Sergio Uñac es un caso único en la actualidad del peronismo. No integra ni ha integrado nunca Alternativa Federal. Esa fracción del movimiento nació anticristinista en su conformación original (Juan Schiaretti, Sergio Massa, Juan Manuel Urtubey y Miguel Ángel Pichetto). Luego incorporó a gobernadores de dicha familia que utilizaron esa plataforma para negociar con CFK cierres provinciales con el kirchnerismo adentro pero sin resignar sus respectivos protagonismos locales. Una vez que la presidenta mandato cumplido aceptó su rol secundario en los territorios con miras a, al menos, evitar que desde allí surjan resistencias a su armado nacional, ya ni el cuarteto piensa igual acerca de ella, pues Massa cada vez tiende más puentes con el Instituto Patria.

Uñac jamás tuvo esos vaivenes: desde su minuto cero mantuvo a todo el justicialismo sanjuanino junto. La unidad no es novedad allí. En buena medida, eso se debe también a su antecesor, José Luis Gioja, presidente del partido a nivel nacional y paciente tejedor de la paz entre los numerosos y diversos fragmentos en que estalló el peronismo en 2015.

Se parece Uñac a AF, sí, en cuanto a su opinión contraria a la candidatura presidencial de Cristina Fernández. Pero ha dicho asimismo que es imprescindible que ella esté presente en una opción que quiera de veras vencer a Mauricio Macri. Y ve con buenos ojos, en cambio, que se postule Roberto Lavagna, a quien no descarta acompañar. Lógico, desde la perspectiva de su proyecto de poder: el kirchnerismo tiene ambiciones más extensas temporalmente que las que pueden suponerse en un hombre que asumiría con 77 años. La vicepresidencia puede operar como trampolín desde el que salte por encima de las dificultades que la reforma constitucional de 1994 impone, eliminación del colegio electoral mediante, a todo hombre del interior que aspira a llegar a Balcarce 50. Hoy una epopeya como la de Carlos Menem es inimaginable, todo es Buenos Aires.

Por último, se distingue Uñac por ser de los pocos peronistas que ganaron en 2017, cuando el macrismo parecía construir hegemonía. Compartió ese galardón con el tucumano Juan Manzur, pero el que Jorge Asís apodó Menemcito se apresuró en jubilar a CFK. Ella respondió apenas coqueteando con la empresa de José Alperovich, predecesor de Manzur, y que entre el caudal que conserva y lo que pudiera sumar de Unidad Ciudadana se convertía en una amenaza para el predominio local de quien fuera su segundo, quien entonces reconsideró su antigua opinión por la mujer que lo hizo ministro de salud nacional entre 2009 y 2015. Uñac no sufrió esas patinadas, y tal vez por eso se ha convertido en una especie de marca de la cual todos quieren apropiarse y que él no niega a nadie. Puede ir, y de hecho va, de Cristina a Marcelo Tinelli.

Su victoria en las PASO de San Juan, así, no tiene mayor misterio: política y gestión ordenadas. Otro tanto puede decirse de su proyección federal, que encaja en la necesidad que el peronismo tiene de alguna cara nueva. En Uñac, en definitiva, se sintetizan todas las diagonales que cruzan el debate del movimiento. Ésa aparenta ser casi toda la ecuación a despejar de la hora, con un oficialismo que se derrite entre una economía que no para de dar noticias pésimas, en el mejor de los casos, si las sucesivas vueltas de tuerca que se le dan a la bicicleta financiera no la estrellan antes; una agenda institucional que se llena de mugre al compás del avance de los escándalos de espionaje y crecientes conflictos internos que se derivan de todo ello (aún dentro de PRO).

Ningún comicio local sirve para predecir ni expresa cabalmente la cita máxima. Pero tampoco desde el interior llegan buenas noticias para Olivos: cayó en las primarias pampeanas, se colgó de un ajeno en Neuquén y quedó lejísimos ayer, episodios en los que para peor fue negado incluso por quienes --se supone-- deberían defenderlo. Dicho sencillo: la pelota la tiene el peronismo. Si alcanza una resolución charlada, con o sin fórmula única, el pleito estaría liquidado, ya con vaticinios de un Macri hasta afuera del balotaje. Desde San Juan, alguien levanta la mano y pide juego asegurando contar con motivos para ser escuchado. Votos tiene seguro, y eso allí cuenta.