No escupas para arriba
En los últimos meses tanto Javier Milei como Luis Caputo adoptaron como hobby preferido castigar a todo aquel que anticipaba el fracaso de la "tablita" devaluatoria y debió ceder ante las presiones del FMI. La apertura del cepo y la flotación por bandas son la capitulación en puertas más cantada de los últimos periodos de la historia argentina, y el traslado a los precios puede ser el principio del fin de La Libertad Avanza en su camino electoral.
Fiel a su costumbre de tirar toda la carne al asador junta, en la mayoría de las veces para tapar defectos propios, y que la pelota siga corriendo, el gobierno nacional anunció el acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI).
Al mismo tiempo informaba que a partir del lunes se producirá la salida de los controles cambiarios y una modificación total en la estrategia respecto al dólar. Todo esto, minutos después de conocerse el recalentamiento de la inflación, que en marzo alcanzó el 3,7% y que promete subir aún más en abril.
Ya tirada la toalla, el nuevo esquema de flotación del tipo de cambio, que será entre 1000 y 1400 pesos, pero con probabilidad de que implique, según los relevos del mercado, un 15% en el salto de la cotización de la divisa ya en las primeras horas del lunes, lo que marcará un punto de inflexión.
A pesar de que en el anuncio del ministro de Economía Luis Caputo, y luego en la cadena nacional del Presidente, se quería mostrar que esta acción no era fruto de la desesperación propia y de las imposiciones ajenas (la del FMI), los números estaban a la vista: la última jornada hábil volvió a marcar una intervención de 398 millones de dólares para evitar la escalada.
¿No hubiera sido mejor no tirar a la basura todos los dólares, que en las últimas cuatro semanas llegaron a los 2500 millones, y anunciar antes lo que a las luces era "inevitable" que pasara?
Lo cierto es que los pronósticos de un traslado a precios de lo que puede llegar a significar la liberación del control de capitales, que más que seguro se ubicará más cerca de los $1400 que de los $1000, golpearán los bolsillos de los sectores asalariados y de los jubilados, asestando una estocada que puede significar un nuevo rebote de la pobreza que el propio Javier Milei se jactaba de estar retrayendo.
A los más de 15 mil millones de dólares frescos del FMI para libre disponibilidad, el Gobierno le suma su expectativa para que este tipo de cambio que surja del mercado a partir del lunes le deje un próximo trimestre más holgado por la liquidación de la cosecha. A pesar de ser ninguneados un año y medio, el campo vuelve a ser la variable que define la suerte de un gobierno en la Argentina.
Con el fin de la etapa de los controles cambiarios y el inicio de esta nueva, marcada por la incertidumbre que generan los impactos de la nueva política cambiaria en el nivel de precios de la economía, sumado a un contexto internacional de volatilidad que puede afectar seriamente la cuenta capital, el Gobierno lanzó la moneda al aire.
Los mercados festejaron el anuncio del cierre del acuerdo con el FMI y la apertura de los controles cambiarios tras siete años: eso se vio en el índice del S&P Merval y en la cotización al alza de los ADRs de empresas argentinas en Wall Street.
También repercutirá en una población con ingresos más que castigados, y a la que se le venía negando en las distintas negociaciones paritarias habilitar acuerdos salariales que empataron a la inflación. Y esa ya es una foto viejisima.
El Gobierno escupió hacia arriba. Despotricaba a todo economista, analista, político, periodista que se le pusiera en frente y que mencionara lo que en el idioma "libertario" era mala palabra: que el FMI imponía sus condiciones y pedía además del salto devaluatorio inicial, eliminar el dólar blend, liberar el cepo, y la flotación entre bandas. Punto para los "econochantas".
La negociación con el staff del FMI en el lujoso directorio de Washington, tendrá su implicancia en nuestro país con lo que suceda en los bancos a partir del lunes y luego con lo que pase en los supermercados. Finalmente, todo llegará a las urnas. Y el Gobierno comprobará si tanto sufrimiento ajeno habrá valido la pena.