La inflación no afloja y lo que colapsa es la economía: ¿Cuánto dura el fusible Caputo?
La desaceleración más lenta de lo esperado en la inflación preocupa al Gobierno y a Milei. El ministro no logra controlarla y su posición se debilita al ritmo de una economía que se viene abajo mes a mes. El presidente retomó su perfil económico en las últimas semanas, molesto con Caputo. De fondo, la sombra de Sturzenegger. ¿Cuándo salta el fusible?
“La inflación está colapsando” dijo eufórico en una entrevista en TN el ministro de Economía, Luis Toto Caputo, pronosticando una IPC de un dígito para marzo. La realidad volvió a darle la espalda, probablemente porque sus pronósticos se basaban en el mismo bot falso de X que el propio Milei citó unos días después con Alejandro Fantino para hablar de “deflación”. La diferencia entre ambos es que Milei sacó 14 millones de votos en el balotaje de noviembre, y todo el apoyo que aún conserva el Gobierno en este trágico momento económico se apoya en su figura. Caputo, por su parte, es un mero ejecutor de un plan que ni siquiera parece estar muy bien estructurado, y que lo tendrá como primera cara visible del fracaso si los indicadores actuales se siguen repitiendo mes a mes.
El 11% de inflación de marzo no sólo no marca una caída de los precios, sino que consolida el peor de los mundos para una economía: alta inflación y salarios por el piso en un marco de brutal recesión económica. La inflación no puede analizarse sola como un factor aislado, desenganchada de los niveles de ingreso y de actividad de una economía. Cuando se mira el cuadro completo, la situación actual no para de empeorar mes a mes, con importantes aumentos aún pendientes que frenarán la desaceleración hacia adelante, un dólar atrasado que tarde o temprano generará presión de los exportadores por una nueva devaluación, y una destrucción de la actividad económica que tomará muchos meses revertir para empezar a ver un crecimiento significativo nuevamente.
Aún así, si sólo se toma el dato inflacionario, la sobreactuación del festejo oficialista por el 11% pareciera tener más que ver con una preocupación que con otra cosa, y tiene sentido. Tomando como base diciembre, mes en el que asumió Milei y se desreguló la economía, el acumulado llegó al 90%. Ese nivel supera toda la inflación del gobierno anterior durante los años 2020 y 2021, y casi equipara la del 2022, año marcado por la suba de precios a nivel mundial a raíz de la guerra en Ucrania, en tan solo cuatro meses.
Por otro lado, el 11% de marzo sigue siendo un registro altísimo para un solo mes, incluso comparándolo con el peor momento de Unión por la Patria. El IPC de marzo sólo es inferior a los de agosto (12,4%), septiembre (12,7%) y noviembre (12,8%) del año pasado, meses marcados por las elecciones y la devaluación post paso implementada por Massa. Si se toma todo el 2023, año de la gran disparada inflacionaria, el promedio mensual de UP se ubicó en el 8,3%. En su primer cuatrimestre el promedio mensual del Gobierno de Milei es de 17,57%.
Ampliando el cuadro la situación empeora. Al altísimo nivel inflacionario que persiste habrá que agregarle en los próximos meses el impacto de los tarifazos que el Gobierno eligió postergar para acomodar el número de marzo. El conflicto con la UTA preanuncia nuevos aumentos en transporte, la tarifa de luz aún no recibió los aumentos plenos y falta el tarizafo del gas, que llegará en pleno descenso de las temperaturas. Los combustibles tienen más aumentos planificados para los meses que siguen, las prepagas que ya subieron un 150% aumentarán en torno al 10% el mes que viene, y esta semana se liberó el precio de las telecomunicaciones. Son solo algunos de los hachazos que recibirán los bolsillos de las familias en los próximos meses, y que complicarán la desaceleración, que fue de cinco puntos entre diciembre y enero, de siete entre enero y febrero, y de menos de dos puntos entre febrero y marzo, señalando un nivel inflacionario que parece estancarse en torno al 10% mensual.
En paralelo, los salarios se ubican en mínimos históricos que emparentan la situación actual con la crisis del 2001. El RIPTE, indicador de la evolución del salario real formal, tocó en febrero su piso en las últimas tres décadas, al mismo nivel que el punto hasta ahora más bajo de la serie, registrado en abril del 2003. El salario registrado promedio tuvo una caída de casi 20% en lo que va del gobierno libertario, descenso que sólo se compara con el que se dio tras la salida de la convertibilidad, y se encuentra hoy por hoy en la mitad de los que significaba en el punto más alto de la serie que se mide desde 1994, registrado en julio del 2015.
Medido en términos reales, el salario promedio estaba en esos últimos meses del segundo mandato de CFK en $1.110.257 a valores de hoy. En febrero, el RIPTE fue de $619.007. Este dato resulta aún más dramático si se lo contrasta con el aumento de la canasta básica total, que para una familia de cuatro integrantes se ubicó en los $773.385. Es decir, un salario promedio no alcanza para cubrir una canasta básica para una familia tipo.
