La resistencia de la memoria
Cientos de miles de argentinos explotaron el microcentro porteño en un 24 de marzo particular. El color y la alegría de cada año como respuesta a las provocaciones del Gobierno. Las sensaciones de la primera plaza en los nuevos tiempos abiertamente negacionistas.
El 24 de marzo es una instancia que ha pasado por muchos estados desde la recuperación democrática de 1983. La primera marcha tal como las conocemos hoy la encabezaron las Madres de Plaza de Mayo, con Hebe de Bonafini a la cabeza, en la previa del juicio a las Juntas impulsado en la presidencia de Raúl Alfonsín y bajo el lema “Pido castigo”. Tras la obediencia debida y el punto final menemistas, los 90 marcaron un carácter de denuncia política para la conmemoración histórica, con los H.I.J.O.S. y sus escraches a represores como grandes protagonistas de ese período. En 1998 el presidente Carlos Menem dictó un decreto disponiendo que la fecha debía ser utilizada en todos los colegios del país para recordar a las víctimas de la represión ilegal y de la violencia política. En 2002 y bajo la presidencia de Eduardo Duhalde, la Ley 25.633 creó el Día Nacional de la Memoria por la Verdad y la Justicia.
Poco después Néstor Kirchner pediría perdón desde la ex ESMA por los crímenes de lesa humanidad perpetrados por el Estado argentino, inaugurando una nueva etapa de resignificación de la fecha histórica. En el 2006 Kirchner presentó un proyecto de ley, que resultó aprobado y estableció el carácter de feriado inamovible para el 24 de marzo. Mauricio Macri intentó revertir esa inamovilidad, restándole significado al feriado, pero la resistencia social se lo impidió.
Distintas generaciones crecieron al calor de lo que el 24 de marzo significaba en su época. En las últimas décadas, de la conmemoración festiva, familiar y colorida de los años kirchneristas se pasó a las jornadas de lucha durante el macrismo que representaban todo un hito político cada año. El período del Frente de Todos, atravesado por la pandemia y sus limitaciones dejaron movilizaciones donde no estuvieron ausentes las propias divisiones que atravesaban al campo popular en el gobierno de entonces.
Y así se llegó a esta primera plaza en tiempos abiertamente negacionistas. Si durante el menemismo se intentaba ignorar o restar importancia al reclamo histórico, y durante el macrismo hubo tibios y derrotados intentos por poner en cuestión algunos de los sentidos reconstruidos por el kirchnerismo, el de este 2024 es, por lo menos para muchas generaciones, el primero en un tiempo donde lo que intenta desde el Gobierno nacional es decididamente el cuestionamiento de la brutalidad del terrorismo de estado, su equiparación con acciones de organizaciones de la sociedad civil y una disputa abierta por la interpretación de los años más dolorosos de la historia argentina.
Ya subir a los transportes públicos en camino a la plaza daba la nota de que la concurrencia sería enorme. Colectivos llenos, vagones de subtes estallados como un día se semana en hora pico, trenes repletos trayendo desde el conurbano a una marea de ciudadanos que entendieron la importancia de dar un mensaje contundente en la calle unas horas después de que el Gobierno diera el suyo con su propaganda audiovisual en las redes. Una vez más, la plaza sería una plaza de la resistencia.
Pasado el mediodía el microcentro porteño ya estaba desbordado de militantes y ciudadanos que concurrieron a volver a decir Nunca Más. Si en la plaza por momentos había algo de espacio para moverse, sentarse o circular, las calles aledañas estaban abarrotadas de columnas esperando su turno el clásico ingreso de todos los años. Caminar entre la multitud era una odisea, sobre todo si como tanto irrumpía uno de los hits de la tarde: “y ya lo ve, y ya lo ve, el que no salta, votó a Milei”, la chispa explotaba en algún rincón y prendía como reguero de pólvora en una masa humana que saltaba uniforme con la misma coordinación y potencia que una hinchada en éxtasis en la tribuna de algún estadio argentino.
