrada de Río Gallegos, apenas un día después de la ofensa que significó el video de Laje en el día de la Memoria, por la Verdad y la Justicia. Al parecer los funcionarios del organismo nacional se encontraban aburridos ante la paralización total de la obra pública y el mantenimiento de rutas, y decidieron mancillar la memoria del célebre escritor y periodista, y junto a la suya la de los 1500 trabajadores fusilados entre 1920 y 1922 en los sucesos conocidos como la Patagonia Rebelde, que Bayer sustrajo al olvido y fijó para siempre en la memoria nacional.

Sin justificación alguna para la aberración cometida, el gesto del Gobierno nacional expone mucho más la naturaleza de brutalidad de quienes conducen los destinos del país que su necesidad táctica de desviar la atención del momento de extrema fragilidad que atraviesa su modelo económico, atado con alambres a una nueva entrega sin concesiones al FMI. Que el oficialismo distrae metódicamente la discusión material y económica con su cruzada ideológica denominada “batalla cultural”, no sólo ya no es una novedad sino que hasta aburre por la utilización hasta el hartazgo de ese único recurso. Lo que sí va quedando cada vez más en evidencia, es la pobreza conceptual y metodológica de un sector en el que muchos se pretenden filósofos y apenas pasan por CMs formados en el lenguaje y las lógicas de Twitter.

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Cipayismo y polémica: El Gobierno destruyó el monumento a Osvaldo Bayer en el Día de la Memoria

Javier Milei no llegó a los medios por sus cualidades como intelectual de la economía sino por el gigantesco financiamiento que su mecenas, Eduardo Eurnekián, desplegó para que tuviera pantalla. Sus atributos nunca estuvieron principalmente ligados a su conocimiento o su experiencia, sino a su estridencia, su violencia y esa pose de freak que puteaba contra todo lo establecido, como cualquier otro argentino roto y harto de los fracasos de una sociedad empantanada. Su adscripción ideológica a una escuela de pensamiento rechazada en todo el mundo por sus planteos incoherentes, su producción académica carente de toda originalidad y plagada de plagios, su título de Doctor “honoris causa” otorgado por la irrelevante Escuela Superior de Economía y Administración de Empresas, del “máximo prócer de las ideas de la libertad”, Alberto Benegas Lynch, son piezas de un personaje al cual, lógicamente, lo que mejor le sale es gritar e insultar.

Lo que llevó a Milei al Gobierno fue su actitud rupturista y la debacle de todo lo que estaba enfrente, pero en su hábil comunicación de campaña el actual presidente y su círculo también lograron crear la fantasía de una cierta inteligencia detrás del proyecto que traían. Al menos en una parte considerable de la población. Lo que fue quedando en claro en estos 15 meses de gobierno es que el marketing puede funcionar para criticar desde la oposición y hasta para ganar elecciones, pero gobernar un país y conducir una sociedad requiere otras cualidades de la que la cúpula oficialista parece carecer por completo.

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X de Casa Rosada

El video de Laje, que arranca con una historia personal de un trauma de su adolescencia y a partir de allí explica la estructuración de su identidad pro dictadura, que el agitador utraderechista pretende irradiar al conjunto de la sociedad, es una pieza de pobrísima factoría en términos conceptuales e intelectuales, si es que no se la considera directamente un manipulación intencional de la historia para justificar el terrorismo de Estado. Todo lo que Laje no dice y oculta en su discurso habla de su ignorancia o de su perversión y su malicia. 

Por ejemplo, el hecho de que la guerrilla estaba derrotada militarmente al momento del golpe del 76, y que la enorme mayoría de los detenidos desaparecidos por los militares fueron obreros, estudiantes y activistas políticos que no se plegaron a la lucha armada. O que la finalidad del golpe no fue combatir la “subversión”, sino erradicar toda posibilidad de protesta social para imponer sin resistencias un modelo económico que destruyó la Argentina productiva, instauró el negocio financiero, llevó la pobreza del 4% al 22% y multiplicó exponencialmente la deuda externa del país.

Comparando modelos económicos y sus resultados, no llama la atención entonces la cercanía entre el oficialismo y la dictadura cívico militar. Eso de “los buenos son los de azul y los otros son hijos de puta”, o el pedido del propio Laje a los policías tras la represión en la que casi matan a Pablo Grillo para que “la próxima apunten bien”, desnuda la necesidad del Gobierno de exterminar todo vestigio de protesta social para la imposición de la misma miseria planificada que Rodolfo Walsh denunciaba como el peor de los daños de la dictadura.

En ello, sin embargo, los brutos y amantes del “palito abollador de ideas” de Mafalda de hoy, caminan hacia el mismo fracaso que los de ayer. Y en su desesperación por eso se inscriben los ya cotidianos manotazos de ahogado de su “batalla cultural”.

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X de Diagonales

Milei y su gobierno están preocupados ya no por el crecimiento del rechazo en su contra entre la oposición, sino por la pérdida de apoyo entre los propios. La brutal caída de la imagen del presidente y la de su gestión en las últimas semanas, corroborable en cualquier encuesta que se mire, perforó la coraza del núcleo duro libertario. La estafa cripto, el pedido de salvataje desesperado a un FMI al que el propio Milei denostaba cuando era opositor, la pérdida de reservas y el aumento de los dólares paralelos, el rebote inflacionario y la suba de precios que se siente en cada compra, han calado incluso entre los más jóvenes y en los hombres, territorio del relato libertario hasta ahora inexpugnable.

En noviembre del año pasado, las consultoras Alaska y Trespontozero marcaron una evaluación mayormente positiva del Gobierno nacional. Sumada la imagen muy buena (33,8%) y la buena (17,7%), totalizaban una recepción positiva del 51,5%. A la inversa, la suma de la imagen muy mala (40,9%) y la mala (5,8%), alcanzaban un 46,7%. Desagregado por género y edad, la aceptación del Gobierno crecía entre los jóvenes y los hombres. En el rango entre 16 y 29 años, la suma de los positivos del Gobierno llegaba al 63,9%, y entre los hombres de todas las edades al 58,8%.

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Crece la imagen negativa de Javier Milei y cae el nivel de satisfacción social con su Gobierno

Esa misma medición, actualizada en marzo, arroja resultados muy duros para el oficialismo. La sumatoria de la imagen muy buena (26,9%) y la buena (15,1) cayó al 42%, y la de la muy mala (47,6% y la mala (7,5%) subió hasta el 55,1%. Peor aún, la aceptación entre los hombres cayó más de 10 puntos hasta el 47,5% y quedó por debajo de la imagen negativa, mientras que entre los jóvenes de entre 16 y 29 años cayó casi 13 puntos hasta el 51,4%, prácticamente empatando con la negativa en ese grupo etario.

Con muy poco para ofrecer desde lo económico y un panorama que se ennegrece hacia adelante en pleno año electoral, al oficialismo no le queda otro recurso que seguir intensificando su cruzada ideológica para intentar al menos no caer todavía más en su propio núcleo duro. Cuenta para ello con algunos buenos publicistas que entienden muy bien la dinámica de las redes sociales, y ajustan la comunicación del Gobierno a sus lógicas de agresión y simplificación de todo debate. El resultado es una devaluación intelectual generalizada a la hora de discutir desde la cúspide del Estado las cuestiones estructurales de la vida pública, y la brutalidad para tramitar las diferencias inherentes a toda sociedad.