Timba electoral, corcoveos en el poder e indiferencia y padecimiento social
Más allá del festival de encuestas, Diagonales conversó con tres analistas sobre el deterioro económico y las chances opositoras
La última encuesta de Synopsis arrojó guarismos que situarían a la senadora Cristina Fernández como ganadora de las próximas elecciones presidenciales y el desparramo se sintió en todo el arco político. Esa consultora venía midiendo, como tantas otras, la intención de voto a nivel nacional pero, hasta ayer, no había publicado ningún trabajo que tuviera como resultado un saldo favorable a la ex Jefa de Estado en un eventual ballotage contra Mauricio Macri.
Consultado por este portal, el especialista Hugo Haime atribuyó al sondeo de Synopsis el mismo defecto que a casi todos los que circulan en la prensa: está hecho con metodología IVR y se estima que sólo el 5 por ciento de aquellos que reciben el llamado telefónico tienen tiempo, ganas y compromiso de responder a la encuesta. Autor del libro “Qué tenemos en la cabeza cuando votamos”, explica que las encuestas de IVR “lo único que captan son los procesos de polarización”, y agrega que “los que te contestan son solamente los interesados en política o los politizados”.
Sobre ese detalle, cancherea el entorno más cercano al Presidente, reducido al jefe de Gabinete, Marcos Peña, y el optimismo dogmático del ministro de Hacienda, Nicolás Dujovne. “No nos vamos a ir en diciembre”, dijo Peña durante su presentación de esta tarde en la Cámara de Diputados, mientras el equipo económico se pavonea en Washington después de que el FMI habilitara el desembolso de los casi 10700 millones de dólares para contener la dolarización de carteras.
Al respecto, Haime recalca que el escenario se parece bastante al de 2015. “El aparato de racionalización de la gente opera desde el sentimiento y la población, en general, se mueve así”, indica y, ante la pregunta por el fracaso de la gestión cambiemita considerando los indicadores socioeconómicos, contesta: “cuando ves que un gobierno fracasa pero, por otro lado, no aparecen alternativas nítidas, mirás hacia atrás y la ves a Cristina”.
A pesar de haber asesorado al líder del Frente Renovador, Sergio Massa, entre otros, este especialista en campañas advierte que tanto al tigrense como al ex ministro de Economía Roberto Lavagna les cuesta mucho pasar por el tamiz de la percepción social como opositores. “La avenida del medio como tal termina enfrentada en la polarización y tiendo a creer que la alternativa que tiene la oposición es cómo acuerda con Cristina”, argumenta.
Orejeando la baraja
Si bien una administración que busca su revalidación desde el poder no suele perder, sobre todo, porque maneja los resortes del Estado, los cimbronazos financieros y el retaceo de inversiones por parte del establishment siembran dudas. El sociólogo y titular del Centro de Opinión Pública y Estudios Sociales de la UBA (Copes), Carlos De Angelis, vislumbra la persistencia de la “dispersión opositora”: “Lavagna siempre piensa en un proyecto que resucite el Frente Progresista o, dicho de otro modo, confía más en (Miguel) Lifschitz que en cualquier peronista que le pueda llegar reclamar un cogobierno”, sopesa.
Observando al “panperonismo”, De Angelis estima que no hay entre Lavagna y la senadora CFK un punto de acuerdo, como tampoco con Alternativa Federal. “Alternativa Federal está en una vía muerta”, arriesga.
No es casual, en consecuencia, que a los tirones de orejas que los empresarios le propinaron al primer mandatario en la cena del Cippec siguieran los comentarios de autocomplacencia y resignación. Uno de los comensales más poderosos soltó en su mesa que, si ganara el kirchnerismo, “vuelve el comunismo”, con más veneno que rigor conceptual. Sobre esa tesitura el profesor Sergio Morresi, coautor del afamado libro “Mundo Pro”, subraya que “este gobierno no pudo, como sí pudo el gobierno de (Carlos) Menem, conformar a los distintos y contradictorios sectores de la clase dominante”. Luego de recordar que en los 90’ “todas las privatizaciones tenían que tener un socio de la burguesía nacional, un socio extranjero y un socio financiero”, repone que “esa capacidad de articular las iniciativas con los distintos sectores, en el caso de Macri y si es que alguna vez la tuvo, la fue perdiendo”. “Los sectores de la clase dominante, entonces, fueron tratando de conseguir cosas y prebendas”, ilustra como para comprender la conducta de un conjunto de actores a los que el propio gobierno tilda de “llorones”.
En ese plano, Haime señala el peligro que afronta Cambiemos por “ir contra el sistema de valores de la gente”. El corte, a su criterio, no pasa por el carácter más o menos democrático de sus representantes sino, antes bien, por la capacidad de poner a disposición de las demandas sociales un Estado activo, consigna que enarbola alrededor del 65 por ciento de los argentinos.
Una vara a la que apela este consultor para cifrar las dificultades del macrismo para lograr la reelección se posa sobre el caudal del rechazo. “Scioli perdió por un punto y medio y Cristina tenía un nivel de aprobación de más de 50 puntos en 2015; hoy este gobierno tiene un nivel de aprobación que orilla los 23 puntos”, asevera.
Reaseguro, desencanto y pánico
Al interior de los cenáculos del poder corporativo, los grandes jugadores oscilan entre el desencanto y el pánico, aunque los más avezados siguen empachándose con su voracidad económica. “Tienen algo de suicida”, sostiene De Angelis, y contrapesa con una crítica a la construcción de sentido kirchnerista: “no se le puede hablar sólo a la tercera”, alega en referencia a la tercera sección electoral bonaerense y la locación de los mayores caudales de intención de voto peronista.
Por lo demás, Morresi pone el dedo en la llaga cuando recupera el trauma que implicó para los empresarios la causa de las fotocopias de los cuadernos. “No es el gobierno de una clase, sino de una parte de la clase y diría que no es un gobierno que siquiera los haya protegido en el tema judicial”, admite pero, al mismo tiempo, adiciona: “uno escucha a los empresarios que se quejan del Gobierno y, cuando se les pregunta a quiénes van a votar, contestan que optarán por Macri”.
A la pesca de una comprensión más acabada, aventura que “hay una cosa que va más allá de los intereses y tiene que ver con el antiperonismo y con el kirchnerismo como un momento de cierto izquierdismo que hace que esos sectores de poder, claramente inconformes, siguen apoyando por ahora, con mucha tibieza”. No obstante, reconoce que “la situación económica no para de empeorar y eso pone un límite”.
Existe, a los ojos de los consultores contactados para esta nota, una posibilidad de llegar a buen puerto para Macri: que el repunte económico que promete Dujovne impacte y conmueva positivamente a la sociedad. Pero como toda moneda arrojada al aire, puede ser cara o seca.
Bajo esa perspectiva, Morresi pone sobre el tapete que “los últimos meses, y ya desde el año pasado, el Gobierno empezó a desplegar un discurso tan antiperonista que hace difícil que una parte del voto tradicionalmente peronista que iba a ellos los ratifique”. “Algunos dicen que esa estrategia es hasta las PASO y, después, van a cambiar la estrategia porque la economía va a estar un poquito mejor pero parece poco tiempo para recuperar un electorado al que estuviste vilipendiando”, concluye.
En la misma sintonía, Haime recuerda que Domingo Felipe Cavallo necesitó tres meses para que los argentinos sosegaran sus ánimos y creyeran en la convertibilidad.