La kirchnerización de Milei y Caputo
Javier Milei concluye otra semana agridulce de su mandato. Con el Pacto de Mayo adentro, el Gobierno sigue sin poder controlar la economía y las dudas proliferan en todos los sectores. Repunte de la inflación y dólar récord, que el oficialismo interpreta como una "sensación" y una operación de una "mano negra". Explicaciones conspirativas para una falta de resultados evidente.
La victorias políticas que el Gobierno de Javier Milei consiguió en las últimas semanas deberían haber traído una tranquilidad al oficialismo que hoy brilla por su ausencia. Todos los cañones apuntados a esas dos grandes iniciativas desde el comienzo del mandato parecen haberle redituado poco y nada al Presidente y los suyos, que ante el descalabro que sigue siendo la situación económica buscan hoy por hoy las más increíbles excusas para explicar lo inexplicable. Además, el oficialismo comienza a quedarse sin su carta principal de un relato defensivo contra una supuesta casta que no lo deja avanzar en la transformación del país. A 7 meses del inicio de su gestión, Milei empieza a pagar los costos de gobernar el país como panelista televisivo.
Con la ola arrolladora de su victoria en el balotaje, Milei centró la construcción de su discurso en un ataque permanente a cualquier actor o sector del sistema político y económico que no se subsumiera totalmente a sus planteos estrafalarios. Así consiguió sostenerse en el centro de la escena con importantes niveles de aprobación durante el primer semestre de su mandato, sin ningún resultado concreto que mostrar más allá de llevar la inflación por debajo del 5% luego de haberla subido al 25%, solamente apoyado en su belicosidad anti sistema y sus posicionamientos mesiánicos que requieren un acto de fe por parte de quienes le creen. Pero ese escenario empezó a resquebrajarse en las últimas semanas, tanto por el recrudecimiento de la situación económica como por el fin para las excusas oficialistas que plantean la sanción de la Ley Bases y la firma del Pacto de Mayo.
Buena parte de ese sistema político defenestrado recurrentemente por Milei le dio al Presidente lo que pedía: votos en el Congreso y el gesto político de asistir a su show en Tucuman en la madrugada de este martes. Lo que puede ser visto como una "domada" por parte de Milei para con diputados, senadores y gobernadores, también ofrece otra interpretación posible: ahora el presidente ya no podrá usar indiscriminadamente y en cualquier situación la excusa de la casta que no lo deja gobernar. Ahora es tiempo de que muestre resultados, justamente lo que empieza a verse como un horizonte cada vez más difuso.
El combate a la inflación es, sin dudas, el corazón del relato oficialista. Allí el Presidente puede anotarse el poroto de haber tenido los dos primeros meses por debajo del 5% en dos años, pero el rebote del 4,2% en mayo al 4,6% en junio no deja de encender las alarmas. Mucho más si se considera que para lograr esa baja el Gobierno llevó a la economía argentina a una recesión brutal, que incluye la suspensión del pago de obligaciones que en algún momento deberán pagarse, y que los dólares necesarios para que tras el ajuste implementado empiece a verse alguna reactivación siguen lejos de aparecer.
Justamente la cotización de la divisa estadounidense marca otro de los grandes puntos flacos de la actualidad oficialista. La misma semana en la que Milei logró su foto con 18 gobernadores firmándole el Pacto de Mayo, lo que en la previa debería ser interpretado como una muestra de fortaleza política, terminó con un fuerte golpe para el Gobierno en el plano que más le duele: el del mercado financiero. El dólar paralelo tocó su máximo histórico y llegó a la barrera simbólica de los $1.500, un hito con el que venía coqueteando en las últimas semanas pero que el Banco Central lograba evitar interviniendo en el mercado.Las demás cotizaciones financieras también cerraron al alza, como el riesgo país, que terminó en 1511 puntos mostrando la desconfianza de los mercados para con el curso económico de la Argentina.
La ecuación es simple: el superávit fiscal que el Gobierno forzó con un ajuste insostenible y dejando de pagar deudas empezó a crujir por sus propias inconsistencias, la caída de la actividad económica destruyó la recaudación del Estado obligando a profundizar el ajuste del gasto, y la resistencia del campo a liquidar la cosecha presionando por una nueva devaluación llevó a que junio fuera un mes negativo en la acumulación de reservas, único sostén real de cualquier plan económico exitoso. Enredado en ese laberinto, el Gobierno ensaya las más increíbles explicaciones para el momento que atraviesa el país.
Luis Toto Caputo se vistió de Aníbal Fernández para explicar el rebote inflacionario, sentenciando que luego del ordenamiento de variables conseguido por el Gobierno las nuevas subas en los últimos meses se debe a una "sensación" de los comerciantes, que mes a mes remarcan precios más por costumbre que por cálculo económico. Basta recordar el escándalo que significó la tristemente célebre frase del ex jefe de gabinete kirchnerista en relación a la inseguridad para dar cuenta de la doble vara con la que siempre se mide a los gobiernos peronistas y los anti peronistas.
Javier Milei no quiso ser menos que "el mejor ministro de Economía de la historia" y también dejó su interpretación K de la suba de las cotizaciones del dólar. El presidente culpó a una "mano negra", que en concreto es la de Jorge Brito, dueño del Banco Macro, por haber desarmado los PUTS bancarios y haber empujado la suba tras la conferencia de prensa fallida de Caputo la semana pasada, y denunció intentos golpistas contra su gobierno. La respuesta del mercado fue contundente, y al día siguiente de la declaración de Milei el blue tocó su máximo histórico.
Quien mejor definió las inconsistencias en el relato oficialista fue el ex compañero de Caputo en la gestión de Macri, Alfonso Prat Gay. El ex titular de Hacienda pegó bajo de la línea de flotación libertaria al sentenciar que "pasamos de decir "el que fuga dólares es un héroe", a "el que ejerce su derecho es un golpista". El dardo habrá picado en el orgullo del experto en crecimiento con o sin dinero que, por ahora, parece no encontrarle el agujero al mate.
El FMI también le asestó sutiles golpes al Gobierno, que apuesta a un nuevo préstamo como salvataje ante la falta de dólares para salir del cepo. El organismo de crédito internacional desandó los dichos de Caputo, que había afirmado estar negociando un nuevo programa, explicando que no hay fecha en vistas para un posible acuerdo. A su vez, Kistalina Georgieva ratificó su apoyo a Rodrigo Valdés, enemigo dentro del FMI del titular de Economía y a quien Milei también criticó, dejando en claro que el Gobierno tendrá que hacer mucho más que enunciar frases grandilocuentes si pretende lograr financiamiento del organismo.
El oficialismo camina por un filo delgado y cada vez más peligroso. El relato de la casta obturadora se deshilacha y hasta el propio Mauricio Macri dejó correr que si antes era importante garantizarle al Gobierno las herramientas necesarias para encarar sus reformas, ahora le preocupa que, con esas herramientas en la mano, no sepan gestionar correctamente y terminen dilapidando el crédito político y social que supieron generarle a las ideas liberales. Por ahora, Milei y Caputo no muestran una cintura diferente a la de anteriores gobiernos, y deslizan explicaciones poco creíbles y que nada cambian la situación de los argentinos que padecen la falta de resultados de sus políticas económicas.
Si a CFK y a sus funcionarios se les criticaba pintar en sus declaraciones y sus explicaciones una realidad alejada de la que vivían los argentinos, hoy puede decirse que el Milei y Caputo están en su momento más kirchnerista. Claro está, muy lejos de los resultados económicos y sociales que sostuvieron el ciclo K durante 12 años y que cimentaron la vuelta al poder tras el experimento fallido del macrismo.