Como cada año, la mezcla de generaciones detrás de una de las causas más nobles de la Argentina regalaba cuadros bellísimos a los ojos y las almas sensibles. Dos mujeres muy mayores, que difícilmente podrían caminar en semejante masa humana, tomaban un café contra la baranda de la estación Perú del subte A, sobre Avenida de Mayo. Con sus manos en alto, aplaudían y coreaban el también clásico “como a los nazis les va a pasar, a donde vayan los iremos a buscar”, que sonaba fervoroso desde todos lados.
Pasando las barandas, decenas de centros de estudiantes poblaban más de una cuadra entera de esa juventud que tantas veces se le adjudica como propiedad a los libertarios. Ana y Eva son estudiantes del Mariano Acosta y tienen 17 años, la misma edad que muchos de los detenidos y desaparecidos por la última dictadura cívico militar. “Un 24 siempre es importante estar en la plaza, mucho más con un Gobierno que niega lo que fue la dictadura y usan los mismos discursos de los militares para negar el genocidio, presentándolo como una guerra y no como una desaparición sistemática de personas” dicen con lucidez a Diagonales.
Ambas decidieron no ver el video publicado por el Gobierno en el que se reinstala la teoría de los dos demonios, “porque queríamos tener un 24 emotivo, disfrutar de la memoria y de estar acá con mis compañeros” contestan a la pregunta de este medio, anticipando una actitud que se repetiría en muchos otros manifestantes. “Quizás nosotras estamos en un círculo de la escuela pública con tradición de militancia, y sabemos que es necesario salir de esa burbuja e ir por la gente que tiene nuestra edad y que están muy en otra con la realidad que nos toca muy en día. Somos el futuro, y si no conocemos la historia no la va a conocer nadie” sentencian con claridad.
“No podemos negar que hay una parte de la juventud que vivió toda su vida consciente con gobiernos que no cumplieron con lo que habían dicho y que nos defraudaron como juventud, entonces es entendible que encuentren un futuro en referentes que usan esa bronca y ese enojo contra los que nos fallaron” agregaron como diagnóstico de los tiempos que corren. Atrás suyo, sus compañeros y compañeras, recuperaban el hit mundialista de “abuela lalalalala” como un homenaje a las Madres y Abuelas, abriendo los corazones a la esperanza en el futuro.
La realidad política, económica y social se colaba por todos lados en el reclamo histórico por memoria, verdad y justicia. “No a los despidos en Derechos Humanos, no al cierre de Télam, del Inadi, del Incaa” se escuchaba desde el escenario y la multitud respondía con cánticos y aplausos. “Abajo el protocolo represivo de Patricia Bullrich” sonó dos veces desde los parlantes, arrancando una de las reacciones más encendidas de la tarde por parte de la concurrencia. “Nuestros comedores alimentan la democracia” decía una bandera de la Poderosa colgada en una esquina de la plaza. Unos metros más abajo, La Bancaria dispuso una carpa para juntar firmas contra la privatización del Banco Nación. Las consignas eran inabarcables, como lo son los ataques del Gobierno a múltiples sectores y a las necesidades de las mayorías.
La cultura es uno de esos sectores que viene siendo fulminado por la motosierra de Milei. Cristina Fernández estaba en la columna de la Asociación Argentina de Actores y Actrices. Con sus 73 años, esta fue una más de las veces que llevó a la plaza el estandarte con la figura y el nombre de Polo Cortés, un actor secuestrado y desaparecido el 28 de agosto de 1976. “Mi madre me había ido a buscar al teatro porque llovía mucho. Cuando volvimos vimos un camión en la puerta, con un soldado con el arma para arriba, entramos al edificio y nos asustamos por los gritos. Nos escondimos en la planta baja detrás de la escalera porque tuvimos miedo, y ahí vimos cuando se lo llevaban a los golpes y dejando sangre por todo el pasillo” recuerda Cristina al borde del llanto.
