Javier Milei parece no tener en su botonera otro registro posible que no sea el de una confrontación dogmática contra todo lo que contradiga su visión de las cosas. Durante la fase de su instalación como personaje mediático, y de la su campaña electoral como candidato, la fórmula le resultó muy efectiva. Tenía entonces una enorme ventaja: la realidad se ajustaba bastante a las fórmulas discursivas extravagantes con las cuales el león rugía, y los enemigos contra los que despotricaba eran los mismos que identificaba la gran mayoría de la sociedad.

Hoy Milei no encuentra la forma de traducir el éxito de ese personaje agresivo y “anti casta” al rol de Presidente al que lo condujo. La realidad que antes denunciaba es la que hoy le corresponde resolver, y sus pésimos resultados de gestión lo encuentran culpando siempre a alguien más y nunca brindando una explicación coherente sobre por qué los argentinos deberían seguir apostando a las políticas con las que sólo consiguió empeorar las cosas. Los enemigos que elige ya no son la casta empobrecedora de la política, sino aquellos a quienes en campaña llamaba “argentinos de bien”: jubilados, docentes y trabajadores universitarios y de la educación, trabajadores de la salud, del transporte, usuarios de servicios públicos, etc. Básicamente, el enorme entramado social afectado por la crisis económica que sus decisiones políticas llevó a extremos nunca vistos desde el estallido del 2001.

La sociedad argentina explotó las calles, una vez más, en defensa tal vez de la institución más transversal a la idea de progreso y movilidad social ascendente. Marchas multitudinarias en decenas de ciudades del país reivindicaron el derecho a una universidad pública, gratuita y de calidad como columna vertebral del ADN nacional. Nuevamente el poder de convocatoria movilizó a sectores que fueron desde la clase media hasta el sindicalismo, desde buena parte de la dirigencia política hasta ciudadanos de a pie que criticaban en los medios a distintos Gobiernos por igual, desde los egresados de la universidad pública que hoy pueblan el mercado laboral hasta los estudiantes, actuales y futuros, que aspiran a lo mismo. Milei se peleó, una vez más, con todo el país.

No es la primera vez que lo hace, pero ya con casi 10 meses de Gobierno encima esta vez quedó extremadamente expuesto. Sucedió algo similar tras el veto a la nueva fórmula jubilatoria y el asado con los “87 héroes”, que el propio Gobierno reconoció puertas adentro como un error de cálculo político. Un banquete con la casta en Olivos con jubilados hambreados reclamando afuera. El error se sumó al peso de la recesión económica, el agujero en los bolsillos de los trabajadores que provocaron los aumentos en las tarifas de servicios públicos y el transporte, generando un combo explosivo para la imagen de Milei y la de su gestión. 

Se mire la encuesta que se mire, el Presidente cae en picada en los últimos meses y la tendencia no frena. Si a esto se le agrega el apagón de la sociedad frente a sus últimas intervenciones públicas, no es difícil interpretar que lo que el personaje mediático y el candidato generaron en términos de canalización de la bronca social y de cierta esperanza, el Presidente lo está dilapidando mes a mes generando desinterés, fastidio, decepción y un redireccionamiento del enojo hacia su figura.

El tótem sagrado del equilibrio fiscal siempre fue un abstracto para una sociedad que el año pasado votó enojada por el estado de su bolsillo. Milei creyó en su fantasía que el pueblo argentino toleraría cualquier ajuste en pos de la promesa de que ese equilibrio fiscal sería la solución a todos los males. Se equivocó en ambas cosas: ni el déficit cero trae las inversiones que reactivarían la economía, en gran parte porque los inversores son conscientes de la bomba de tiempo social que el Gobierno incuba, ni tampoco la sociedad se sacrifica en vano.

La consultora Analogías publicó, en la antesala de la marcha universitaria, su estudio mensual de septiembre que arrojó interesantes datos para analizar el difícil momento del Gobierno Nacional. Un 84,3% de la muestra expresó tener una opinión positiva de las universidades públicas y sólo un 10,9% una negativa. El 59,3% dijo estar de acuerdo con la Ley de Financiamiento Universitario y sólo un 26% estuvo en contra. El núcleo duro de Milei se achica y su oposición se agranda. Contra eso pelea el Presidente.

De nada le sirvieron al oficialismo los mil malabares discursivos y numéricos para intentar generar una opinión negativa sobre la comunidad universitaria en pleno conflicto. Ni los forzados números publicados sobre los salarios docentes, que ni en el mejor de los casos de titulares de cátedra con dedicación exclusiva y 20 años de antigüedad llegaban a igualar lo que cobran los tuiteros que Milei hizo funcionarios públicos. Ni el forzado argumento con el que intentó igualar a CFK, Carrió, Massa, Larreta y Lousteau, entre otros, por haberse manifestado a favor de las universidades. Ni la paupérrima oferta de 6,8% de aumento para el mes de octubre para los universitarios, que el Gobierno calificó de “histórica” cuando la pérdida del poder adquisitivo de esos salarios oscila entre el 30% y el 40%. Nada logra convencer a la sociedad de que, en esta nueva película, Milei sigue siendo el bueno que enfrenta a una casta perversa que sólo intenta mantener privilegios.

