La sociedad y el sindicalismo
El repudio a los sindicatos no deja en claro que sea a la organización, porque hay una tendencia a la participación y aceptación
En los últimos años, diversos estudios de opinión revelaron una fuerte negativa (más del 80%, Perfil 13/03/2017) o bajo nivel de confianza de la “sociedad” sobre la dirigencia sindical (12%, Perfil, 29/05/2019). Dichos estudios no dejan de ser encuestas de opinión con todos los sesgos y limitaciones que poseen, pero captan cierto rechazo a los dirigentes sindicales y por identificación a las organizaciones gremiales que son vistas como una unidad, cuando en realidad no lo son.
Hace días, los dirigentes de la CGT (Daer y Plaini) expresaron su apoyo al gobierno nacional para el pago de la deuda con el FMI a sabiendas de que ello implicará un mayor ajuste y miseria para el pueblo trabajador que el que está en curso. La mayoría de las direcciones gremiales vienen avalando el ajuste económico y social que se ejecuta desde hace varios años con efectos como miles de despidos, pérdidas drásticas del poder adquisitivo, rebajas salariales, suspensiones y en pandemia obviaron protocolos de higiene para preservar vidas obreras del covid-19 (ej. Comercio, UTA, gastronómicos, ferroviarios, etc.). En el mismo sentido, las direcciones de petroleros, Smata, etc, apoyaron la flexibilización laboral de sus convenios afectando los derechos de sus dirigidos.
Pero esta situación no siempre ha sido así, a fines del siglo XIX y principios del siglo XX las y los trabajadores en su mayoría provenientes de Europa en el proceso de su formación como clase crearon organizaciones gremiales y partidarias que desplegaron diversos métodos de lucha para defender sus intereses, para lo cual debieron sortear diferentes obstáculos: la inestabilidad del trabajo estacional, la dispersión de los lugares de trabajo,la transitoriedad en el país; así desarrollaron un potente movimiento social autónomo que confrontó con el régimen oligárquico que los oprimía.
La vitalidad y originalidad de este proceso se alimentó y enraizó con valores como la unidad en la acción (huelgas y marchas), la democracia obrera y una gran solidaridad. Los inmigrantes con experiencia política y sindical enrolados en el socialismo y anarquismo crearon sociedades de fomento, las mutuales, clubes, bibliotecas barriales, locales de las colectividades, etc. (Bilsky, 1988; Aquino, 2017). En este proceso de gestación organizacional los sindicatos se destacaron como herramientas poderosas para la defensa contra la explotación capitalista. Estás prácticas y luchas antiburocráticas, combativas y clasistas tuvieron su continuidad desde fines de los años 50 con la resistencia peronista, el Cordobazo, el Villazo y el Mendozazo hasta las coordinadoras fabriles en1975.
Actualmente sectores de las denominadas“clases medias” repudian a la "mafia sindical" y por extensión a los sindicatos existentes, pero no es tan claro que ese rechazo alcance al concepto mismo de organización porque cuando hay sectores en diversos sindicatos que intentan luchar para defender o recuperar derechos hay una tendencia a la participación y aceptación. Más allá de esa conciencia difusa, el impulso organizativo de las corrientes fundadoras de los sindicatos está en el “ADN” histórico de la sociedad argentina y se revela ante cada reclamo. Abundan los ejemplos, desde las interrupciones por suministro eléctrico en un barrio o edificio que puede derivar, organizar un corte de calle o una marcha vecinal hacia sedes de autoridades, hasta las causas populares más profundas y generales como el acceso a la vivienda, la defensa del medio ambiente, etc..
Como señala Benjamín: “¿en las voces a las que prestamos oídos no resuena el eco de otras voces que dejaron de sonar?”. Hoy en sectores obreros significativos se condensa dicha historicidad como en las nuevas oleadas de comisiones internas, seccionales, sindicatos antiburocráticos y clasistas que retoman esas “viejas banderas” de democracia sindical, combatividad e independencia del Estado.Pero también las encontramos en movimientos recientes de autoconvocados en UTA, Comercio, Vitivinícolas, ATE Neuquén, etc.,que desbordaron direcciones burocráticas y abrazaron la acción sindical y sus métodos de lucha.
La mención a las luchas actuales quedaría incompleta sin el cuerpo de delgados del subte (2002-2004) donde la lucha por las seis horas por insalubridad agrupó a vecinos, organizaciones estudiantiles, políticas y de desocupados; paradójicamente hoy, agrupaciones de base luchan contra la muerte por asbesto ante la inacción de la dirección de AGTSYP (Asociación gremial de trabajadores del Subterráneo y Premetro). Además, las luchas recientes en SUTNA (Sindicato Único de Trabajadores del Neumático Argentino) mostró un incremento notable en la participación y movilización de los obreros y de sus vínculos con organizaciones de desocupados conquistando significativos derechos. La lista podría seguir con la línea 60, las internas de INTI, Morvillo y Garrahan, AGD-UBA, Suteba multicolor, Ademys, etc.
Estos movimientos sindicales con nuevas conducciones continúan oponiéndose a los convenios firmados a la baja por la burocracia, luchan por aumentos salariales, condiciones de trabajo e higiene (protocolos y vacunas por pandemia). Para ello continúan desarrollando piquetes, movilizaciones, huelgas, asambleas –inclusive autoconvocadas-, que tras la movilización del 2001 se abrieron paso a una nueva reactualización de tradiciones de la clase de un modelo sindical combativo, antiburocrático y clasista donde antes regía la normalidad y la disciplina.
*Politólogo y Sociólogo. Doctor en Ciencias Sociales. Docente UBA