“Cultura viene del verbo cultivar. Hoy estamos luchando como podemos porque el recorte a la cultura es demasiado” dice consternada. Sin embargo, como las jóvenes del Mariano Acosta, para Cristina el espíritu de la plaza no era la resignación: “todas esas actitudes de ataque hacia los artistas y hacia el arte en general nos duelen, pero no nos debilitan, nos dan fuerzas para reponernos y seguir luchando”.
Jóvenes de otro tiempo, dos ex militantes de la UES portaban junto a otros una larga bandera con los rostros de sus compañeros detenidos desaparecidos. Tampoco habían visto el video del Gobierno, pero consideraron que “este año es muy particular por eso, están reinstalando la ideología de la dictadura cívico militar. Y la diferencia que tenemos con ellos es la masividad y el contrato democrático del nunca más al que adhiere mucha gente”.
“Los años 70 fueron años de una violencia política que venía de mucho más atrás. Pensar eso desde el contexto actual es muy difícil. En ese entonces nosotros ya sabíamos, como jóvenes, que habían bombardeado la plaza de mayo para echar al peronismo. Nosotros éramos peronistas, y en ese momento eran moneda corriente los golpes de estado, la violencia militar y parapolicial, en esas condiciones nacimos a la vida política” recuerda uno de ellos ante la pregunta de cómo explicaría a un joven de hoy lo que se vivía en esos años. “Nosotros pretendíamos un cambio radical, y lo que se vino a instalar en el 76 fue un cambio económico, que es prácticamente el mismo que quieren instalar ahora. La cosa no es la cantidad de desaparecidos, sino que los hicieron desaparecer para instalar ese plan económico, era reventar gente y generar miedo para eso, la mayoría de los desaparecidos son trabajadores. Lo que hicieron antes con la violencia política ahora lo están haciendo con el hambre” sentenciaron emparentando épocas y procesos políticos.
Llegando a 9 de Julio por Avenida de Mayo en un momento la intransitable marea humana comenzó a abrirse hacia los lados para dejar pasar un camión que iba con dirección a la plaza. Lo encabezaba un gorila enjaulado, dispuesto sobre la cabina del vehículo, rodeado de consignas como “Basta Milei” o Milei es hambre”. Atrás, en la caja abierta, buena parte del gabinete bonaerense acompañaba al gobernador Axel Kicillof y las Madres de Plaza de Mayo. Kicillof se repartía hacia ambos lados de la concurrencia que lo saludaba como al nuevo líder que el campo popular espera en medio de su desconcierto. Carlos Bianco, Andrés Larroque y Daniel Gollán eran algunos de los funcionarios y referentes que lo acompañaban. Las Madres, sentadas a los costados, recibían el caluroso abrazo popular con el clásico “madres de la plaza, el pueblo las abraza".
La del gobernador encabezando el camión de las madres de la imagen política más potente de lo que se vio por fuera del escenario principal. Hacia atrás se desplegaban columnas de lo que podría arrimarse a la idea de un kicillofismo en construcción. Una bandera gigante de La Matanza con el nombre de Fernando Espinoza, seguida por otra de la Avellaneda de Jorge Ferraresi, cada una con su tropa propia. Todavía más atrás, La Patria es el Otro, el armado del “Cuervo” Larroque, cerraba el rejunte encabezado por Kicillof, que dio la nota con su potente entrada a la plaza.
Sobre 9 de Julio discurrían varios espectáculos en simultáneo, mientras la marcha del peronismo terminaba de hacer su ingreso a Avenida de Mayo y la del Encuentro Memoria, verdad y Justicia, liderado por partidos de izquierda, esperaba su turno. Un multitudinario grupo de teatro realizaba una importante performance que ocupaba casi dos carriles y tenía a decenas de personas como espectadores. Unos muñecos enormes de Villarruel, un despedido de Télam, Sturzenegger y un militar pistola en mano daban vueltas por la zona. Una columna encabezada por una bandera que decía “Hebe vive en la plaza”, coronada por una figura de la legendaria Madre de Plaza de Mayo, llenaba de color y emotividad las últimas horas de la segunda marcha con Hebe como ausencia.