Por otro lado, la suba de esa canasta básica total, que según la propia medición del Indec es la que define la línea de pobreza, fue en el mes de marzo 11,9%. Esto quiere decir que el conjunto de bienes y servicios básicos para no ser pobre aumentaron más el mes pasado que nivel general del IPC, en un contexto donde los salarios se recuperan a un ritmo mucho menor y que la crisis de actividad económica empieza a aumentar el drama de los despidos y el desempleo.
La recesión es la otra gran arista del problema económico actual. El último Estimador Mensual de Actividad Económica (EMAE) publicado por el Indec expuso una caída general de la economía de 4,3% interanual en el mes de enero, con retrocesos en 10 de los 15 sectores relevados. El Indicador de Producción Industrial Manufacturero (IPI) cayó 9,9% interanual en febrero, y ningún sector de la industria marcó un crecimiento. La construcción cayó 24,6% ese mismo mes, también con retrocesos en todos sus rubros. La CAME informó una caída del 9,9% para las industrias PyME en febrero, y del 12,6% para las ventas minoristas de en marzo.
En este contexto, una inflación de 11% mensual es una catástrofe, aunque el Gobierno intente instalar que “la está domando”. Es por eso que el descontento del presidente con su ministro de Economía crece, porque aunque en público salgan a decir que están controlando el problema, no hace falta ser astrólogo para pronosticar que estos niveles de aumentos de precios sobre la base de unos salarios deprimidos a mínimos históricos, un desempleo creciente y una actividad económica en caída libre, sólo llevan a un aumento del descontento y la conflictividad social. Más temprano o más tarde, pero la cuenta es matemática y excede a cualquier microclima de X que el oficialismo elija creerse.
Es por esto que Milei empezó a retomar con más fuerza su perfil económico en las últimas entrevistas, intentando pisar un poco la figura de Caputo con el objetivo de mejorar las expectativas en un plan económico que no muestra consistencias. El Gobierno necesita generar confianza para atraer inversiones, que el campo liquide su cosecha, y las contradicciones de un ministro que habla del mercado autorregulándose y luego sale a criticar a las prepagas por “declarale la guerra” a la clase media no ayudan en ese sentido.
El peso de Caputo al interior del Ejecutivo se ve, además, amenazado por la sombra de otro hombre de la economía en quien Milei tiene mucha más confianza. El funcionario sin cargo, Federico Sturzenegger, es quien más cerca está del presidente, quien redactó el DNU 70/23 en el cual aún se sostiene su plan económico, y quien maneja el Consejo de Asesores Económicos con el cual Milei discute la estructura de su gobierno.
En unas declaraciones que pasaron un tanto desapercibidas de la entrevista que brindó hace unos días a Alejandro Fantino, el propio Milei dejó en claro los estatus diferentes que Caputo y Sturzenegger tienen en su armado. “La discusión de la coyuntura es con Luis “Toto” Caputo, Santiago Bausili y Pablo Quirno” dijo el presidente, quien luego mencionó a Sturzenegger y al secretario de Energía, Eduardo Rodríguez Chirillo, como los “arquitectos de las reformas estructurales, los que crean la nueva arquitectura liberal”. Traducido, Caputo es un mero ejecutor de esa arquitectura, del plan maestro que Milei diseña junto a Sturzenegger.
La predilección del presidente por el ex titular del Banco Central no es nueva. En sus tiempos de panelista, Milei disparó en una entrevista que volvió a viralizarse durante la campaña que “lo echaron a Sturzenegger acusándolo de manejar mal la mesa, vino Caputo, se fumó 15 mil millones de dólares de reservas irresponsablemente, ineficientemente, y nos deja este despiole de las Leliqs (...) Caputo es uno de los responsables de uno de los grandes desastres que se hicieron en el Banco Central”. A esa preferencia de Milei por Sturzenegger hay que sumarle el enfrentamiento descarnado que este último mantiene con el actual ministro de Economía, justamente por lo que fue su salida del gobierno de Cambiemos en el que fue reemplazado por Caputo.
En este marco de desastre económico, caída de la actividad, inflación imparable, aumento del desempleo y sensación de desorden generalizado, cabe la pregunta por cuánto aire le irá quedando a Caputo en el Gobierno. Algo está claro: el ministro está donde está no por la confianza que pueda tenerle el presidente, que más bien confía en su enemigo interno, sino como un fusible listo para ser eyectado cuando la situación se vuelva insostenible. Si no aparecen los dólares del financiamiento externo, eso en lo que Caputo era señalado como “el Messi”, si el campo pide una nueva devaluación para liquidar, si la inflación se queda en torno al 10% durante un par de meses más y la actividad económica sigue cayendo en picada, el manual indica que para salvar su cabeza el presidente hará rodar la de su ministro de Economía. El 11% de inflación de marzo es una pesadilla que hará que hoy ni uno ni el otro duerman tranquilos.