El león se enjaula sólo eligiendo más sus batallas y sus enemigos. El mismo estudio de Analogías mostró que un 62,6% de los consultados rechaza las represiones contra las marchas de jubilados de los miércoles, contra tan sólo un 22,6% que las aprueba. El 57,3% de la muestra tuvo una opinión positiva sobre Aerolíneas Argentinas versus un 36,8% que tuvo una negativa. A su vez, el 50% se manifestó en contra de privatizar la aerolínea de bandera, contra el 40% que dijo estar a favor de la privatización.

En el fondo, las jugadas dogmáticas y agresivas de Milei aparecen como zarpazos errados de un león enjaulado que se esfuerza por mostrar la misma firmeza que lo convirtió en Presidente, pero que parece no advertir que si antes sus garras se dirigían a los políticos responsables de los males del pueblo, hoy es ese pueblo el que sufre sus rasguños. Y la explicación sigue siendo económica.

Analogías detectó que un 54,3% de su muestra dice estar peor que un año atrás, y un 28,8% dice estar igual. Si se considera que el año pasado fue un muy mal año desde lo económico, un 83% dice estar en esas mismas y malas condiciones o peor, frente a sólo un 12,9% que manifiesta estar mejor. A su vez, un 60,3% cree que Milei seguirá ajustando la economía y el 70% opina que su situación económica personal y familiar depende de la situación del país. No hace falta ser matemático para sacar cuentas en cuanto a que el “experto en crecimiento” no está respondiendo a las expectativas que generó en campaña.

Esto se traduce a la política, como no podía ser de otra manera, y “la casta” se reacomoda ante el evidente nerviosismo del Presidente. El contraste entre el apoyo social a las universidades, el repudio que generó el veto a los jubilados y el asado de ostentación, con lo que fue el flaco acto en Parque Lezama y el desinterés y la bronca que empieza a generar el Presidente son el alimento de reagrupamientos políticos que se tejen por lo bajo y empiezan a dar frutos. La oposición ya pidió una sesión especial en Diputados para rechazar el veto de Milei a las universidades, y el Presidente podría perder en tiempo récord el capital político que creyó haber sumado con el veto a jubilados del tercio en la Cámara Baja que podría blindar cualquiera de sus medidas.

Desde la UCR expresaron que la totalidad del bloque rechazaría el veto, y Mauricio Macri vuelve a hacer de las suyas dejando trascender que el PRO tampoco acompañaría esta vez a Milei. Dicen en el partido de Macri que la situación es distinta a la discusión por la fórmula jubilatoria y vuelven a tirarle su poder de fuego encima al oficialismo. De fondo transcurre la guerra ya a cielo abierto entre Macri y Bullrich, la discusión bonaerense sobre si los legisladores amarillos deben o no unificarse con La Libertad Avanza para las listas del año que viene, y el interrogante sobre cuán fuerte jugarán los libertarios en el pago de chico de Macri, la CABA. 

Si el Congreso termina rechazando el veto, Milei habrá caído en su propia trampa. La pose permanente de mostrarse como el gran líder mundial, hablar de los mejores ministros de la historia, el ajuste más grande de la historia de la humanidad, los héroes del equilibrio fiscal y todas esas elucubraciones, dejan al presidente muy expuesto ante cualquier derrota política como las que sufren todos los gobiernos. Con el FMI advirtiendo sobre el crecimiento de la pobreza, las malas jornadas en Wall Street para los bonos y acciones argentinas, y una paz cambiaria que por ahora sólo se sostiene con un flaco blanqueo que en algún momento se terminará, el riesgo para Milei de perder ese tercio legislativo que hace unas semanas mostró como su escudo de hierro es muy alto y podría traducirse al plano financiero, el único que parece mirar el oficialismo ahora que tampoco atiende a las encuestas y el descontento social.

El león enjaulado tira zarpazos pero hace tiempo que no asesta un golpe. La situación económica se deteriora para las grandes mayorías y no hay atisbos de cómo se recuperará la economía. Milei elige seguir peleando con el grueso de la sociedad, y su núcleo duro se achica mientras el rechazo a su figura se acrecienta y permite reagrupamientos políticos en la oposición antes impensados. En su delirio de grandeza, el Presidente pensó que la sociedad lo votó para que transforme de cuajo todas las estructuras existentes en el país. Se equivocó. La sociedad sólo votó para vivir mejor, y el falso doctor de la UBA sólo le está empeorando la vida a las mayorías.