La cabecera de la marcha de la izquierda estaba pegada al final de la marcha peronista, presta a iniciar el tramo hacia la plaza. La histórica división entre dos marchas quedaba casi superada en lo concreto, augurando varias horas más de afluencia hacia el centro político del país. Matías Aufieri es abogado del Centro de Profesionales por los Derechos Humanos y asesor de Miryam Bregman y Nicolás del Caño en el Congreso. El primero de febrero estaba en la Plaza de los dos Congresos en la protesta que se había gestado en contra de la ley ómnibus. La brutal represión ordenada por Patricia Bullrich tuvo, entre otras consecuencias, un balazo de goma en el ojo izquierdo de Matías, que aún se encuentra sin visión.
“No podernos sorprendernos por lo que haga el Gobierno, lo que tenemos que hacer es redoblar la movilización, hoy hay centenares de miles en las calles, desbordó cualquier expectativa y demuestra que hay fuerzas para derrotar a Milei, que no tiene esta capacidad de movilización” afirmó el abogado a Diagonales, y agregó que “no podemos pelear por separado en sindicatos, por rubros, usuarios de transportes o servicios, a los que nos les llega la comida. Tenemos que unirnos todos porque somos muchísimos más”. Articulando el momento actual con la fecha histórica, consideró además que “demonizar la movilización en las calles tiene un objetivo que es tener al pueblo desmovilizado para imponer su ajuste, Milei sabe que es minoría y que sólo puede imponer su ajuste con la población desmovilizada. Es la misma clase social que buscó lo mismo en los 70”.
Ayelén tiene 40 años y milita en H.I.J.O.S. zona oeste, una fracción que no se encuentra dentro la red nacional, pero igualmente le dijo a Diagonales “estamos muy golpeados con lo que pasó con la compañera, pero también estamos en pie de lucha”. En línea con otros consultados por este medio, Ayelén tampoco había visto el video del Gobierno nacional, porque prefirió enfocarse junto a sus compañeros en la mística y la liturgia del 24. “Estamos en una coyuntura complicada, que apunta a paralizarnos con el miedo, y estas cosas que hacen buscan amedrentarnos. Pero hoy me animo a decir que somos millones en la calle y eso hay que celebrarlo, porque el pueblo salió a luchar contra el negacionismo. No vamos a dejar que esta campaña comunicacional tremenda nos gane” sintetizó, expresando a la perfección el espíritu que se respiraba en las calles de este 24 de marzo.
La de hoy fue una plaza de resistencia. Una plaza en la que se comprendía el momento difícil que atraviesa el país ante la avanzada reaccionaria, pero que no por eso perdía su color y su alegría. Quizás allí como en ninguna otra cosa radique la resistencia y la esperanza de tiempos mejores. Porque si en otros 24 de marzo se festejaban conquistas y se proyectaban avances en nuevos derechos, hoy, cuando tanto de aquello conquistado parece pender de un hilo, el pueblo argentino mostró que no podrán doblegarlo en su alegría y su potencia para soñar y luchar por una Argentina justa y para todos. No pudo la dictadura, no podrán sus seguidores 48 años después.
Casi como un regalo de esperanza, quienes encararon la vuelta por la 9 de Julio con rumbo hacia el sur seguramente hayan visto una imagen digna de grabarse en las retinas y los corazones. En uno de los parterres de la avenida, en los bancos y en el piso, decenas de niños y niñas jugaban con témperas y tizas sobre el cemento. Allí, inmortalizados para las luchas que vendrán, las manos infantes dejaban dibujados pañuelos blancos y multicolores. Quizás sin saberlo, dibujaban el futuro.