Días atrás en la Ciudad de Córdoba, más de 140 Directores y Directoras de Institutos de Investigación de CONICET se autoconvocaron, por primera vez, a discutir y elaborar un reclamo colectivo frente la situación crítica que atraviesa el sistema científico nacional. El Manifiesto, derivado de la reunión, denuncia que ya son cientos los proyectos de investigación que se encuentran paralizados a raíz de la falta de presupuesto, que es cada vez más visible la decisión de investigadores/as de irse de la Argentina y que peligra el funcionamiento mismo de los Institutos por los exiguos fondos para mantener sus actividades. El texto expresa la preocupación por el lugar que ha adquirido la política de Ciencia, Tecnología e Innovación, como motor del desarrollo productivo y sociocultural del país.

Ya desde fines de 2015 -y a raíz de las primeras evidencias del cambio de dirección en el desarrollo de las políticas de Ciencia y Tecnología a nivel nacional- se han sucedido innumerables movilizaciones, reclamos y manifestaciones en contra de las políticas de ajuste en el sector, así como de apoyo a investigadores/as y becarios/as, que luego de invertir años y esfuerzos en sus carreras científicas, ven amenazadas y restringidas sus oportunidades de trabajo. En los últimos días el tema ha cobrado relevancia ya que, en la última convocatoria de ingresos, del total de 2595 postulaciones, sólo fueron admitidas 450, es decir, sólo un 17,3%. Nuevamente la explanada del Polo Científico se colmó de personas que salieron a manifestar y repudiar lo que se ha dado en llamar un “cientificidio”.

¿Por qué particularmente el número de ingresos preocupa a la comunidad científica y académica? El Plan Argentina Innovadora 2020 -con el horizonte puesto en consolidar un sistema científico nacional que sea capaz de contribuir a la productividad, la riqueza del país y a la calidad de vida de la sociedad- proponía un crecimiento sostenido del sector en un plazo de 12 años. No obstante, tal meta de ampliación de la planta de investigadores/as ha quedado suspendida y los ingresos en los últimos años distan significativamente respecto de lo estipulado. Se han cambiado las reglas del juego sobre la marcha, frustrando la carrera científica de miles de profesionales que, ante un escenario de expansión, invirtieron años para su formación doctoral y destinaron esfuerzos para integrarse en equipos de investigación. Suele hacerse énfasis en la resignación de las y los investigadores a irse del país como único camino ante esta situación. Esto es así en parte, ya que, para un número importante de ellos, la reinserción en nuevos espacios no es ni inmediata ni fácil y lo que ocurre, en efecto, es que miles de compañeros y compañeras se quedan literalmente sin trabajo, con doctorados culminados y carreras científicas avanzadas en temas especializados.

Pero más allá del cambio de las reglas del juego, la falta de presupuesto para investigar, la dificultad para desarrollar las tareas en Institutos que no cuentan con financiamiento, la frustración de becarios y becarias que ven cerrarse las puertas de la investigación y el creciente número de colegas que se quedan sin trabajo: más allá de todo esto, lo que preocupa a la comunidad académica y científica es la política en Ciencia y Tecnología actual. El recorte presupuestario deja en evidencia una concepción preocupante en torno al conocimiento científico-tecnológico como un “gasto” e incluso como una tarea improductiva. El viraje que han tomado las políticas dirigidas al sector se vuelven inquietantes porque deslegitiman el rol de Estado en la producción del conocimiento autónomo para el desarrollo de nuestro país, sosteniendo que dicha tarea puede estar garantizada por manos privadas. Una vez más, estos argumentos vuelven a la escena, a pesar de que han sido largamente debatidos y refutados. La discusión, en definitiva, excede largamente la crisis presupuestaria y la pérdida de trabajo de investigadores/as y becarios/as, porque involucra, ni más ni menos, que la misma construcción de sentido en torno al rumbo que, como sociedad, le estamos dando al sistema científico-tecnológico, después de tantos años y esfuerzos. La emergencia que denuncia el plenario de Directores/as pone sobre la mesa la urgencia por volver a defender a la Ciencia, la Tecnología y la Innovación como el camino que garantiza nuestro futuro como sociedad, en términos de desarrollo económico y productivo, como así también de inclusión social e integración global.

*Socióloga, Doctora en Ciencias Sociales (UBA) e investigadora asistente en el CONICET. Integra el Programa de estudios sobre Juventud, Educación y Trabajo (PREJET-CIS-IDES/CONICET). Twitter: @VMillenaar